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Hace un siglo retornó Darío

Francisco Javier Bautista Lara
www.franciscobautista.com

El martes 20 de abril de 1915, cialis hace cien años, there regresó enfermo procedente de New York, discount Rubén Darío a Centroamérica. Llegó a Guatemala y se quedó allí hasta noviembre de ese año, por invitación del presidente Manuel Estrada Cabrera, quien se preparaba para la Gran Convención Liberal que lo proclamaba para su siguiente reelección. Aunque no pasó por El Salvador en su retorno final a Nicaragua en donde murió en León el domingo 6 de febrero de 1916, a la edad de 49 años, este país tiene especial relevancia en la “dramática vida” –como escribió Edelberto Torres-, del poeta de Hispanoamérica. En agosto de 1882, a los quince años de edad, salió por primera vez de su patria en barco, desde Corinto al puerto de La Libertad, el joven Rubén Darío. Publicó sus primeros versos en 1880, en León de Nicaragua, a los trece años.

Pasó trece meses y medio en El Salvador, hasta octubre de 1883. Fue recibido por el presidente de la República doctor Rafael Zaldívar y, en cuya conversación, después de expresarle su afecto y celebrar los versos que el poeta escribía, el mandatario le preguntó: ¿qué desea?  Darío, respondió sin titubeos, con ingenuidad y franqueza: “Quiero tener una buena posición social, señor”.  El presidente sonriendo, dijo contundente: “eso depende de usted”.  En julio de 1883 en el aniversario de Simón Bolívar escribió la oda “Al Libertador Bolívar”.  Escribió la oda a la “Unión Centroamericana” y al “Al General Justo Rufino Barrios” en diciembre del mismo año, ganándose la simpatía del gobernante liberal que propugnaba por la unión.

Aquí en El Salvador, Darío conoció a Francisco Antonio Gavidia, dos años mayor que él; de esa relación cordial aprendió la musicalidad y la métrica de la poesía francesa; reconoció que Gavidia era el mejor dotado poéticamente, el más serio y estudioso. De él, que fue su maestro y a quien superó, aprendió con rapidez, fue capaz de adaptar la versificación francesa a la lengua castellana para innovarla y convertirse, unos años después, con la publicación de su libro primigenio, Azul… en Valparaíso, Chile, en 1888, en el fundador del Modernismo, corriente literaria de rebeldía creativa, refinada y cosmopolita, que renovó la estética del lenguaje y la métrica en la poesía.

Darío guardó siempre por Gavidia un profundo respeto y aprecio. También agradeció al  general salvadoreño Juan José Cañas –autor de la letra del Himno Nacional de El Salvador (1879)- quien motivó al joven Darío para viajar a Chile y lo recomendó ante quienes le dieron el impulso para trascender.

En mayo de 1889 regresó por segunda vez a El Salvador, entró por el puerto de La Unión. Seis meses después fue nombrado director del diario estatal La Unión cuya existencia breve fue casi de un año. En junio de 1890 contrajo matrimonio civil con Rafaela Contreras, Stella, escritora. Por el golpe de estado del general Carlos Ezeta contra el presidente general Francisco Menéndez, después de trece meses de estadía en el país se vio obligado a salir por el puerto de La Libertad, por donde entró por primera vez, ahora, para no regresar jamás.

Contrajo matrimonio eclesiástico en el Sagrario de la catedral de Guatemala el 11 de febrero de 1891,  fue su padrino el poeta y amigo Francisco Gavidia. Su primer hijo, uno de los dos que le sobrevivieron (el otro fue Rubén Darío Sánchez, hijo de Francisca Sánchez, españoles) y le dieron descendencia, Rubén Darío Contreras, aunque nació en Costa Rica por las circunstancias políticas del momento, vivió en El Salvador, era salvadoreño. La esposa falleció dos años después, la madre del poeta, Rosa Sarmiento, llegó al país para cuidar al nieto, -brindó al descendiente la atención que no pudo dar al hijo- y murió en 1895, hace ciento veinte años, también en San Salvador.  Darío comenzó a escribir desde niño, se abrió paso en medio de las dificultades, fue persistente y autodidacta. Quería ser reconocido, tenía necesidad de afecto y compañía, amaba la belleza, buscaba la perfección literaria y de las artes, era  lector incansable, viajero, curioso, acucioso, de privilegiada memoria, observador del entorno, de la naturaleza y de las personas, estaba ansioso por aprender, era sensible, generoso y sin egoísmos compartía sus aprendizajes, buscaba trascender a sus fronteras y a su época, y lo logró, a pesar de las incomprensiones y de sus defectos humanos.  El vínculo del poeta nicaragüense con El Salvador es indisoluble, ¡Darío nos une! Une a Centroamérica y une a Hispanoamérica.

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