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Hacia una recuperación de la política

José M. Tojeira

Las recientes elecciones han demostrado que la política está en la cancha de la derecha. Lo ha estado siempre porque han mantenido capturada la política a través del dinero, de los medios de comunicación, de la relación con Estados Unidos y de los instrumentos políticos, partidos o instituciones, que han dirigido. Tras nueve años de gobierno del FMLN, esta ratificación del peso primordial de los sectores conservadores en las últimas elecciones ha asustado a muchos. Sin embargo, si la política está en la cancha del conservadurismo ultraliberal es porque no hemos sido capaces de marcar otro juego. La mayoría de la gente en El Salvador es pobre o está en riesgo de serlo. No hay ninguna razón para que no entienda un discurso distinto del que maneja la derecha. Pero si el mismo discurso de la derecha es el que maneja la izquierda a la hora de gobernar, aunque con algunos matices y diferencias, es lógico que al final la gente se canse y no vaya a votar por quienes desde sus consignas hacían prever otra cosa. Algunos ejemplos nos ayudarán a entender esta afirmación.

El gobierno del FMLN tuvo avances en salud. Lo reconoce la muy creíble revista The Lancet. Pero nunca propuso dar el salto hacia un sistema único de salud pública. Eso no es ni de derechas ni de izquierdas, pues muchos países desarrollados lo tienen. Pero aquí la derecha reaccionaria y ultramontana defiende un sistema dual que humilla a los pobres y desdice de la igual dignidad humana, así como del derecho a la salud decente que exige la Constitución. El FMLN amplió la cobertura de la salud sustancialmente, pero no tuvo un verdadero plan de cambiar un sistema de salud obsoleto desde la óptica de los derechos humanos. Algo parecido ha sucedido en el sistema de pensiones. Nuestro sistema de pensiones es para minorías, beneficia más a los ricos que a los pobres, y le da de hecho mensualidades mayores a los hombres que a las mujeres. El tema de las pensiones, aunque el FMLN haya logrado algunas mejorías sobre la propuesta de la derecha empresarial, se ha manejado en el ámbito de esa derecha reaccionaria que le gusta dar más al que tiene más y dejar sin nada a los más pobres. El FMLN ha hecho cosas buenas en el ámbito de la reparación de las víctimas de la guerra civil. No hay duda de ello. Y en ese contexto hay diferencia con ARENA que no quería hacer nada al respecto. Pero en lo que toca a la justicia no hay a penas diferencia. Ni siquiera hicieron el esfuerzo de proponer una ley de justicia transicional. En la persecución del delito, al final, se ha terminado jugando en la cancha de la mano dura. En otras palabras, en la cancha de la derecha. Y así podríamos continuar con más ejemplos. Pero lo que importa es reflexionar. Si juegas en la cancha del que tiene más poder, y juegan a no perderlo, nunca vas a satisfacer a quienes no quieren poderes prepotentes o humillaciones de los más pobres.

Jugar en la cancha de los pobres, de los vulnerables, en la cancha de la universalización de los derechos básicos, es la única manera de convertirse realmente en alternativa. Un sistema de pensiones universal, un único sistema de salud, una educación digna que universalice la educación pública de calidad desde los cero a los dieciocho años, una integración real en las redes de protección social de los trabajadores informales, un plan de vivienda social que impacte en las mayorías, son tareas pendientes no de la izquierda, sino de las personas, instituciones y partidos políticos decentes. Lo demás es indecencia del pasado que hay que cambiar. En el cómo habrá que pensar, dialogar, planificar, escuchar a muchos. Pero debe haber proyectos claros que dejen patente a la gente que se quiere construir un futuro diferente. Y coherencia con los proyectos de futuro en la acción gubernamental. Esta derecha no civilizada, partidaria de dejar en la pobreza a la mayor parte de la población, seguirá jugando duro porque tiene poder y asalariados. Pero si queremos un El Salvador distinto hay que jugar en la cancha de los pobres y los vulnerables, mostrar caminos de universalización de derechos y hacerlo desde una dedicación, coherencia y austeridad diferentes al rumbo tomado hasta ahora.

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