El nombramiento de Monseñor Gregorio Rosa Chávez como Cardenal ha generado varias lecturas tanto de expertos como de simples fieles católicos. La de estos últimos quizá sean las acertadas, pues lo hacen desde su propia práctica cristiana y sin sesgos más que el de la fe.
Y sin pretender ser otra voz autorizada, que no lo somos, por supuesto, es menester, como medio, lanzar algunas ideas para la orientación de quienes no se quedan solo con el hecho.
En primer lugar hay que decir que en los últimos años, y con la llegada de Francisco I al Vaticano, han venido sucediendo hechos que han sorprendido a algunos, y regocijados a otros.
Gracias al Papa Francisco, Monseñor Oscar Arnulfo Romero, nuestro obispo mártir, fue beatificado. Dicha beatificación fue por cierto obstaculizada hasta por los propios obispos de la iglesia católica salvadoreña, quienes se encargaban de mal informar no solo de las actuaciones del Arzobispo cuando estaba vivo, sino que aún después de muerto, para que no llegara a los altares.
También los grupos políticos de derecha, entre ellos los oligarcas, hicieron lobby en el Vaticano para que se engavetara la beatificación de Monseñor Romero, lo cual se hizo, en efecto.
El hecho más reciente que generó muchas sorpresas fue que el Papa nombrara a Monseñor Rosa, uno de los sacerdotes más cercanos a Monseñor Romero, a quien consideraba su amigo, como Cardenal.
En efecto, que El Salvador tenga un cardenal sin reunir los criterios que tradicionalmente Roma esgrimió para tales cargos, es digno de sorpresa, admiración, y por qué no decirlo, también de orgullo.
Para muchos, y en esto estamos totalmente de acuerdo, nombrar a un seguidor de Monseñor Romero como Cardenal, no solo es un gesto de justicia para Monseñor Rosa, sino el reconocimiento de que la vida pastoral que Monseñor Romero depositó en sus “apóstoles” está teniendo sus frutos.
Creemos que Monseñor Rosa contribuirá desde el cardenalato no solo como colaborador personal del Papa, sino, a que la iglesia católica se enrumbe a esa iglesia que Monseñor Romero inició, y por lo cual fue asesinado, es decir, una iglesia de los pobres y para los pobres.
Y esto último es lo más importante del nombramiento de Monseñor Rosa como Cardenal, lo que contribuirá a mediano y largo plazo, un mejor país, bajo el pastoreo de una iglesia comprometida con los más humildes.
Por supuesto, no puede dejar de decirse, como ya lo han dicho otros, que también se ha hecho justicia con Monseñor Rosa, pues, los grupos conservadores en El Salvador se encargaron de evitar que el Vaticano lo nombrara arzobispo en los dos momentos en que hubo oportunidad para hacerlo, o que le dieran una diócesis.
En fin, lo que esperamos es que con la ayuda del Beato Romero y el cardenalato de Monseñor Gregorio Rosa Chávez, la iglesia católica salvadoreña se decante por una iglesia para los pobres.