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Hacer posible la solidaridad en la economía global

German Rosa, thumb s.j.

Hacer posible la solidaridad en la economía global significa optar por prácticas económicas y financieras que buscan una mayor equidad, case participación en los beneficios de la globalización y la justicia para millones de personas afectadas por la pobreza y la exclusión social.

La solidaridad es un hecho real de individuos y grandes grupos en la sociedad, así como de redes institucionales. Entendemos por solidaridad lo que dice el Diccionario de la Real Academia Española, que la define como la adhesión circunstancial a una causa, empresa u opinión de otro. También se aplica a las obligaciones contraídas in sólidum y a las personas que las contraen. Solidario viene de sólido. Al hablar de la solidaridad en la economía global, se trata de optar por construir un tejido social sin pobreza y sin exclusión en una realidad donde muchas veces prevalecen los compromisos líquidos y de corto plazo. En este contexto es una osadía hablar de solidaridad auténtica. Analicemos esta situación.

Vivimos en un mundo dividido por las grandes diferencias socioeconómicas; las desigualdades de ingresos afectan la convivencia en la vida social y esto conduce en muchas circunstancias a conflictos y situaciones violentas. La tendencia a una desigualdad cada vez más grande en los ingresos genera con frecuencia la inestabilidad política, la violencia y la conflictividad. La concentración de la riqueza hace que pocos decidan sobre el control de la dirección del cambio económico, y produce la concentración del poder. Cuanta más pobreza hay, más migraciones surgen porque no se tienen las condiciones mínimas para vivir con dignidad. Hay dos grandes categorías de migrantes: los que migran por la pobreza que están sufriendo y los que migran por causas de las guerras y la violencia.

Vivimos una realidad donde la pobreza y la exclusión social son problemas graves que determinan la vida de millones de seres humanos. También son ellos que sufren directamente las  repercusiones que produce el crecimiento económico al convertirse en una carrera industrial, de tal manera que destruye y deteriora el medioambiente. La vulnerabilidad es una situación que afecta más a los que viven en la pobreza y sufren el impacto de la exclusión social. Los empobrecidos y los excluidos son a quienes afectan más las catástrofes, en resumen, la crisis ecológica.

Si se sigue con este esquema de crecimiento ilimitado no solo afectará más a los empobrecidos y los excluidos, sino que pondrá en riesgo la existencia misma de la humanidad y la biodiversidad de las especies.

La crisis de los estados nacionales se hace sentir ante el protagonismo de los que tienen el capital: “los estados, las grandes empresas y las principales instituciones financieras desempeñan importantes papeles en la configuración de las dinámicas económicas que pueden conducir bien al conflicto, bien a la vida social en paz. Estos grandes poderes tienen la capacidad de trabajar por mejorar las vidas de los pobres, pero pueden actuar asimismo de modos que propicien la violencia física de facto en forma de explotación, exclusión de la vida civil, expulsión de la tierra o desposesión de los recursos necesarios para asegurar el sustento. Además, los estados han perdido, en beneficio de empresas trasnacionales y del capital financiero especulativo, parte de su capacidad para moldear las estructuras más amplias de la sociedad. También han aumentado espectacularmente las situaciones en las que los estados son incapaces de controlar diversas formas de violencia en su interior” (Promotio Iustitiae, Por una economía global justa. Construir sociedades sostenibles e inclusivas, Número inédito, enero 2016, p. 19).

La crisis causada por la pobreza y la exclusión es en resumen una crisis de bienestar cada vez más global. Y nos damos cuenta que en esta situación nos acercamos a grandes conflictos internacionales o crisis ecológicas globales. Desde todos los ángulos que analicemos el problema, nos percatamos que no hay soluciones posibles sin solidaridad en el mundo de hoy.

La solidaridad es una expresión de nuestra propia condición humana y como tal donde hay humanidad hay solidaridad. El Papa Juan Pablo II caracteriza la solidaridad como una virtud que lleva a “la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común” (Carta Encíclica Sollicitudo Rei Socialis, n° 38).

La teoría del rebalse ha fracasado, porque el crecimiento es exponencial para pocos pero desigual para la mayoría. Unos acumulan y otros cada vez más están excluidos de los resultados de dicho crecimiento. La teoría del rebalse ha roto la ley de la gravedad. Pocos acumulan tanto que lo que chorrea tiende a concentrarse en los que tienen más capital y recursos. Los mercados auto-regulados no producen los efectos de una mayor distribución de los recursos económicos, ni financieros.

El mercado es necesario pero no asigna los recursos de manera equitativa, ni resuelve el problema de la concentración desigual de los recursos. Un mercado auto-regulado no garantiza el bienestar general, y prevalecen mercados imperfectos, con grandes protagonistas monopólicos, protegidos por regulaciones jurídicas en desventaja para quienes no tienen acceso a los recursos económicos y están excluidos de los beneficios del crecimiento de la producción y de la renta global. El mercado no resuelve el problema de la desigualdad de manera automática, y si no tiene obligaciones ni restricciones, tal como funciona ahora, posibilita, refuerza y favorece la exclusión de grandes sectores sociales.

No todo es mercado, ni todo es estado. Hay un justo equilibrio que se debe encontrar para posibilitar el crecimiento con equidad, la producción con la participación.

No se trata solamente de lograr una equidad en los intercambios del mercado, que es lo mínimo que se puede exigir éticamente para los que pueden tener acceso al mercado, pero muchos están excluidos del mercado laboral y por esta razón no pueden participar ni adquirir bienes y servicios, y no pueden comprar ni vender nada por su estado de exclusión. Mucho menos pueden participar del mercado financiero o de capitales. Se necesita una verdadera justicia distributiva para tener los bienes necesarios o los recursos sociales para participar en el mercado laboral y en el mercado de bienes y servicios. Si no se tienen las posibilidades reales no se puede contribuir, producir ni consumir. Si hay tanta riqueza en el mundo, entonces por qué no se pueden satisfacer las necesidades básicas de todas las personas y lograr al menos un nivel digno de vida. Obviamente, nos damos cuenta que nos hace falta mucho más que “mercado”.

El mercado es necesario, pero éste necesita también de instituciones públicas y también no gubernamentales para favorecer la redistribución de los beneficios que se generan, retomamos el planteamiento que hace Promotio Iustitiae sobre este tema: “La justa creación y distribución del bien común exige que las instituciones económicas, políticas y sociales sean configuradas de modo tal que generen recursos suficientes para apoyar el bienestar de todos (una cuestión de productividad y agregación) y garantizar que todos puedan participar en los bienes producidos (una cuestión de distribución y acceso). Diferentes clases de bienes deben ser producidos y distribuidos con el objetivo de servir al bienestar humano: alimentos, asistencia sanitaria, empleos, educación, participación política, un medio ambiente sostenible, etc. Los ingresos en dinero no son por sí solos una medida suficiente. Por desgracia, demasiadas personas carecen aún de los niveles exigibles de estos bienes esenciales, aunque ha tenido lugar un espectacular crecimiento económico. Que haya más de mil millones de personas viviendo en la pobreza extrema, que tantos niños pasen hambre y que muchos carezcan de educación y asistencia sanitaria indica que la injusticia es una lamentable realidad en el mundo actual” (Promotio Iustitiae, Por una economía global justa. Construir sociedades sostenibles e inclusivas, Número inédito, enero 2016, p. 26).

La mediación de las instituciones públicas y las políticas es fundamental para revertir el problema de la pobreza. No se puede dejar al mercado sin Estado, ni tampoco absolutizar el Estado sin dar el lugar que se requiere al mercado. Sin embargo, dicho esto, no se puede pensar que los estados nacionales independientemente pueden resolver el problema de la pobreza, así como lo formuló Benedicto XVI: “las instituciones de gobierno regional y mundial deben ser considerablemente fortalecidas para garantizar la justicia y el bien común en la actualidad” (Cfr. Promotio Iustitiae, Por una economía global justa. Construir sociedades sostenibles e inclusivas, Número inédito, enero 2016, p. 27). Hay que considerar también la importancia de respetar las diferencias nacionales y culturales, dando lugar también al protagonismo de la sociedad civil, así también las instituciones regionales o globales tienen que respetar la autodeterminación de los estados nacionales, la especificidad de las comunidades culturales particulares y el rico tejido de los múltiples actores de la sociedad civil.

Un peligro real es que tanto los estados débiles como también los que son poderosos pueden caer bajo el control de pequeños grupos de poder económico y financiero, y aquellos en lugar de servir a los ciudadanos sirven a estos pequeños grupos. Por eso es importante el protagonismo de la sociedad civil para “fiscalizar” el uso distorsionado del poder gubernamental: “El orden mundial es configurado en la actualidad por los estados nacionales, por órganos intergubernamentales –como las Naciones Unidas y sus equivalentes regionales– y por empresas multinacionales e instituciones financieras. Las organizaciones no gubernamentales desempeñan un papel crecientemente importante a través de su incidencia en asuntos como la pobreza, la desigualdad y la protección del medio ambiente” (Promotio Iustitiae, Por una economía global justa. Construir sociedades sostenibles e inclusivas, Número inédito, enero 2016, p. 28).

En un mundo global donde todos estamos vinculados, el tema de la pobreza y de la exclusión nos implica a todos. ¿Cómo salir de la pobreza? ¿Cómo mejorar la situación de millones de personas excluidas y afectadas por tantas carencias? Sobre esto haremos nuestra reflexión en otro momento.

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