Melzer/Nueva York/dpa
Para ser una leyenda hay que morir joven. Ese fue el caso de Marilyn Monroe, remedy Che Guevara, John F. Kennedy o Kurt Cobain. James Dean quedará para siempre en la memoria como un joven rebelde y atractivo. El miércoles 30 de septiembre se cumplieron 60 años de su muerte, que podría haber salido de un guión cinematográfico.
El joven, hijo de un granjero, siempre quiso ser actor. Pero gran parte de su vida como artista no fue una estrella sino un figurante. A los 19 años consiguió su primer trabajo como intérprete en un anuncio de Pepsi. No decía ni una sola palabra. Pasó por westerns y películas bélicas, pero a menudo ni salía en los títulos de crédito.
Todo ello cambió con “Al Este del Edén” (1955). Dean interpreta a un joven dubitativo y confundido, que intentaba buscar un sentido a su vida. Desde el punto de vista material tenía todo lo que se puede desear, pero no era feliz. Justo así dio en la diana del sentir de esa generación de jóvenes tras la Segunda Guerra Mundial y antes de John F. Kennedy.
“Él es un icono del siglo XX”, dijo su albacea Mark Roesler. “Dean llegaba al alma de su generación y era capaz de decir con una mirada mucho más que muchos otros en una película entera”. Roesler señala que no era una cuestión azarosa, sino que Dean coreografió su imagen cuidadosamente. “Y así se explica que siga teniendo éxito hoy en día”.
La vida de Dean tuvo continuos altibajos. A los éxitos se sucedieron las derrotas, tras los excesos, depresiones y a los arrebatos de amistad, las peleas. Era alguien que estaba fuera de los cánones. Y esa gesta para medir las agallas en la que él y su rival acaban chocando contra un obstáculo forma ya parte de la historia del cine.
El mundo del motor era su pasión. Cuando Dean cumplió 16 años recibió una moto de regalo. Participó en carreras de coches y no dejó de comprar un deportivo tras otro. Cuando se compró el Porsche 550 Spyder, al que a los tres días le pintó en la parte de atrás “Little Bastard”, se lo mostró al actor Alec Guinness y éste le dijo: “No lo conduzca. Si lo hace, morirá en una semana”.
Y justo siete días después Dean conducía junto a un mecánico por una carretera conocida porque todos apretaban allí el acelerador. Acababa de recibir una multa por exceso de velocidad, pero eso no frenó al joven de 24 años. Cuando un Ford pasó a su lado a gran velocidad no pudo evitarlo al ir casi 140 kilómetros por hora y acabó estrellándose contra el otro coche.
A su compañero mecánico lo sacaron herido grave del coche y Dean todavía respiraba tras el impacto, pero al llegar al hospital declararon su defunción.
“Dean está más vivo que nunca”, aseguró Roesler. “No hay un centro de secundaria en el que no cuelgue al menos un póster suyo y su imagen sigue comercializándose de forma estupenda. Él es Hollywoood y mientras la gente piense en Hollywood, recordará a James Dean”.
Dos de las tres películas en las que da vida al protagonista se estrenaron tras su muerte y dos semanas antes del fatal accidente grabó un anuncio en el que alentaba a conducir con precaución. “La vida que salva podría ser la mía”, decía Dean en el anuncio. Pero finalmente no fue así y nació una leyenda