EL PORTAL DE LA ACADEMIA SALVADOREÑA DE LA LENGUA
Por Eduardo Badía Serra,
Miembro de la Academia Salvadoreña de la Lengua.
¿Porqué hablar de la tristeza? ¿Tema vano? ¿Es acaso impropio desnudar el alma para leer en su interior? Sólo una, una sola expresión exterior, es fiel reflejo del alma, manifestación del ser en la que se denotan las más sentidas expresiones del sentimiento. Es la tristeza, expresión única, total, incalcable, capaz, y no otra, de denunciar al hombre, porque el hombre triste es el hombre que sufre, inevitablemente, es el hombre que existe sin ser. Muchos no conceden a la tristeza más que un modo de estar, pasajero, volátil, fugaz. Pero no es un modo de estar sino un modo de ser, que llega y se queda, se hace eterno. Muchos no le dan importancia a la tristeza, y de ella dicen que es un dolor pasajero. Mas, ved a un perro y no es triste, puede que sufra, que se llene a ratos de melancolía, que se angustie a momentos, pero no como el hombre. La tristeza, esa categoría existencial, es propia del hombre.
¿Cantar a la tristeza?
Cantaba Dante de las oscuras vírgenes de piedra en los portales de las catedrales, en su italiano florentino:
Che dentro agli occhi suoi ardeva un riso Que ardía en sus ojos una tal sonrisa
tal ch’io pensai co’miei tocar lo fondo que pensé con los míos llegar al fondo
de la mia grazia e del mio Paradiso de mi beatitud y de mi paraíso
El triste podrá amar, pero amará, pues, reprimiéndose. No hay sonrisa en sus ojos, como en las vírgenes de Dante, aunque ría su boca. Más bien hay drama, que busca solución de continuidad y no la encuentra. En los portales del canto está el ser reprimido, victorioso y vital, pero aquí en nuestro suelo parece no haber portales.
Rosario, la dinamitera de Miguel Hernández, tenía la mano bonita, pero sobre tal belleza:
Celaba la dinamitera sus atributos de fiera.
Nadie al mirarla creyera que había en su corazón
una desesperación……
Triste, Rosario, la dinamitera.
Igual de triste está la Niña de Moda de González Tuñón:
….Está la Niña de Moda vistiéndose para la boda.
Niña de Moda, ¿Está?
Su abuela había sido la niña de moda
y ahora está toda ceniza y olvido.
La Niña de Moda presiente que ella también pasará.
Pregunta la gente, Niña de Moda, ¿Está?
Un nombre, una fecha, un olor antiguo sobre el acolchado.
La cinta desecha y el mueble cerrado.
La Niña de Moda también pasará.
Estoy invitado a su boda.
Niña de Moda, ¿Está?
Un día dirá: Yo he sido
La Niña de Moda. Ceniza y olvido.
Hay unas tremendas categorías existenciales en la tristeza. El futuro se anuncia en nuestras Niñas de Moda. El futuro de nuestras dinamiteras es cruel. No hay en nuestras catedrales portales con vírgenes de piedra que sonrían con los ojos. ¡Ceniza y olvido!
Cuando el poeta denuncia:
Setenta balcones hay en esta casa,
setenta balcones y ninguna flor.
A sus habitantes, Señor, ¿Qué les pasa?
¿Odian el perfume? ¿Odian el color?
La piedra desnuda de tristeza agobia,
dan una tristeza los mustios balcones.
¿No hay en esta casa alguna niña novia?
¿No hay algún poeta loco de ilusiones?
Espejos en los ojos…..carabelas desnudas en todos nuestros caminos…..Aunque pena universal, hoy, pena nuestra esta nuestra tristeza, inválida feroz, hambre del alma.
El poeta de América, José Santos Chocano, modernista virtuoso y sonoro, relató la tristeza del inca, que…..
…..era un inca triste de soñadora frente,
que…..
recorrió su imperio buscando inútilmente
a una doncella hermosa y enamorada de él.
y por eso….
fue dejando despojos sobre cada sendero
y las nieves más altas con su sangre manchó.
Pero ese inca de Chocano iba haciéndose triste,
porque cuando salía victorioso, lograba
levantar la cabeza pero no el corazón.
Hay tristes de una tristeza infinita, llena de pesimismo, de resignación, una tristeza regular, permanente, uniforme, callada, terca. Así fue la tristeza de Clemente Althaus, el poeta peruano cuya poesía siempre estuvo rondada por la tristeza:
¡Y será vana mi inmortal porfía!
¡Y esta antigua tristeza roedora
jamás de tregua me dará una hora,
tras mí corriendo cual la sombra mía!
Althaus, neurótico, lleno de pesimismo, terminó loco, recluido en el sanatorio. Nunca pudo liberarse de esa sombra roedora que no le dio tregua.
Y es que tarde o temprano, ¡la tristeza!, esa tristeza del tango magnífico de Ferrer y Piazzolla que llamaron Chiquilín, el de:
Cada día en su tristeza que no quiere amanecer……
Eres un hombre extraño, niño de mil años, le terminan diciendo Ferrer y PiazzolLa:
Chiquilín, dame un ramo de voz….
¡Así salgo a vender mis vergüenzas en flor……!
Baleame con tres rosas que duelan
a cuenta del hambre que no te entendí, Chiquilín…..
Triste el Chiquilín, niño de mil años, que vende rosas en las mesas de boliche de Bachín, mientras a ratos, cuando la luna brilla sobre la parrilla come luna y pan de hollín.
A la tristeza la mujer acude. Niña de Moda, ¿Está?
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