Iosu Perales Arretxe
Hubo un tiempo en que a las guerras se iba con espíritu patriótico. Los ideales impulsaban valores de sacrificio, hasta dar la vida si era preciso. En las trincheras se olía a valor mientras la muerte hacía estragos entre soldados de clases sociales bajas. Es verdad que este tipo de combatientes patrios siguen estando presentes en las guerras, pero cada vez más, ejércitos privados de mercenarios combaten por contratos salariales y las consiguientes primas por eficacia. Tanto mato tanto cobro.
Ya sea a través de compañías de seguridad o batallones como en el caso de la compañía Rusa Wagner o la guardia pretoriana del líder checheno Ramzán Kadírov. O a título individual, como en el bando ucraniano, con voluntarios uniéndose al batallón Azov -de tendencia neonazi- o a la Legión Internacional de Defensa de Ucrania, esta última creada por Kiev para atraer voluntarios a su causa.
Las empresas de contratación de militares mercenarios están en auge. Países poderosos evitan de este modo que mueran sus soldados, amortiguando el efecto dramático entre su población.
Hasta 7.000 mercenarios extranjeros de 64 países han intervenido en apoyo de las fuerzas ucranianas desde que comenzó la guerra. Por el lado ruso, la brigada Wagner supera el número de 3.000 combatientes, con la particularidad de que se han detectado tiroteos “amigos” en la disputa de botines en Jarkov. Uno de los oligarcas más cercanos a Putin, el contratista Yebgen Prigozhin, financia mercenarios que luchan por el Kremlin. Mientras escribo este artículo ambos bandos afirman que los números de mercenarios han disminuido. Yo más bien pienso que el patriotismo es la primera víctima del mercenariado y ahora se trata de ocultar una realidad que destroza la épica de la guerra.
El resultado de esta progresiva participación de empresas privadas es una aberración que ataca a las leyes de la guerra en la medida en que los mercenarios actúan sin pleno control. ¿Podemos estar de acuerdo con este modo de privatización, aunque sea parcial, de la guerra? Veamos varias razones para decir No.
Lo primera es que los grupos que financian guerras o participan en ellas, por razones económicas difícilmente abogaran por la paz. Apenas comparten el sufrimiento de la población civil, sea de un bando o de otro. La guerra como negocio es lo contrario a todo espíritu y esfuerzo de paz. El afán de lucro y de aventura mueve al mercenario, sea de un bando o de otro. La ideología pesa mucho menos, la ética no existe. La segunda razón es que los derechos humanos no cuentan para los grupos paramilitares que tienen por encargo matar. Perciben salarios que oscilan entre 500 y 2.000 dólares mensuales a lo que hay que añadir primas por resultados. En el envilecimiento de la guerra tiene que ver con la participación de combatientes que no tienen ideales y han perdido hasta el último resquicio de humanismo. Son combatientes capaces de lo peor, en los que abunda el sadismo y la violación
La privatización de las guerras no es algo accidental y pasajero. Hay países, por ejemplo, los del Golfo, que cuentan con batallones de mercenarios permanentes. En Dubai por ejemplo (son como 2.000 mercenarios los contratados), cobran salarios muy altos. Las compañías de alquiler de mercenarios ofrecen sus servicios asesorados por militares en retiro (puertas giratorias). La brigada neonazi y prorrusa Wagner ha desempeñado un papel destacado luchando en Siria junto al Ejército ruso en apoyo del presidente Bashar al-Asad. Los mercenarios también han sido vistos en varios países africanos donde Rusia tiene intereses estratégicos y económicos. En numerosas ocasiones los han acusado de cometer crímenes de guerra y abusos contra los derechos humanos.
Academi (Blackwater), el principal ejército de mercenarios radica en Estados Unidos. Esta empresa privada de seguridad fue fundada en el año 1997 por Erik Dean Prince y Al Clark para entrenar a marines de Estados Unidos. Otra empresa es Defion Internacional. Tiene su cuartel general en Lima y recluta y capacita personal de seguridad, personal de logística y de servicios profesionales para proporcionar servicios en todo el mundo. Cuenta con sedes en Dubai, Filipinas, Sri Lanka e Irak. Triple Canopy es una empresa militar privada especializada en gestión de riesgos, apoyo a misiones y servicios de seguridad integrados. Garda World, esta compañía canadiense es una de las empresas de seguridad del mundo con un ejército de hombres formado por antiguas fuerzas especiales británicas y otros soldados de élite. G4S Secure Solutions es una multinacional de servicios de seguridad británica con sede en Crawley, en Reino Unido.
Según el estudioso José L. Gómez del Prado miembro del Grupo de Trabajo de las Naciones Unidas sobre el uso de los Mercenarios (presidió el Grupo durante los años 2007 y 2008): “En los últimos 20 años se ha producido un extraordinario desarrollo de las empresas privadas militares y de seguridad. Cada vez con más frecuencia los Estados las subcontratan para que desempeñen servicios militares y de seguridad que antes eran monopolio del Estado. Algunos consideran que estas empresas son nuevas formas del “mercenarismo” que existía antaño y que ahora se ha transformado y potenciado con el neoliberalismo. Otros, sin embargo, estiman que dichas empresas constituyen nuevas formas que conviven junto a las tradicionales, que están en vías de extinción. Y otros piensan que las empresas privadas de seguridad son una consecuencia del sistema capitalista que ha logrado transformar al mundo en una jungla salvaje”.
Afirma Gómez del Prado, “actualmente se estima que existen alrededor de 300.000 empresas privadas militares o de seguridad que generan en torno a 150.000 millones de dólares anuales a través de sus contratos. Frente al secreto y la reserva de los mercenarios tradicionales, muchas de esas empresas disponen de portales en Internet, de servicios de relaciones públicas y de documentación destinados a la prensa y a futuros clientes”.
Si en Ucrania ya la guerra es por poderes (Rusia-Estados Unidos, el que en ella intervengan tropas cuya única instrucción ha sido la de entrenarse para matar es una barbarie. Es verdad que los mercenarios han existido siempre. A lo largo de la historia ha habido dos grandes tendencias: la utilización de los ciudadanos para la guerra y la utilización de mercenarios, como hicieron Aníbal y las ciudades italianas del Renacimiento. Después de la Segunda Guerra Mundial empezaron a surgir empresas privadas de mercenarios. Asimismo, durante el proceso de descolonización que se produjo en las décadas de los sesenta y setenta, las antiguas potencias coloniales, para salvaguardar sus intereses, contrataban empresas militares.
La privatización progresiva de las guerras desmiente toda inclinación romántica encarnada en el partisano. Mientras este último combate por voluntad propia, sin un contrato privado, los mercenarios lo hacen sin bandera propia, tan sólo agitan la de aquellos que les pagan. Por eso cambia de colores. Pienso que quienes apoyan la guerra antes que ceder algo a Putin, deberían despejar la duda de si quienes combaten contra la condenable invasión rusa son patriotas o son profesionales de las guerras que matan a cambio de dinero. Del lado ruso está muy claro: los que matan tampoco lo hacen por la patria, lo hacen por sometimiento y miedo al poder autócrata.
No, ninguna guerra merece nuestro apoyo. En ellas se mata y se muere. Y aquí estamos para la vida.