Gloria Silvia Orellana
@DiarioCoLatino
“A Laura López la conocí a finales de 1979, en la Parroquia de Guazapa, era catequista y formadora de catequistas, se había iniciado en las misiones del padre Rutilio Grande en Aguilares, y se había unido a todo el trabajo en esa zona, con el compromiso de acompañar al pueblo en su formación cristiana”, recordó Marina Lemus, integrante de la comunidad.
En el marco de la santa misa, en la Cripta de Catedral, que honra el legado de san Oscar Romero, se incorporó a la memoria de los mártires a la catequista Laura López y al joven José Osmaro, seminarista diácono, quienes fueron asesinados por el ejército y la Guardia Nacional, durante el contexto del conflicto armado que se extendió por 12 años, hasta la firma de los Acuerdos de Paz, en enero de 1992. Para Marina Lemus, la vida de estos mártires que ofrendaron sus vidas en busca del bienestar de las mayorías con palabras que nunca fueron de odio o venganza, sino comprensión, fraternidad y esperanza, que son testimonios de vida que deben conocerse porque contribuyen a la memoria histórica y cristiana del país. Sobre Laura López refirió que fue una mujer campesina y se inicia en su compromiso cristiano con las misiones que organizaba el padre Rutilio Grande, en Aguilares y Guazapa, en donde junto a su esposo y sus cinco hijos acompañaron al pueblo en ese contexto de violencia generada desde el Estado contra su población.
“Fue en 1980 después del asesinato de Monseñor Romero, cuando todos los delegados de la palabra y catequistas tuvieron que desaparecer prácticamente y ella con su esposo e hijos, decidieron acompañar al pueblo y subieron al cerro de Guazapa. Su esposo murió antes, pero ella nunca renunció a su trabajo con la palabra de Dios y siguió celebrando la palabra cuando estaba tranquilo el ambiente”, relató.
“Ella decía, -si nos van a matar que sea por algo bueno- y en una invasión que hizo el ejército la gente estaba escondida, pero ella tuvo que salir para proteger a alguien, cuando la agarró el ejército y la mató. Su hija mayor vio cuando fue asesinada, sus dos hijas pequeñas estaban conmigo y me ocupe de ellas desde ese momento”, reseñó Lemus. Como tributo a su memoria la comunidad que se encuentra en Valle Verde, Suchitoto, Cuscatlán, lleva el nombre Laura López, así como la clínica, la casa comunal y la escuela de la comunidad. “Lo que queremos con Laura es que la gente la conozca que sepan que hubo mujeres que dieron la vida por El Salvador, por su bienestar”, aseguró Lemus.
El 25 de julio de 1980 fue acribillado José Osmaro López, era seminarista, diácono que estaba preparándose para su ordenación sacerdotal, cuando fue masacrado en el cantón Platanares, de Suchitoto, junto a otros 13 jóvenes, por un pelotón de la abolida Guardia Nacional (GN) y miembros de los Escuadrones de la Muerte de la zona.
“José Osmaro era un joven cristiano comprometido con la lucha del pueblo y ese día se encontraba reunido con los jóvenes de la comunidad reflexionando sobre diversos temas e invitándoles a su próxima ordenación sacerdotal, en ese momento llegaron 4 camiones con guardias, soldados y miembros de los escuadrones de la muerte que los lideraba el hacendado Fabian Ventura y ametrallaron a todos los jóvenes reunidos”, señaló.