Por Henry Morales Arana
Ciudad de Guatemala/AFP
Separado de su familia en su infancia y enviado en adopción a Estados Unidos, el guatemalteco Osmín Tobar ahora busca que otros como él encuentren a sus padres en Guatemala, mientras libra una batalla legal para que este país centroamericano asuma su responsabilidad por el tráfico de menores.
Con el cabello corto y luciendo unos pendientes negros, Osmín, de 27 años, se ha convertido en la voz de 27.871 niños guatemaltecos que fueron víctimas de una red ilegal de adopciones internacionales entre 1996 y 2006. El suyo es el primer caso de este tipo que conoce la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
«Yo estoy aquí porque sus historias son mi historia», dijo Tobar a la AFP, luego de relatar su historia en mayo pasado en la Corte con sede en Costa Rica, lo que ha despertado el interés en otras familias con casos similares.
Con dificultad para hablar en español, Osmín señaló que ha recibido mensajes de padres que buscan encontrar a sus hijos, también arrebatados con fines de adopción. «Quiero contactar con todos los casos», agregó.
El 9 de enero de 1997, Osmín y su hermano Jefrey, de 7 y 2 años, respectivamente, fueron recogidos por un vehículo de la Procuraduría General de la Nación en un barrio pobre de la capital y días después fueron ingresados al hogar privado Asociación Los Niños de Guatemala.
En agosto de ese año, los menores fueron declarados en estado de abandono y Osmín es llevado en julio de 1998 con su familia adoptiva a la ciudad estadounidense de Pittsburgh (Pensilvania, este). Su hermano corrió un destino similar.
Calvario
Gustavo Tobar, padre de Osmín, dijo a la AFP que al enterarse de que los niños habían sido llevados por las autoridades inició una lucha que lo llevaría a padecer persecución, amenazas y agresiones.
«Allí empieza todo el calvario para nosotros, pero no paramos hasta que lo encontramos», indicó Gustavo mientras mostraba las cicatrices en uno de sus brazos de un ataque con cuchillo que sufrió como advertencia para que desistiera de las acciones legales.
Recordó que fue por medio de un periodista estadounidense que da con el paradero de Osmín y en 2009 lo contacta por medio de Facebook. Dos años después ambos se reencontraron en Guatemala.
Pero mientras sus padres lo buscaban, Osmín no encajaba con su nuevo entorno en Estados Unidos y su familia adoptiva, que lo identificó como Ricco Borz.
«Me mantenía muy enojado, sufrí acoso en la escuela, yo no era feliz. Empecé con drogas y fue cuando me pregunté: ¿Quién soy yo?», relató Osmín.
Es por eso que padre e hijo ahora buscan que la justicia interamericana obligue a Guatemala a reconocer la responsabilidad en estos hechos y que se castigue a los responsables de las miles de adopciones ilegales.
Que no se repita
De acuerdo con informes de una comisión antimafias de la ONU en Guatemala, las redes de trata con fines de adopción irregular estaban integradas por personas particulares, notarios, médicos, comadronas, parteras, registros civiles, laboratorios de ADN, personal de la Procuraduría General de la Nación, trabajadoras sociales, jueces y casas hogar.
Según datos recopilados por la Fundación Myrna Mack, esa estructura ilegal se llevó a 27.871 niños al exterior entre 1996 y 2006. En 2007 entra en vigencia una nueva ley de adopciones y se detiene esos procesos.
Investigaciones oficiales incluso señalan la participación de miembros del ejército y de la policía en adopciones durante la guerra civil (1960-1996).
«Lo primordial es obtener justicia. Hemos demostrado que existía una estructura en ese entonces de personas que se dedicaban a la captación de niños para poder darlos en adopción internacional», precisó Mónica Mayorga, abogada de la organización Refugio de la Niñez, que da seguimiento al proceso en la Corte Interamericana.
La jurista señaló que en junio se presentarán los alegatos finales y después se aguardará la resolución final, la cual espera que responsabilice al Estado y se conforme una comisión de búsqueda de víctimas.
«Se necesita saber la historia para que no se vuelva a repetir. Lo que queremos es que esto no se repita», puntualizó Osmín al momento de mostrar sobre su pecho un tatuaje en alusión a la denominada Revolución de Octubre de 1944 en Guatemala, que derrocó a un gobierno de facto.