Álvaro Darío Lara
Muy recientemente se realizó en la Facultad Multidisciplinaria de Occidente de la Universidad de El Salvador un cálido homenaje a la memoria del poeta y ex combatiente revolucionario Jaime Núñez, quien perdiera la vida en una acción bélica junto al también estudiante de Derecho Noel Ulises Hernández Pineda, a sólo seis meses de firmarse los acuerdos políticos que permitieron el cese de la pasada guerra civil salvadoreña.
El evento fue organizado por los alumnos de la Cátedra de Redacción en Español de la Carrera de Licenciatura en Idiomas, opción Enseñanza, bajo la tutela del escritor y profesor universitario Tony Peña, quien mediante estas actividades culturales y artísticas año con año mantiene vivo el recuerdo de todos aquellos poetas que dieron su vida por una Patria más solidaria y justa.
Participaron en el acto los escritores: Jorge Haguilar, Aída Párraga, e Ingrid Umaña; contando con la intervención musical de Rossmery Rodríguez y Dimás Castellón. Por razones de fuerza mayor un servidor no estuvo presente, agradeciendo infinitamente la proverbial gentileza del Maestro Peña y de sus entusiastas alumnos.
Como ya he referido en anteriores escritos conocí a José Jaime Núñez en 1983. Jaime llegó a culminar su Bachillerato Académico en Humanidades al Colegio Cervantes de San Salvador. A los pocos días de ser compañeros nos hicimos muy buenos amigos, una amistad que duró hasta su lamentable muerte. Nos graduamos juntos.
Jaime era un joven unos años mayor que nosotros, muy fraterno y sensible. A pesar de su delgadez, era de complexión atlética, muy fuerte; de piel morena y de una reluciente melena negra, peinada al centro, como se estilaba en la época. Gran basquetbolista, a ratos ensimismado, pero poseedor de una agradabilísima sonrisa y de una brillante mirada. Le gustaba vestir bien, y siempre portaba una fina cadena de oro al cuello, y una esclava también del mismo precioso metal.
En ese tiempo, Jaime, vivía la contradicción entre su trabajo nocturno en la empresa familiar de diversión, y sus intereses más hondos que iban hacia la poesía, la lectura de textos marxistas, el deseo vehemente de cambiar la realidad social del país y el derecho que ansiaba cursar en la universidad.
Ese último año de bachillerato lo pasamos enfiestados. En más de una ocasión canturreamos canciones mexicanas por la Colonia La Rábida de la ciudad capital. Jaime nos presentó a sus hermanos, y fue con su hermano Ricardo, con quien también entablamos grata amistad.
Después de recibir nuestro diploma de bachilleres, en noviembre de 1983, dejamos de vernos por largo tiempo. Yo ingresé a la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) para cursar la carrera de Letras, y Jaime fue a la Universidad de El Salvador para estudiar Derecho. Y fue ahí, en la Facultad de Derecho de la UES, donde nos reencontramos en 1990, si la memoria no me traiciona. Jaime estaba ya incorporado a un esfuerzo organizativo estudiantil, el recordado Movimiento Alternativa, tras el cual se encontraba una de las organizaciones político-militares de la época. Jaime se había integrado a la lucha armada y participaba ya en distintas acciones urbanas. Y fue, precisamente, en una de ellas donde perdió la vida, el sábado 15 de junio de 1991.
Desde aquella época tuve la convicción que el sacrificio de Jaime y de Noel, auténtico en toda su dimensión ética, humana, revolucionaria, estuvo muy determinado por una visión no exenta de un fuerte idealismo y romanticismo, muy alejado de las concepciones pragmáticas del contexto político que vivíamos ya en esa época, post-ofensiva de noviembre de 1989 e internacionalmente signado por la caída del muro de Berlín y por el desplome de la Unión Soviética.
Por otra parte, visto ya con la madurez de los años, muchos de los conflictos internos que vivíamos los entonces jóvenes, problemáticas existenciales, personales, familiares, propias de la edad, encontraban en los escenarios externos políticos de aquellos tiempos, un espacio propicio para su despliegue y desvío. Era una forma también, inconsciente, de darnos sentido, y de direccionar en la agitada vida nacional, en los “enemigos” de aquella convulsa época, nuestras situaciones más íntimas.
Cuando la guerra terminó, sólo entonces, llegó para quienes sobrevivimos, el enfrentamiento con los verdaderos enemigos, con los más terribles, con los que llevábamos dentro.
Jaime, fundó junto a su hermano Ricardo y otros jóvenes el Taller Literario “Letra Inédita” y dejó un poemario titulado “Poeta no me robes las palabras “, que merecería ver la luz pública.
Su voz muy influenciada por la temática de la lucha, el amor, la muerte, con dosis de humor y de ironía, nos llega nítida a través del tiempo: “Mediodía/ los chacales andan sueltos/mostrando los colores/de hambre, marginación/ y sangre… / Amparado por tu ejemplo/hermano, trato de no cansarme. /Otra vez, es mediodía, / cine central; domingo/espero a Lolo gesticulando/buscando la forma de arreglarme/estas greñas que no creen/en mariposas preñadas/o en elefantes y hormiguitas/fornicando. /Esperando el momento/ de la llamarada/la hora exacta/la hora de los elegidos…” (Poema “Elecciones”, dedicado a Zapata y Sebastián).
La ternura, el amor, la conciencia que la vida estaba en juego a cada instante, se trasluce en estos versos: “Si regresara a la Facultad/ te diría cosas profundas/por ejemplo, que te amo. /Sí, te amo con este/amor combatiente/con este amor a la patria/si regresara/ te entregaría estos/versos/sazonados con hojitas/de venga, venga/con raíces/de no me dejes…” (Poema: “Espérame”).
La poesía se le daba a Jaime de forma bastante fluida, su verso era conversacional; integrando lo popular, lo cotidiano, pero con un definitivo rasgo trascendente mediante las claves propias del lenguaje poético. Veamos: “La noche llegó violenta/ espueleada por demonios/ ambulantes. / Te presentí partir amparada/ por un paraguas dogmático. / El amor no es un mancebo/ doméstico, niña; / es más bien un viejo rebelde/ apedreándose el narcisismo. / Pero cómo podría/ darme tus labios, aunque sea/ a boca de paisaje…/ Si solamente/ eres una sombra/ que he inventado/ para sobrevivir/ a las horas difíciles…” (Poema: “Agua de tilo calientita”).
Concluimos con su poema “Carta (abril 7)”: “Mercy / es posible que los dioses/ me llamen a su encuentro. /Ahora es más completo el riesgo / la muerte parece un gran ojo/revisándonos el porte…/ Adrián ha caído/ el guerrero sonrisa / el compa romántico/ mucho, muy lírico decía Zapata. / Todavía presiento su forma/de llamarnos en los fríos amaneceres:/Ya es hora, despierte, compañerito”.
La poesía y el testimonio vital de Jaime Núñez, tan afecto a la cultura del pueblo, a su pasado ancestral, a sus necesidades y sufrimientos, tan cargado de esperanza, nos debe animar a continuar enarbolando el amor a la palabra, a su palabra poética; y a mantener viva, con el trabajo diario, la esperanza en un futuro más prometedor para nuestra Patria.
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