Isaac Bigio
Politólogo, economista e historiador
En la primera media semana de enero el Perú ha tenido 3 hechos insólitos en su historia. El domingo 1 se posesionó el alcalde electo de Lima más ultraderechista y menos votado de todos los tiempos, quien juramentó rodeado de los presidentes más impopulares que haya tenido tanto la República como el Congreso.
El martes 3 la Policía Nacional del Perú promovió su primera marcha política, aunque luego esta tuvo que retractarse acusada de violar su supuesto rol neutral e imparcial. Su «gran marcha por la paz» tuvo poca acogida. Las «fuerzas del orden» se desacreditan al no mostrar mayores progreso contra la delincuencia y, más bien, haber querido actuar inconstitucional y provocadoramente y también como un partido político contra el paro nacional decretado para el siguiente día.
El miércoles 4 se ha iniciado la primera huelga general indefinida que haya tenido el Perú. A diferencia de los paros nacionales laborales de hace 4 1/2 décadas, esta no ha partido de los sindicatos ni se ha centrado en Lima y en las mayores concentraciones obreras. Su epicentro ha sido el Sur (donde todos los trenes, muchos caminos y varios departamentos han paralizado 100%), mientras que en la capital y otras partes se han dado significativas marchas y protestas.
Esta huelga, antes de darse, produjo que la policía retroceda en sus llamados a su «gran marcha» y a que renuncie el nuevo jefe de inteligencia que buscaba una represión brutal contra la «insurgencia terrorista».
Otra diferencia con los paros laborales de 1977 y 1978 es el rol de la izquierda. Entonces, todos los partidos marxistas se concentraban en impulsar dichas luchas, mientras que hoy las actuales organizaciones electorales «socialistas» viven divorciadas de los sentimientos y protestas de las masas, no llaman a un paro indefinido, y ninguno de sus congresistas objetó en su momento la vacancia exprés (y solo 5 votaron silenciosamente en contra).
Debido a la limitada presencia de los sindicatos, de Lima y de varias urbes del norte, esta no ha logrado convertirse aún en una huelga general total (como las que en Bolivia han tumbado golpes). Los Frentes de Defensa y Asamblleas Popuilares locales y regionales son quienes timonean el movimiento y los que, ante le negativa del Legislativo a disolverse o dar paso a una nueva carta magna, pueden tender a buscar estructurar en torno a ellas mismas un nuevo Congreso o Constituyente.
Boluarte se viene cuidando de producir muertos para no echar leña al fuego. Una caja de pandora se ha abierto. Este nuevo Gobierno y el Congreso vienen siendo remecidos, mientras que las masas han rebasado a la izquierda parlamentaria pro-golpista.