Por: Licenciada Norma Guevara de Ramirios
En un mismo día, el 20 de agosto, se celebraron elecciones en Guatemala y Ecuador. Los dos pueblos revelaron, con su voto, la voluntad de cambio progresista.
Guatemala eligió a Bernardo Arévalo y Karin Herrera como presidente y vice presidenta de la República.
El pueblo ecuatoriano votó mayoritariamente por Luisa González, del partido Revolución Ciudadana, que disputará en segunda vuelta, el próximo mes de octubre, la presidencia de la República frente a Daniel Novoa, postulado por una alianza de partidos de derecha.
En ambos pueblos la mayoría se ha pronunciado por proyectos y fórmulas presidenciales identificados con las aspiraciones populares, para enfrentar la corrupción, la violencia, la pobreza y desigualdad existentes.
En Guatemala, el vecino más próximo que tenemos los salvadoreños, las encuestas se equivocaron, colocaban al ahora presidente electo muy por debajo de lo que realmente logró, es decir, que la verdadera decisión que tenía la gente no fue revelada a las casas encuestadoras y sorprendió en las urnas.
La sorpresa disgustó al punto que se trató de impedir la elección y anular fuera de la ley al partido postulante “ SEMILLA”. Ningún camino que lleva a la victoria es fácil, y a los chapines que quieren un cambio les costó luchar contra los resabios del sistema que se aferra al poder; pero lo lograron, obtener victoria, sorprender a la derecha y a la comunidad internacional.
En Ecuador, el partido de la Revolución Ciudadana, el mismo que introdujo cambios profundos en ese pueblo con el entonces presidente Rafael Correa, está comprometido, tales son las declaraciones de su candidata presidencial, a gobernar a partir de las necesidades del pueblo; igual que Guatemala, definirán en segunda vuelta el 15 de octubre próximo.
En ambos países los comicios se desarrollaron en forma pacífica, contrario al ambiente tenso en que ocurrieron las campañas.
Nuestros pueblos tienen urgencia de cambios que permitan el respeto a la gente, respeto a la institucionalidad, respeto a los derechos humanos; que se cumplan las responsabilidades con respeto a la división de poderes, al estado de derecho, que sus gobernantes conozcan, se preocupen y contribuyan a resolver problemas cotidianos, en vez de agravarlos.
Uno se pregunta ¿por qué tantas personas en las encuestas que realizan entidades serias en nuestro país, cuando se les pregunta por su opción política no responden?
Es que acaso tienen temor a responder que están en desacuerdo con el oficialismo; o que su frustración por haber creído las promesas de los actuales gobernantes y que a la hora de la verdad no se cumplieron, los inclina a apartarse.
O acaso tienen simpatía por otro proyecto y mantienen en reserva su opción.
Los resultados electorales de Guatemala pueden ayudar a superar el escepticismo, incluso de quienes creen que no vale la pena votar porque el gobierno ya tiene montado el fraude, que los hay en abundancia. Uno lo encuentra en comentarios, especialmente de quienes han sido víctimas de expropiaciones, amenazados o víctimas de la represión y de capturas ilegales.
Guatemala nos enseña lo valioso que es participar, no apartarse, defender el derecho a tener una opción de cambio. La importancia de no darse por vencido cuando el poder establecido asecha.
Ahora se han denunciado amenazas para impedir que los electos asuman, tomen posesión de sus cargos. Lo que esto mueve es nuevamente el espíritu de cuerpo para la defensa de la voluntad popular y la exigencia de respeto a esa voluntad, ya no solo por los guatemaltecos, sino por gobiernos y organizaciones sociales. Más de 60 organizaciones de mujeres del continente, miembros de la FDIM, se han pronunciado en solidaridad ante ese peligro.
Sin duda vencerá la razón, el pueblo Guatemala tiene derecho a un futuro mejor.
Ecuador irá nuevamente a las urnas en octubre, es de esperar que la ventaja de la candidata Luisa González reafirme la mayoría obtenida en la primera vuelta y que, para Ecuador, resurja la preocupación por lo social, por la solución de las causas reales que generan violencia, como un enfoque para recuperar la esperanza de cambio para bien de las mayorías empobrecidas en ese país hermano.
Los salvadoreños y salvadoreñas debemos aprender de nuestros hermanos para enfrentar el régimen que ha roto las garantías constitucionales, el Estado de derecho, y nos empobrece cada vez más con sus políticas.