A nadie le debe quedar dudas, a estas alturas, que lo que ocurre en el país vecino es un descarado intento de fraude electoral, y ante el rechazo de la oposición, a todas luces ganadora de las elecciones presidenciales, el Gobierno responde con la represión, y por ello decretó la noche del viernes el toque de queda y la restricción de los derechos constitucionales de los hondureños.
El lunes pasado en la madrugada el Tribunal Electoral de Honduras decidió suspender el conteo, justo cuando el candidato opositor Salvador Nasralla aventajaba al oficialismo en más de 90 mil votos, una ventaja del 5% de los votos. El Tribunal electoral justificó la suspensión a la “caída del sistema” que duró cinco horas.
Al reiniciarse el conteo de los votos registrados en las actas, curiosamente la tendencia a favor de la oposición comenzó a mermar, tanto así que el candidato del oficialismo se puso a la par de Nasralla, lo cual, por su puesto era ilógico y sospechoso.
Tan ilógico era el panorama, como lo era el lento conteo de las actas, que la oposición salió a protestar a la calle.
Un magistrado del Tribunal Supremo Electoral dio declaraciones muy delicadas, pues, prácticamente insinuó que se estaba cocinando un fraude, y que desde mediados de la semana pasada el TSE tenía ya al ganador pero los otros magistrados se negaban a informarlo.
Todo lo anterior llevó al pueblo hondureño opositor a rechazar el fraude y que dieran como ganador al candidato de la Alianza de Oposición contra la Dictadura. Es decir, el pueblo hondureño exigía que se reconociera el triunfo de Salvador Nasralla.
Algunos grupos aprovecharon las protestas de la oposición política y se volcaron al pillaje, esto fue aprovechado por el presidente de Honduras y candidato a la reelección Juan Orlando Hernández para ordenar el toque de queda y la suspensión de los derechos constitucionales, es decir, se decretó también el estado de sitio.
Este panorama, sin lugar a dudas, permitirá mayor manoseo de los resultados electorales, pero, Honduras, creemos, esta vez no se quedará callada, como ocurrió en 2009, cuando le dieron golpe de Estado a Manuel Zelaya.
Honduras, evidentemente, sigue enclaustrado políticamente en las viejas prácticas de los fraudes electorales, ya superados en la mayoría de los países latinoamericanos, y las amenazas de los golpes de Estado.