César Ramírez Caralvá
Escritor y fundador de 3000
«Se denomina hiperficción o narración hipertextual a las narraciones mediante hipertexto, es decir, compuestas por un conjunto de fragmentos de texto (que algunos llaman lexías) relacionados entre sí por enlaces. Se caracterizan por no tener un único camino establecido por el autor, sino que deja al lector la capacidad de elegir su camino entre varios posibles. En ocasiones no tiene ni siquiera un principio establecido. Casi nunca tiene final. Las versiones más extremas permiten al lector modificar la obra, o bien directamente, o bien colaborando con el autor original» (Wikipedia); de cierto modo con esta variante narrativa se recupera la emotividad del lector-autor-contexto histórico, diferente a las usuales líneas predecibles de los contenidos tradicionales.
En realidad, es una invitación a la creatividad desde las diversas perspectivas que el lector-autor considere sus propios caminos, existe además un encuentro con los múltiples caminos que la sociedad nos brinda, puesto que, así como un libro «no hace la revolución», un autor no crea un estilo narrativo, será acaso un intento de asaltar el cielo desde las propias obras que adquieren vida en los lectores-autores. La intuición es fundamental en todo sentido de creación o crítica de los caminos conocidos, al igual que el «artefacto» ancestral de la «sorpresa» y nada es más caótico que la concreción social.
Un elemento vocativo es la «invención» de nuevas palabras, dialéctica individual que transgrede las normativas usuales, ello no significa una regresión, desde mi punto de vista enriquece el uso del lenguaje en franca oposición de su degeneración, hablamos de modelos propositivos diferente a la decadencia ritual que provoca arcaísmos o lo peor, palabras en desuso; en ese espacio muchas palabras fenecen por el período histórico o por la superación de una etapa económica, sin excluir las palabras populares en tiempos de guerra civil, de esa forma las propuestas se desarrollan por diversos esquemas de comunicación escritas, orales, pictóricas, tecnológicas etc. Sin olvidar la conjugación clasista de diversas épocas.
«Nacieron así obras no lineales (o que se plantean suprimir la linealidad) publicadas en papel, especialmente durante la segunda mitad del siglo XX: Rayuela, de Julio Cortázar, 1963, «El jardín de los senderos que se bifurcan», del libro Ficciones de Jorge Luis Borges, Si una noche de invierno un viajero y El castillo de los destinos cruzados, de Ítalo Calvino, La vida instrucciones de uso (La Vie mode d’emploi) novela de Georges Perec, 1978, Diccionario Jázaro de Milorad Paviæ, 1985, Cien mil millones de poemas…, de Raymond Queneau. También, sin ser «alta literatura», aparecieron todo tipo de obras de Elige tu propia aventura o Libros Juego en los que la lectura se completaba con otros elementos más propios de los juegos de mesa: dados, anotaciones, etc.» (Wikipedia).
Nada nuevo entonces, con variantes del siglo pasado pero que en nuestras lecturas juveniles fueron acciones, fueron libros convertidos en autopistas de conocimiento y creación.
La audacia de leer es significativa en estas obras, como una condición vital, social e histórica siempre en construcción, aunque en ocasiones es de-construcción, destrucción o reconstrucción, un verdadero laberinto de conceptos. De pronto la oscuridad termina, amanece la obra en cada respiración del lector-autor o la realidad cotidiana que llama a salir de la caverna con un epílogo de luz en el…
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