Oscar Martínez
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Cada fin de semana con William Martínez platicamos sobre diversidad de temas de la realidad nacional, en esta ocasión hablamos sobre las numerosas expresiones que nacen de la cultura como fruto de una realidad inscrita en la humanidad misma. William dice: “La cultura trasciende la creación artística y literaria porque debe concebirse como todo lo que tiene que ver con la espiritualidad humana. Es ese conjunto de las representaciones de la realidad, tanto de las relaciones con la naturaleza como de las relaciones sociales, hasta las representaciones de las representaciones que permite a los seres humanos interpretar el mundo, definirlo y transformarlo, solo la persona humana puede recordar el pasado y de anticipar el futuro”.
Su definición sobre la cultura es el preámbulo para cuestionar al Ministerio de Cultura, que sigue haciendo lo mismo, según Martínez, de nada sirvió el cambio de categoría y nombre porque su crisis estructural sigue profundizándose, a tal grado que no quieren reconocerla ni hacer algo por enfrentarla, agravándose esa situación al no saber qué rumbo tomar.
Desde los gobiernos areneros hasta la actual administración política del gobierno central, en el país no se ha cambiado gran cosa. La intriga, el zancadillismo, el oportunismo, los leguleyos con discursos disonantes están a la orden del día en un ambiente enrarecido, dizque cultural.
Por ejemplo, dos años han transcurrido desde que llegó Bukele a la Presidencia de la República y no tienen aún una propuesta de política pública sobre la cultura nacional. En el Ministerio de Cultura, como en todos los ministerios están incrustados de activistas políticos del partido oficial, sus aliados, familiares, amigos… en los puestos para dejar hacer dejar pasar para salvaguardar sus intereses mezquinos de grupo. Y los últimos, los que se creen dueños de la cultura, los que la tienen secuestrada, creyendo que solamente ellos tienen la verdad, los que se dicen que son la mamá de tarzán, el rey de los monos, aunque estos les acusan de ser focas.
William no solo critica, sino que también propone “Al presidente actual le recalcamos las sabias recomendaciones del presidente Lula: “No ser arrogante, no tomar decisiones precipitadas y siempre contar hasta diez, pues parece que por su autoritarismo no permite el diálogo”. Si las personas están realmente interesadas en el rescate y desarrollo de la cultura nacional tendrán que dar su aporte desde la trinchera en la que se encuentren, no necesariamente tiene que ser desde un puesto público u oficina privada. Está bien claro que un verdadero cambio social, no puede ser, sino va acompañado de un verdadero cambio cultural.
No se trata solamente de transformar estructuras económicas y políticas, sino también las representaciones que permiten su cambio, explica William, porque debe ser un proceso dialéctico, que no puede aceptar una actitud voluntarista imponiendo esquemas de pensamientos antes de haber creado las condiciones de su aceptación y añade que tampoco permite ignorar la parte ideal de lo real y su papel protagonista en la construcción de la utopía.
Especialmente la utopía que caracteriza esa actitud de cambio. Es más, William considera: “La poca cultura que se tiene del pasado y presente es moldeada y luego rescatada desde la trinchera de la calle. Ya mucho se ha dicho desde CONCULTURA, luego Secretaría de Cultura, y hoy mal llamado Ministerio de Cultura, como quieran llamarla, da igual el nombre, pues no hacen nada por rescatar la cultura”.
Por todo lo anterior, William Martínez propone acciones que podrían desenmarañar un poco el problema y finalmente decir: “Puse mi granito de mostaza por la cultura, la de mis hijos, la de mis nietos, la del pueblo salvadoreño”.
Si el Gobierno, sea por tiempo o incapacidad de su iluminaria de bien pagados asesores técnicos no puede crear las políticas quinquenales de la cultura nacional (plan estratégico 2021-2025), que contrate un equipo de técnicos de connacionales para que, con objetivos claros y metas definidas, trabajen en las políticas y luego presenten a la población ese plan emergente que tanto urge. Esto significa:
Convocatoria a todos los sectores poblacionales y áreas artísticas a un Foro por el rescate y desarrollo de la cultura; pero ojo, puntea William, estos sujetos no deben ser los alumbrados de siempre, los que han elaborado miles de planes para los gobiernos anteriores y a quienes no les cuajó ninguno, porque solamente les interesó el pago y su publicidad personal. Tampoco de universidades privadas que nunca han hecho cultura y porque ya tuvieron su oportunidad. Deben ser personas honestas: “tenemos la capacidad humana”, porque aun las hay, personas que realmente están preocupadas por el rumbo que lleva el país y que sólo están esperando el llamado para dar su aporte desinteresado.
Creada las políticas, que el presidente y el nuevo personero del Ministerio las divulguen públicamente y asuman el compromiso de hacerlas suyas y ejecutarlas cuanto antes con los siguientes componentes:
Un presupuesto adecuado para su funcionamiento, se propone el 2 % del presupuesto de la nación, puede ser menos, pero que sea más del presupuesto que actualmente tiene asignado.
Dotar de recurso humano, capaz, comprometido, ético y técnicamente preparado para crear y reproducir la cultura que deseamos, no la que tenemos. Al mismo tiempo, evaluar el personal oportunista que está enquistado en las casas de la cultura, que lo que menos hacen es promover la cultura autóctona de los pueblos donde están establecidos y para lo cual se les ha contratado. Más parecen activistas políticos del ejecutivo.
Apoyo logístico para ofrecer un servicio de calidad a la población salvadoreña. Esto significa: espacios físicos adecuados, suficiente material didáctico y bibliográfico para desarrollar los talleres artísticos, tan necesarios en el interior del país. Dotar desde los recursos técnicos más sencillos hasta la tecnología de punta, al menos de la que se disponga.
Considerar la reestructuración del canal educativo, que sea un canal al servicio de la cultura nacional. Si observamos la programación del canal 10, ofrece de todo un poco como si fuera un canal común. Hay mucha variedad, pero son pocos los programas orientados al rescate de la cultura nacional. La niñez y jóvenes no ven diferencias sustantivas entre el canal educativo y los canales comerciales.
Conformar un Foro Permanente, que vele por el debate y desarrollo de las políticas quinquenales, con autoridad para observar (no vetar), y viabilizar propuestas de mejoras continuas a partir de una evaluación de procesos en las acciones que se puedan ir mejorando, y según se vaya desarrollando el plan quinquenal, porque este debe ser monitoreado y evaluado una vez al año. En el exterior hay muchos artistas que se exiliaron, sea por persecución política o por la precaria situación económica en la que por siempre hemos vivido, que estarían dispuestos a regresar para dar su aporte que en mucho beneficiaría, que estos sean llamados para que formen parte de las personas que trabajen en las políticas o también para que sean integrantes del Foro Permanente que vele por el rescate y desarrollo de la cultura.
Está claro que somos seres sociales, incapaces de manejar solos nuestras vidas, en búsqueda del cómo nuestros antepasados organizaron el mundo y escribieron la historia, conscientes que de una manera u otra somos responsables del porvenir de las generaciones que siguen. Así, la cultura es una construcción colectiva, en la cual todos participan, cualquiera sea su condición en la sociedad. Cada ser humano crea cultura, pero no como un individuo aislado; sino en función de su posición social, étnica, género, clase social, siempre condicionado por su pertenencia.
En concreto, William D. Martínez propone la promoción de una consulta popular en la búsqueda de alternativas al problema cultural. En pocas palabras: “Hagamos un plebiscito sobre nuestra cultura”. Dejemos que la gente opine sobre lo que esperan y quieren hacer de la cultura.
La sociedad salvadoreña puede contribuir a encontrar respuestas a la ola actual del pensamiento posmoderno, donde la diversidad, los pequeños relatos, la historia inmediata contradicen un proyecto de defensa de la humanidad, dejando abierto el camino del capitalismo como sistema mundial. No se trata de proponer un neo dogmatismo, sino de reconocer la pluralidad, la incertidumbre, lo aleatorio, como dice Edgar Morin, sin abandonar metas de reconstrucción coherente después del drama de seguridad, ecológico, social y cultural del neoliberalismo.
Desde el silencio del Centro Cultural “Nuestra América” William exhorta a todas aquellas personas profesionales e intelectuales, movimientos sociales, grupos artísticos y educadores populares, de quienes se sabe tienen mucho por aportar a la cultura y han estado callados y a la expectativa, para que dejen de ser dogmáticos y sectarios. “Depongan actitudes, seamos críticos y autocríticos, también seamos propositivos, que al llamado para crear las políticas y el rescate de la cultura y conformar el Foro Permanente sean los primeros en responder, porque si no es hoy no lo será nunca”. El papel del gobierno actual es devolver a cada uno el derecho a la palabra, su capacidad creativa de nombrar, su posibilidad de actuar en solidaridad, creando estructuras económicas, sociales y políticas que lo permitan. La cultura es también la palabra, y esta puede trascender el peso de las estructuras. Las personas sabias pueden inventar, las personas intelectuales pueden anticipar, las personas poetas pueden soñar, la juventud puede ser libre y amar, la gente pobre puede debatir y proponer. La fuerza de las palabras es tremenda, ella puede cambiar el rumbo del mundo, cambiemos nuestra cultura, al menos esta cultura de violencia impregnada en la mente como si fuera una cicatriz que por siempre llevaremos. Fueron las palabras de monseñor Romero lo que lo hicieron grande. Sigamos utilizando esas palabras, principalmente la población de artistas e intelectuales que urge de participación en la toma de decisiones y en la construcción de los cambios reales.