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Historias nazis en Rusia (1944)

 

Caralvá

Intimissimun

Ahora me reencuentro con mis lecturas adolescentes, un  libro suspendido que tienen un nombre grabado en su antetítulo interno: Germán Mejía Navarro (RIP) a quién agradezco su regalo para siempre, tiene una fecha 1965, esas fueron lecturas que conformaron mi pequeño universo infanto-juvenil, uno recuerda toda la vida esas imágenes de guerra, relatos de Polonia, el invierno ruso, emboscadas en hielo, prisioneros rusos, Ghettos, la crueldad que se apodera del ejército nazi y la defensa eslava en condiciones desiguales.

Cuando repasamos libros olvidados, acercamos el universo del siglo pasado con el dolor de relatos que parecen ficciones, pero son testimonios corroborados por los sobrevivientes, quizás por ello la humanidad desea no enfrentarse de nuevo con los fanáticos (neo)nazis, para no repetir la barbarie que vivieron otras humanidades.

La guerra al final es muerte.

Un escritor fascista Curzio Malaparte (italiano) anotó en su libro Kapputt algunos de esos horrores, en las derivadas acciones de la SS (Organización paramilitar del Partido NAZI) en Rusia.

Un grupo de prisioneros rusos obreros es capturado por las fuerzas nazis (fragmento)

“Vosotros os quedareis aquí hasta mañana que es cuando saldréis hacia el campo de trabajo – explico el feldwebel[1] al grupo de la izquierda. Luego se volvió al de la derecha, al de los aprobados, y con voz dura ordenó que se pusieran en fila. Cuando los prisioneros estuvieron alineados uno junto a otro tocándose los codos, los contó de nuevo- : ¡Treinta y uno! -gritó e hizo una señal al pelotón de las S.S. que aguardaban en el fondo del patio.

-¡Vuelta a la derecha,  march! -ordenó. Los prisioneros ejecutaron el movimiento y avanzaron pateando con fuerza sobre el barro. Cuando se encontraron de cara a la pared del patrio, el feldwebel gritó:

-Halt- Y volviéndose hacia los S.S. que se habían situado a poca distancia del pelotón y alzaban apuntando los fusiles ametralladores, carraspeó, escupió al suelo y gritó-: Feur[2]!

Al oír el crepitar de la descarga, el coronel, que estaba a pocos pasos de la puerta del Comando, se detuvo y se volvió de golpe. También los oficiales miraron hacia atrás. El coronel se pasó la mano por la cara, como para secarse el sudor, y seguido de sus oficiales penetró en la Comandancia.

-Ach so[3]– dijo el sonderführer de Melitopol al pasar por mi lado-. Es necesario hacer una limpieza en Rusia de toda esa plaga literaria. Los campesinos y los obreros que saben leer y escribir demasiado bien son peligrosos. Todos son comunistas.

-Natürlich -respondí- pero en Alemania todos, los obreros y los campesinos, saben leer y escribir perfectamente.

-El pueblo alemán es un pueblo de alta Kultur.

-Naturalmente -respondí- el pueblo alemán es un pueblo de alta Kultur.

-¿Nicht war[4]? -dijo riendo el intérprete, y se dirigió hacia las oficinas de la Comandancia.

Y yo me quedé solo en medio del patio, temblando como un azogado, ante los prisioneros que no sabían leer.

Más tarde, a medida que iba creciendo su misterioso pavor, según se agrandaba en sus ojos aquella misteriosa mancha blanca, comenzaron los alemanes a matar prisioneros que tenían los pies llagados y no podían andar; empezaron a incendiar aldeas que no lograban entregar a los comités de requisas tantas y tantas medidas de grano y de harina, tantas y tantas medidas de maíz y de cebada, tantos y tantos caballos y tantas y tantas cabezas de ganado… Y cuando los hebreos empezaron a escasear se dedicaron a ahorcar campesinos. Los colgaban por la garganta o por los pies en las ramas de los árboles, en las plazuelas de las aldeas, alrededor del pedestal vacío en donde, pocos días antes, se elevaba la estatua de yeso de Lenin o Stalin. Los ahorcaban al lado de los cuerpos de los hebreos lavados por la lluvia, dejándolos allí días y más días bajo el cielo negro, junto a los perros de los hebreos, colgados en la misma rama donde estaban sus amos.

-¡Ah, los puercos hebreos!  -exclamaban, al pasar, los soldados alemanes… pág. 184-185

Estos fragmentos nos ilustran sobre a aquella realidad de la Segunda Guerra Mundial, los alemanes se encuentran en Ucrania y Rumanía camino a Moscú… las escenas irradian racismo, odio étnico, ideología extrema nazi… estos argumentos invaden Europa y Norteamérica, por lo tanto, provocan temor entre las minorías, las culturas o religiones diferentes.

¿Repetimos la historia en la guerra Rusia-Ucrania?

Curzio Malaparte fue un periodista, dramaturgo, escritor de relato corto, perteneció al partido Nacional Fascista Italia. Kaputt /Curzio Malaparte – México: Diana. S. A. 1958 – 361 pág.

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[1] Sargento

[2] Fuego

[3] Así

[4] No es verdad

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