Rafael Lara-Martínez
(New Mexico Tech, treat
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Desde Comala siempre…
Según la filosofía náhuat-pipil, la condición del Homo erectus es compleja. La complica el lapso que transcurre de lo material a lo metafórico. Todo sentido literal lo colma su acepción figurada. Resplandeciente como la luna, el concepto se desdobla hacia una faz oscura y oculta. He aquí su multiplicidad en prisma: quetza (muquetza, quiquetza), quejquetza, ixquetza, taquetza, taquetzal, tajtaquetza…
I. Quetza: erección corporal
Lo primero que se erige es el cuerpo humano. Erguido se levanta de lo rastrero y de lo cuadrúpedo para liberar la mano que se alza hacia la estrella. Nimuquetza, “me paro, me alzo”. Erijo un proyecto humano en el mundo, al resurgir almuquetza, “venir-reflexivo-levantar”.
Al levantar su propio cuerpo, el ser humano no sólo se eleva del polvo. No sólo asciende hacia la utopía. También hace que su entorno se eleve acorde a su proyecto. Nicquetza, “lo erijo, lo levanto, lo establezco”. Lo que se instituye se llama sociedad. Mundo político. El ser humano edifica su hogar, kalketza, “casa-levantar”, al igual que su tumba o morada mortuoria, xaxaputketza, “reduplicación-cueva/tumba-levantar”. Es obvio que la acción primera consiste en alzar el mundo de la Nada oscura, taltikpakketza, “tierra-levantar; crear”.
El paso del verbo reflexivo al transitivo hace que la erección del cuerpo se vuelque en el establecimiento de una cultura. Es obvio que la tensión del deseo y la del morbo fálico también prosiguen igual elevación (véase: tzinquetza, “sodomizar, copular (ano/cimiento/base-levantar)”). Resulta posible levantar una parte cualquiera del cuerpo, tal como mukechketza, “reflexivo-cabeza/hombro-levantar“ al igual que, con reverencia o sumisión, arrodillarse y adorar: mutankuaquetza, “reflexivo-rodilla-levantar”.
Un mundo material se edifica alrededor del ser humano erguido. Luego de levantarse —de lograr una erección— el Homo erectus erige su propio mundo (ojo: el falocentrismo del concepto transcribe la palabra original, sin subjetividad ni censura arbitraria de mi parte). Habría una cierta universalidad en el concepto ya que “los griegos comprendían el ser a partir del ser/estar alzado erecto” (F. Dastur, Dire le temps (1994: 28))
II. Quejquetza: erección mental
Empero, lo tangible no existe sin su contraparte impalpable, como el día no aclara el mundo sin el concurso oscuro de la noche. De tal unión de los opuestos —lo visible y lo inteligible; el sonido y el sentido— resulta que la reduplicación de la raíz evoca el pensamiento y la imaginación. Quetza se vuelve quejquetza, “pensar” y sus sinónimos correspondientes.
Acaso sólo se levanta lo que la mente humana proyecta hacia el entorno. Niquiquejquetza, “lo pongo distraídamente, lo imagino, lo creo, lo pienso”. Literalmente, lo que se re-erige —lo que se re-para en castellano— lo dicta el idear y el conjeturar. No existe una erección material que no prosiga el dictado de lo imaginario. El deseo dicta la erección del cuerpo, viceversa, la rigidez incita el deseo.
III. Ixquetza: erección ocular
No sólo la mano se independiza del suelo para volverse prensora. Se halla lista a asir un instrumento de trabajo y dispuesta a la escritura, a la pintura, etc. Al quehacer y al arte; a la producción y a lo creativo. Con la posición erecta, la cabeza se yergue. La visión se libera. Los ojos y la boca se enderezan. Logran una posición horizontal y elevada. La mano, la vista y la palabra forman una trinidad del sentido en un cuerpo erecto.
Niquixquetza, “lo concibo, lo pienso, lo imagino; concibo razones”. Lo que se discurre significa el objeto o la razón que se levanta (quetza) al ojo (ix). Ante el ojo, el objeto se arropa de fantasía. Ob-jectum, lo que yace/levanta (quetza) al frente (ob-, ix-). Lo que se alza a la mirada humana al investigarlo. Incluso en inglés lo real —the real thing— es aquello que el ser humano realises, lo que advierte y hace suyo por la conciencia. El darse cuenta hace de los hechos palabras y acción histórica. Al observar el mundo desde su posición erguida (quetza), se garantiza —ixquetza también— que la observación guíe el pensamiento. Sólo quien se yergue (quetza) sobre el mundo del polvo, es capaz de idearlo (ixquetza) e imaginar un cambio.
IV. Taquetza: erección verbal
Lo que se erige –un objeto indeterminado, ta-— responde al dictamen de la palabra. Nitaquetza, “hablo”, es decir, literalmente, “yo-algo-erijo”. El nombre erige la condición cultural del objeto. Lo coloniza. “Yo (ni-) levanto (quetza) el objeto (ta-) y al nombrarlo acude culturalmente a mi llamado. Si greciajtaquetza —“país/lengua-algo-levantar”— significa, “hablar griego”, en teoría, la anteposición de una lengua o país genera compuestos para todos hablantes de todos los idiomas del mundo. Cada lengua llama a un conjunto de objetos a constituirse en el universo cultural que le es propio a sí.
El nombre redime para una cultura particular el carácter natural de la cosa. La palabra —lo que se habla, taquetza— hace que la cosa “se levante (muquetza)” de su condición rastrera, terrenal, hacia una esfera socio-cultural distinta. Tan distinta como el árbol cuya madera se vuelve mesa en el comedor, o leña al fuego. Por la posición erecta, no sólo la mano y la vista se emancipan. No sólo los dedos ágiles edifican un mundo; los ojos, su visión particular. Lo levantan —nicquetza— en vilo al construir ciudades y planear su infraestructura. No sólo la piedra se vuelve chimenea o centro del hogar; ladrillo de piso, etc.
También la garganta hace del graznido palabra. La palabra —nitaquetza— levanta el mundo al nombrarlo. Al pie de la letra, la metáfora —“yo-algo-erijo; hablo”— erige el objeto a su llamado. Lo literal —“yo lo levanto”, nicquetza—se realiza en la metáfora del idioma. “Hablo, levanto algo, lo llamo”, ni(c)taquetza. La erección por la palabra hace que se socialice un objeto natural al reaparecer como real para la cultura.
De tal juego de palabras —material y figurado— deriva el doble sentido de taquetzal (algo-levantar-pasivo, “lo que se levanta/erige/yergue”). Significa “horcón, columna, pilar de una casa”, pero también “cuento, fábula” (si el nombre del ave quetzal no deriva de quetza, su homofonía se presta a un juego singular entre el sonido y el sentido: “lo precioso, lo erecto”).
El pedestal del universo humano lo instituye la palabra. En la lengua clásica la fabulación humana —tlaquetzalli— instituye la columna de la cultura. Si el pilar alza la casa, la fábula instituye la cultura. De la palabra a lo divino sólo hay un paso muy corto, el cual también construye un mundo de ideas teológicas que fundamentan un mundo social, teut-ta-ketza, “dios-algo-levantar”. Y lo “resucita” —yulketza, “corazón-levantar”— por una cualidad viva, yultuk, “corazón-participio, lo acorazonado, lo vivo”, que le irradia energía a todo organismo existente (e=mc2).
Otros compuestos interesantes se derivan del acto de habla —taquetza— que alza el objeto natural hacia la cultura. Desde el principio, la unidad del habla, sentaketza, “uno/junto-algo-elevar”, no sólo inicia la “discusión” y la “promesa” entre los interlocutores de un diálogo, sino que su unidad (se(n)) indivisible inaugura el discurso testamentario (sentaketzat). Por ser igual a sí mismo (1=1), la unidad se refleja sobre sí sin necesidad de un tertio comparationis. Define la condición de posibilidad de todo número, n+1, es decir, el infinito matemático. Si en vez de un “habla de necios”, meletaketza, existiera un diálogo entre el infinito numérico y el divino —materialismo e idealismo— su realismo lo establecería el punto intermedio (tajku) de un habla (taketza) que se sitúa al centro mismo de los extremos. Se le llama tajkutaketza.
V. Tajtaquetza: erección fantástica
Si hay algo, algo que realmente se erija, ese algo se llama fantasía humana. Nitajtaquetza, “platico, cuenteo, enamoro, fabulo”. “Hago literatura” cuando doblemente, y con insistencia, “erijo algo”. La reduplicación del objeto directo indeterminado —taj-ta-—hace que la erección culmine en el fantaseo amoroso y en el ensueño poético. Tlatlaquetzalli significa “fábula, cuento, broma” en la lengua clásica. Lejos del “desierto de la real” —de la condición animal de reptil y de cuadrúpedo— el Homo erectus (quetza) vive en la fantasía de su Orbis Tertius: The Matrix.
Pero crédulo y sumiso —sin aceptar en pleno su erección de porte, de rostro y de palabra— admite que la dualidad (taj-ta-) de lo alzado sea lo real. Lo real de los hechos queda oculto bajo la aureola humana del “narrar cuentos y bromas”. La palabra instala la condición humana de lo imaginario, esto es, de lo que se considera la realidad. El hechizo de la palabra es el sustituto de la cosa. No hay hechos sin hechizos del verdadero logos, (taj)taquetza, que los recolecte en una re-presentación. Sea que los realice —los cristalice en un idioma particular— sea que you realice them in your entire (sen) imagination. No hay una sola sino hay diversas maneras de hacer que lo real se vuelva realidad…
VI. Resumen gramatical
1. Ni-mu-quetza, “me paro, me alzo” (Lit.: yo-me-paro/levanto/erijo).
2. Ni-c-quetza, “lo erijo, lo levanto/paro, lo establezco” (Lit.: yo-lo-paro/levanto/erijo). En vez del pronombre de complemento directo se puede colocar un sustantivo incorporado como “casa”, kal, etc., kalquetza.
3. Ni-qui-quej-quetza, “lo pongo distraídamente, lo imagino, lo creo, lo pienso” (Lit.: yo-lo-re-paro/levanto/erijo).
4. Ni-qu(i)-ix-quetza, “lo concibo, lo pienso, lo imagino; concibo razones” (Lit.: yo-lo-ojo-paro/levanto/erijo).
5. Ni-(c)-ta-quetza, “hablo, lo llamo, lo refiero” (Lit.: yo-lo-algo-paro/levanto/erijo).
6. Taquetzal, “lo que se levanta/erige/yergue” (Lit.: algo-levantar-pasivo, lo erecto, lo erigido/levantado; lo que se erige).
7. Ni-taj-ta-quetza, “platico, cuenteo, enamoro, fabulo” (Lit.: yo-algo-algo-paro/levanto/erijo).
VII. Omisiones
(Quedan sin comentario: ahquetzahuetzi, “caer bocarriba (boca-levantar-caer)”; ixahquetzahuetz “acostarse bocarriba (ojo-boca-levantar-caer)”; nexquetza, “cocer maíz/nixtamal (ceniza-levantar)”; talquetzal, “un tipo de zacate (tierra-levantar)”; tancuaquetza, “arrodillarse (rodilla-levantar)”; tzinquetza, “parar (como un tronco), copular (cimiento/nalga/ano-levantar)”…). Y de seguro hay aún más omisiones ya que si una sustancia empapa toda actividad humana, esa omnipresencia se llama logos, lengua, sin duda un derivado de quetza/ketza…
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