Caralvá
Intimissimun
En aquella época de entre 1931-1944 aconteció la dictadura del General Martínez, una dimensión con pleno Estado Policial, censura, crisis económica etc., de pronto en nuestra era del siglo XXI, las viejas historias y algunas leyendas parecen retornar del fantasmagórico sitio autoritario, no es para menos que ahora se nos habla de reelección, segundo mandato presidencial, como un evento natural pero en esencia ilegal e inconstitucional, así cobran vigencia las letras del siglo pasado.
Leemos la siguiente cita del libro Memorias de mi lucha revolucionaria: Historias del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) / Hugo Navarrete – San Salvador: Editorial Nuevo Enfoque, 2018 – 362 p. “Huelga de Brazos Caídos El aplastamiento de esta insurrección levantó más ampollas. Y ocurrió algo insólito en la historia salvadoreña: todo el país se sumó a una Huelga de Brazos Caídos. Hasta los ferrocarriles dejaron de correr. Esta presión colectiva contribuyó a la renuncia del presidente Maximiliano Hernández Martínez. Durante esta huelga ocurrieron hechos atroces, como el asesinato de Adelina Suncín dentro de su farmacia, fue acusada de ser “romerista” o discípula de Arturo Romero. En esta vorágine represiva también fue acribillada Altagracia Kalil, estudiante del Colegio Guadalupano y José Wrigth, alumno estadounidense del colegio jesuita Externado de San José. A raíz de estas ejecuciones, perpetradas por la Policía Nacional, las embajadas de Estados Unidos, Guatemala y Venezuela se unieron a la petición popular: la dimisión del presidente Maximiliano Hernández Martínez. Algo que finalmente sucedió 37 días después del fallido Golpe d Estado, el 9 de mayo de 1944. A través de un poema, el santaneco Oswaldo Escobar Velado inmortalizó dos de aquellos infames homicidios.
Romance de las dos mujeres
Valiente Policía
Orden los coroneles.
En los días más amargos mataron a dos mujeres.
Fue enero de alas trágicas y carnes asesinadas.
Las dos murieron muy solas,
Ninguna tenía arma.
Valiente Policía.
Orden de los coroneles.
En esos días más amargos mataron a dos mujeres.
Por Altagracia Kalil vinieron ángeles raros,
Ángeles de ojos profundos al cielo se la llevaron.
Por Adelina Suncín vinieron ángeles nuestros
Ángeles puros de barro para la mártir del pueblo.
Heroínas populares duermen su sueño celeste.
Desde que ustedes murieron se hizo más grande la muerte”.
Así la expresión popular de aquellos tristes días bajo la dictadura, pero connota también el testimonio de eventos que evocan la actitud contra la represión, aunque se exprese con humildes poemas clandestinos.
De la misma época Pedro Geoffroy Rivas (1908-1979) en Panorama de la Literatura Salvadoreña: del período precolombino a 1980 / Luis Gallegos Valdés –San Salvador: UCA editores, 1989 pág 266… “ Ha sabido sentir y expresar el dramatismo latente en la vida del pueblo salvadoreño. Guiado por su ideal de reivindicación social, vivió la cárcel y el destierro en su juventud. Su buen gusto, su cultura literaria, sin embargo, le impidieron caer en la protesta de cartel. Vida, pasión y muerte del antihombre, 1936, él mismo nos lo acaba de confesar, es su “poema crucial”. Es uno de sus poemas de más alta calidad estética y de más hondo significado. Canto a la Madre:
Con un afán de árboles
Ella desenterró sus muertos para esta vida en que culminan
diez millones de vidas,
crucificó su cuerpo en la corte de todos los caminos para mí
alzado y sin fronteras
y nutrió mis raíces en el hueco de una vieja nostalgia de ojos
Madrugados,
Y fui yo solo entonces a taladrar mi brecha,
prolongado un dolor que me llegaba nadie sabe de dónde,
a llenar mi destino de ser apenas un jalón de sueño,
a pulir mi diamante, a descubrir mi pozo,
a levantar muy alto unas cuantas banderas de alegría.
Un niño triste a veces se asoma a los ojos,
pálido niño pálido de silencio y anhelo.
A veces también lloro por mi frustrada ancianidad,
grito sobre mi muerte lejana y prematura,
sumergido en la angustia,
como quien hunde la cabeza en una almohada
para que nadie vea sus latentes racimos de tristeza.
Pobrecito poeta que era yo, burgués y bueno.
Espermatozoide de abogado sin clientela.
El poeta Roque Dalton en el Libro Taberna y otros lugares en su poema La Segura Mano de Dios connota el asesinato del General Martínez, una verdadera fotografía de la muerte del Dictador.
Leyenda: La muerte del General Martínez
Año 2018: “en cierta ocasión, en la vela de un amigo, dos personas hablan casi en alta voz a pesar del luto familiar, mi vecindad ocasional, me permitió seguir la conversación “involuntariamente”, como quien sigue una serie de Netflix : Love, Death + Robots´ cuestión de circunstancia: – Mirá chero- te contaré la historia de la muerte del General Martínez, fijáte que Cipriano Morales era su chofer en Honduras, pero no solo eso, el hombre era un “milusos” de esos al estilo mexicano, era caporal de hacienda, peón de campo, mayordono, limpiador de botas sucias, lavador de inodoros del servicio y privado, paseador de perros, alimentador de pollos, además le ayudaba en su tina de baño… ya vés que los viejitos tienen sus “temas”, -pués mirá- resulta que la mujer de Cipriano estaba embarazada, ya tenía más de ocho meses y muy pronta a parir, avanzaba el término de su gestación pero no el pago de muchos meses atrasados, -pués mirá- que Cipriano le pide al General el salario, pero el anciano en un arranque senil lo insulta de la forma más grave que un hombre siente en su virilidad, además le recuerda a su progenitora de la peor forma, sin omitir un escupitajo en el rostro, Cipriano estoico de condición humilde, ya había visto a otros caporales heridos a bastonazos que se plantaron con el mismo reclamo, su destino había sido triste y además el anciano dictador siempre estaba mal acompañado de un Revólver especial, así Cipriano aguantó la carga, pero en su corazón aquello no quedaría sin respuesta, con la humildad de un lobo de la manada ante el jefe alfa, agachó las orejas y casi se arrastra ante aquella insolencia, el general continuó con una murmura amarga, Cipriano espero su turno, sabía que todos los días tomaba el baño antes del almuerzo, Cipriano se presentó como si nada al día siguiente, pero ya tenía un plan, tomaría un cuchillo usado también como herramienta de labranza (en la casa había una colección de cuchillos Douk Douk Geant plegable, Ka-Bar, Bowie, Kukri) Cipriano tomó el más afilado, sabía que el hombre de lento hablar con pausa militar, tomaba una ducha y luego tenía su ritual de almuerzo, le llevaría su comida a la mesa, pero ese día a su espalda desenvainó aquél cuchillo que pareció centellar al acometer el emaciado cuerpo del expresidente de El Salvador, fueron muchas la cuchilladas a corta distancia, en cada una Cipriano profería las mismas palabras que había escuchado días anteriores… luego se fue donde su mujer, se despidió, pero ya el asesinato era noticia nacional e internacional, decidió entregarse, de todos modos ese viejo había matado a más salvadoreños en 1932 que los que se pueden contar con un ábaco -mirá chero- quizás un día publique esta historia, me la contó una amiga de la mujer de Cipriano que la cuidó postparto y en soledad sin marido…”. amazon.com/author/csarcaralv
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