Por Noe Leiba
Siguatepeque/AFP
El verdor resurge en las montañas del norte de Honduras, completamente devastadas hace unos meses por un insecto que devora los árboles de pino y que en tres años acabó con más de una cuarta parte de los bosques del país.
El año pasado, estudiantes de la Universidad Nacional de Ciencias Forestales (Unacifor) se echaron las motosierras al hombro y vinieron a Siguatepeque, 80 km al norte de Tegucigalpa, para darle una respuesta radical al problema: talaron el bosque y contuvieron la inusitada plaga.
En octubre, cuando el problema se consideró superado, iniciaron los trabajos de reforestación y los resultados empiezan a ser notorios.
Oscar Leverón, profesor de Unacifor, a la cabeza de la brigada estudiantil, explicó que se requieren de 25 a 30 años para que los árboles vuelvan a tener la altura de los que fueron talados.
La plaga del gorgojo, cuyo nombre científico es Dendroctonus frontalis, fue detectada en 2013, pero no fue sino hasta hace un año que el presidente hondureño, Juan Orlando Hernández, declaró «emergencia del bosque» tras confirmarse que la reproducción del insecto había alcanzado proporciones «explosivas».
Uno de los peores desastres ecológicos que Honduras ha sufrido en muchas décadas fue atribuido por los expertos a una sequía causada por el fenómeno El Niño, que azotó Centroamérica los últimos tres años.
Leverón consideró que el riesgo se presenta en la próxima temporada seca, porque las lluvias que cayeron a partir de septiembre contribuyeron también a disminuir el avance de la plaga.
El árbol, explicó el académico, suda con el sol y si el suelo carece de agua a causa de la sequía, sufre de estrés. Además, por la falta de agua produce menos resina, su mecanismo de autodefensa, lo que permite al insecto desarrollarse.
Luego de la declaración de emergencia, fuerzas de tareas de hasta 3.500 personas desplegadas en las montañas de toda Honduras por el Instituto de Conservación Forestal (ICF) cortaron una buena parte de los pinos carcomidos por el insecto.
Los estudiantes de Unacifor se sumaron a las brigadas para cortar vastas extensiones de bosque contaminados con la plaga en las 5.000 hectáreas de pinares propiedad de la universidad.
En arbustos de encino, los estudiantes colgaron trampas hechas con hileras de embudos de plástico negro y una bolsa olorosa a resina para atraer a los minúsculos insectos, de no más de cuatro milímetros de longitud.
En el peor momento de la plaga, encontraron que en un solo árbol había 139.000 insectos y en una trampa caían hasta 12.000.
«Tendría que haber cero (insectos) en las trampas», comentó Leverón, mientras tres estudiantes lo ayudaban a recolectar el contenido de los depósitos de plástico el pasado sábado.
Ese día, en una trampa encontraron dos abejas y en otra 12 gorgojos, una cantidad que no representa mayor peligro para las plantas.
Amenaza latente
Leverón y las autoridades del ICF confirmaron a la AFP que la plaga «está controlada» pero los bosques quedaron susceptibles de ser atacados nuevamente.
Imágenes satelitales revelan que 508.750 hectáreas fueron devastadas desde 2013 por el insecto que comenzó a disminuir en octubre, pero Leverón estima que la destrucción supera las 600.000 hectáreas.
Cuando empezó la explosión de la plaga, Honduras tenía 1,9 millones de hectáreas de pino.
El ICF tiene además un registro de 883 hectáreas infectadas, en grupos pequeños de hasta cinco árboles, explicó a la AFP Juan Barrios, encargado del programa de combate del insecto.
«La plaga está controlada en un 98% pero es un problema tener esa dispersión de los brotes», advirtió el experto.