Dr. Víctor Manuel Valle
La Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC), cuya presidencia pro tempore la ejerce actualmente El Salvador, es un espacio de diálogo político en el ámbito de lo que José Martí llamaba Nuestra América. Es decir, el espacio de los actuales 33 Estados de América Latina y el Caribe.
CELAC es donde, al más alto nivel político, representantes de los Estados hablan de sueños e ideales compartidos y soluciones comunes para los grandes problemas de la región.
El 2015, los Estados miembro de las Naciones Unidas lanzaron al mundo la sabia y fecunda agenda 2030, en la que se incluyen 17 objetivos estratégicos para que toda la región alcance en el 2030 niveles óptimos y realistas de desarrollo sostenible. Esa agenda tiene, en sus dos primeros campos prioritarios, dos hermanos fatídicos que han plagado de dolores a la humanidad: la pobreza y el hambre.
Esos dos campos prioritarios se entrelazan estrechamente con otros 15 para completar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y, con ellos, cumplir metas que nos lleven a un mundo mejor el 2030. Se podría decir que, para acabar con la pobreza y el hambre, hay que tomar acción al unísono en los 17 Objetivos para el Desarrollo Sostenible de la llamada agenda 2030.
El 17 de abril del 2018 en curso, la FAO, organización especializada de Naciones Unidas para la seguridad alimentaria, lideró en Chile una reunión para analizar la urgencia de impulsar medidas que aborden el hambre y la pobreza en las áreas rurales de la región.
Se ha dicho y comprobado que “el rostro de la pobreza y el hambre en la región es fundamentalmente rural”. Para escarnio extremo, la mitad de los más de 70 millones de indigentes de América Latina y el Caribe, viven en las zonas rurales, aunque solo una quinta parte de la población total es rural”.
Ha sido oportuno que, en el marco de la CELAC, la FAO haya contribuido a desarrollar fundamentos para la acción en materia de seguridad alimentaria y nutricional, que es la base conceptual para abolir la esclavitud del hambre en las poblaciones pobres de América Latina y el Caribe.
Acabar con el hambre entre la gente es clave para el desarrollo. Por eso es bueno recordar que, se estima, más de 40 millones de habitantes de la región, pasan hambre mientras en ella se desperdician cerca de 350 mil toneladas de alimentos al año. El presidente del Banco Interamericano de Desarrollo Luis Alberto Moreno ha dicho recientemente que se debe acabar con esta “inmoralidad” y que las pérdidas de alimentos ocurren en todas las fases de la cadena de producción, comercialización, preparación y consumo de alimentos.
Es oportuno recordar cuando, en enero de 2003 –hace 15 años-, el presidente de Brasil Luis Ignacio Lula da Silva lanzó su pionero y audaz programa estratégico Hambre Cero, que probadamente dio excelentes resultados y es un referente fundamental para las agendas de desarrollo que han venido después. Es memorable el discurso de lanzamiento de ese programa cuando el presidente Lula dijo que, con dicho programa, movilizaría a la sociedad civil que estaba hambrienta de participación, que los hambrientos estaban urgidos y que lo primero que haría era llenar la barriga de los urgidos para después ofrecerles la nutrición suficiente para que puedan desarrollarse sanamente y que el propósito estratégico del programa era darle a todos los brasileños dignidad y autoestima a través de trabajo, de educación y de salud.
Debido a que el hambre y la pobreza azotan mayormente a las áreas rurales, es necesario hacer que todas las fuerzas vivas y organizadas y los factores de poder en los países concreten, en las áreas rurales, acciones para aplicar, todos los objetivos para el desarrollo sostenible de la agenda 2030.
En el campo, base material de lo rural, vive, en comunidades pequeñas y dispersas, dedicadas a lo agropecuario y amenazadas por la pobreza y el hambre, la quinta parte de la población de América Latina y el Caribe. Por eso es prioritario construir en las áreas rurales “territorios libres de hambre y pobreza”, tal como se propone la FAO.
La CELAC y la FAO, en estupenda alianza, aprobaron el 2015 el Plan para la Seguridad Alimentaria, la Nutrición y Erradicación del Hambre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, SAN CELAC, como un hito político en el que la región se comprometió con erradicar el hambre, la pobreza y la malnutrición para el año 2025. Para cumplir con ese propósito quedan solamente 7 años. Además, en enero del 2017 se adoptó la Estrategia de Género del Plan SAN–CELAC, que de manera transversal incidirá para que los resultados y logros alcanzados por dicho Plan lleguen de igual manera a hombres y mujeres, un ideal ético y político actual.
La IV Reunión Ministerial de la CELAC, sobre agricultura familiar y desarrollo rural, celebrada en San Salvador en diciembre del 2017, adoptó una Declaración y Plan de Acción para fortalecer la agricultura familiar y las distintas estrategias de desarrollo rural, con el fin de superar las desigualdades territoriales y sociales y combatir la pobreza. En la reunión se presentó la Estrategia Regional para la Gestión de Riesgos de Desastres del Sector Agrícola, para enfrentar los efectos del cambio climático y fortalecer la capacidad de los sectores agrícolas, pecuarios, forestales, acuícolas y pesqueros, todo para garantizar la seguridad alimentaria y nutricional, sobre todo después de desastres que afecten las comunidades.
Esa es la razón porque los ministros de Agricultura de la región solicitaron el apoyo y acompañamiento de la FAO, ALADI y CEPAL para identificar 100 territorios, con el mayor índice de hambre y subnutrición en la región, con el fin de priorizar la implementación del Plan San CELAC y, al concluir las acciones pertinentes, declarar esos territorios libres de hambre y pobreza.
Según datos de la FAO, el 45% de la población mundial depende para su subsistencia de la agricultura, la silvicultura, la pesca o la caza. Las mujeres representan el 43% de la fuerza de trabajo agrícola en los países en desarrollo. Los trabajadores agrícolas son quienes producen los alimentos. Sin embargo, según datos de la CEPAL, el 31% de las mujeres no cuenta con ingresos propios. En este marco es que la IV Reunión del Grupo de Trabajo de CELAC sobre Adelanto de la Mujer, en la búsqueda del empoderamiento de la mujer, de su autonomía y de la superación de la pobreza, adoptó en diciembre del 2017 la declaración sobre el aporte transformador de las mujeres rurales en el marco de los ODS. En esa declaración se reitera el rol fundamental que juega la mujer rural para alcanzar la seguridad alimentaria y la nutrición, y por lo tanto la consecución de todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Es evidente que hay problemas e intereses comunes en América Latina y el Caribe, que permiten encontrar consensos y espacios para trabajar juntos por una región sin hambre y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Esto requerirá unidad, complementariedad y compromiso con una causa común: el desarrollo de los pueblos de Nuestra América con dignidad, justicia y paz.
Hay hambrientos y pobres en la región. Es un imperativo moral y político terminar con esa falencia social. La salud colectiva de las sociedades lo necesita. Es justo y necesario. Es de sobrevivencia.
Es tiempo de aunar esfuerzos y construir sinergias para librar las batallas contra el hambre y la pobreza en las áreas rurales de América Latina y el Caribe.
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