GUERREROS DE LA EDUCACIÓN
Por Marlon Chicas El Tecleño Memorioso
“Noble apóstol que siempre en la lucha, a la ciencia la haces triunfar, dando aliento a los niños escucha, en las aulas su voz resonar” Ciriaco de Jesús Alas. Año con año El Salvador reconoce en parte la loable vocación del maestro salvadoreño, digna profesión que día a día entrega lo mejor de sí en las aulas de clase, compartiendo el pan del saber a generaciones pasadas, y presentes, ilustre apóstol de la educación, viviendo un retiro indigno con misérrimas pensiones, batallando con enfermedades crónicas que poco a poco apagan su luz.
En mi lejana niñez y adolescencia, está presente el recuerdo de valiosos docentes como muchos hoy en día que, destacándose por su testimonio de entrega y humildad, forjaron valores y deseos de superación en los educandos de mi época, convirtiéndose en amigos de infortunio, promoviendo nuestras capacidades e impulsando los sueños y metas por cumplir, enfrentando juntos los valladares de la vida, inculcando el esfuerzo y dedicación por lograr lo imposible.
Alicia de Quiteño, quien fomentó en sus estudiantes principios y valores para la vida, con su enérgica voz ante la injusticia, solidaria en el dolor, mujer de fe, con eterna sonrisa en su rostro, amiga y confidente.
José Napoleón Sosa, amigo e impulsor en el maravilloso arte de la oratoria, animándome a descubrir mis capacidades, esforzado y tesonero, transmitiendo sus conocimientos en la materia, logrando juntos un honroso segundo lugar en tal disciplina en el extinto Tercer Ciclo José Damián Villacorta.
Raúl Berrios Muñoz (+), un gran ser humano en la extensión de la palabra, orientando nuestros pasos en el mundo de la biología, con su vasto conocimiento en el tema, apasionado de las teorías de Mendel, Darwin entre otros, viviendo con pasión su vocación, incluso sobre su propia salud hasta el último día de su vida.
Mauricio Hernández (+), jovial, humilde y fraterno, quien con la ayuda de Dios hizo realidad uno de mis grandes anhelos en la vida, descubrir la magia de la televisión, en un extinto programa nacional, viviendo una experiencia única en el ámbito de las comunicaciones.
Héctor Rosa Villalobos, ex director del Instituto Nacional José Damián Villacorta, de quien ya he escrito, todo un caballero como los anteriores, de voz enérgica y espíritu conciliador con sus adversarios, solidario como un padre, lo que le hizo acreedor del cariño de sus estudiantes.
Álvaro Darío Lara, escritor y docente universitario, responsable de despertar en el suscrito el amor al mundo de las letras, del cual continúo perfeccionando, instruyéndome con sus sabios consejos en la materia, diligente y fraterno, amigo incondicional, con capacidad de escucha y corrección fraterna.
Edgardo Daniel Paredes, poseedor de una brillante memoria, que desde su adolescencia supo marcar su horizonte hacía la docencia, humilde, sencillo, dispuesto a dar sin esperar nada a cambio, amigo incondicional, deportista y hombre de fe.
Sería difícil mencionar a todos mis queridos docentes, por el valioso tesoro heredado de sus conocimientos, reciban un pequeño tributo en vida y post mortem, maestros salvadoreños en su ilustre misión de instruir a las nuevas generaciones en el camino del saber, ¡Loor apóstoles de la educación!
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