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Hay muertos que nunca mueren

Nelson López

Allá por la década de los 70 mucha gente conoció, there oyó  y se enamoró de la nueva trova cubana y fue cuando muchos por primera vez oyeron la frase “hay muertos que nunca mueren”, shop cuando a escondidas esa juventud oía a Silvio Rodríguez y su poema cantado: Sueño con serpientes. Ahí agregó un pensamiento del escritor Bertolt Brecht, poeta y dramaturgo alemán, con esa frase que emocionó a toda una generación complicada por la violencia dictatorial que nos tenía sumidos en una seudo formación, que difícilmente nos permitía leer o entender lo que leíamos. Aquellos que en algún momento leyeron el Antiguo Testamento ya sabían un poco de los muertos que nunca mueren y hablaban de Elías que se había ido en un carruaje de fuego, pero vivo. De ahí que surgió el cristianismo y hasta después del Concilio Vaticano Segundo, los feligreses comenzaron a leer el Nuevo Testamento y admitían no solamente la resurrección de Lázaro o de la hija de Jairo sino que también entendieron que Jesús murió pero que resucitó de entre los muertos y vivió hasta que ascendió a los cielos. Entonces con el paso del tiempo llegamos a comprender que sí hay muertos que nunca mueren y son aquellos que “luchan toda la vida” o sea “los imprescindibles” como escribía Brecht y leía Silvio en su canción. Así fue como los analfabetas funcionales que no solo sabíamos firmar, poco a poco decidimos entender toda aquella oscuridad que cegaba vidas y pensamientos. Ahí está, los muertos que nunca mueren son los niños del Mozote, porque aunque fueron acribillados a fuego y bayonetas lucharon toda su vida, contra el hambre y la miseria. Medio mundo recuerda a los niños que nunca mueren, que siguen rondando Morazán y las mentes de todos los que les querían vivos y los que les dieron muerte. También entendimos que monseñor Romero es de los muertos que nunca mueren y ahí está en el corazón de todos los que le amamos y en la mente de los asesinos que todavía sobreviven hasta el sufrimiento. Ahora es San Romero de América para millones de seres y el Beato Oscar para los católicos y el vaticano. Total que, así despacio, cargados de subcultura y transcultura intuimos que también los seis sacerdotes jesuitas masacrados por los militares y su comandante en jefe, allí adentro… en el campus universitario católico, tampoco van a morir, porque siguen vivos y claman justicia ensordecedora contra esos perseguidores ahora perseguidos por esa paranoia que les hace temblar de miedo hasta que se mueran de verdad. Pero los mártires jesuitas nunca morirán. Jamás hay que confundir a los que nunca mueren con los que nunca se supo si murieron como Osama Bin Laden que nadie vio más que fotos horrendas trabajadas con la alta tecnología del Pothoshop y luego se conoció el cuento de que había sido lanzado al mar para respetar un ritual que solamente puede ser de las Fuerzas Aéreas y que aquí practicaron con tantos desaparecidos que ahí están sus nombres en el mural formando otra larga lista de los imprescindibles.

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