Sydney/Brisbane/dpa
El filipino Manny Pacquiao protagonizó una de las sorpresas negativas más grandes de los últimos años en el boxeo al perder por puntos en decisión unánime ante el desconocido australiano Jeff Horn, que gracias a su impacto se proclamó nuevo campeón del peso welter de la Organización Mundial de Boxeo (OMB).
Los tres jurados vieron ganador a Horn con una tarjeta de 117-111 y otras dos con 115-113, aunque el resultado dejó un margen de polémica porque muchos especialistas tenían claras ventajas para el filipino en sus marcadores parciales.
Horn, un ex profesor de educación física sin grandes pergaminos en el boxeo, mostró un estilo rudimentario y algo tosco, pero se las ingenió para complicar a Pacquiao, que lució lento y sin la intensidad que lo convirtió en un ícono en el deporte, pero igualmente conectó más y mejores golpes que su oponente a lo largo de los 12 asaltos.
“Nace una estrella”, dijo el anunciador del combate cuando proclamó al australiano como ganador y nuevo campeón del mundo, para el regocijo de los 50.000 aficionados que presenciaron la denominada “Batalla de Brisbane” en el Suncorp Stadium en la ciudad australiana.
Incluso, la prensa local ya comenzó a nombrar a Horn, de 29 años y récord de 16 triunfos y una caída, como el “Rocky australiano”, por la similitud de su historia con la saga de Hollywood más famosa referida al boxeo, cuando un desconocido vence a la estrella consagrada.
Sin embargo, las voces en contra del fallo no tardaron en aparecer. “Se le entregó el título a Horn, un chico local, por intentarlo duro”, afirmó el entrenador y comentarista de boxeo Teddy Atlas.
A pesar de la polémica, Pacquiao aceptó el resultado con caballerosidad. “Fue duro, no esperaba que fuese tan duro. La decisión es parte del juego. Fue la decisión de los jueces y yo la respeto”, indicó el filipino, que igualmente ya anticipó que pidió la revancha para recuperar el cinturón perdido. De esa forma, el púgil de 38 años descartó la posibilidad de un retiro próximo.
“Que venga”, respondió Horn, envalentonado por la victoria y con aire desafiante por las nulas posibilidades que le entregaban los analistas antes del combate. “Al final no era una broma”, indicó el australiano, que desafió ante las cámaras al estadounidense Floyd Mayweather.