Gloria Silvia Orellana
@GloriaCoLatino
Los humedales son fuentes de vida, retienen agua que filtrada a través del suelo, recargan acuíferos y almacenan agua para consumo humano así como capturan el CO2, y, además, son barreras vivas contra los huracanes. Estos son más conocidos como “reservorios de biodiversidad”. Los afluentes de agua dulce están disminuyendo y consigo la extinción de la vida silvestre.
Los bosques salados o manglares son una mezcla de agua salada y dulce que genera el agua salobre principal dinamizador de este ecosistema que da abrigo a la reproducción de variedades de aves, tortugas, peces, cocodrilos y cangrejos, entre otras especies.
Comúnmente son zonas inundadas de forma permanente y en estas se agrupan los pantanos, las turberas (cuencas lacustres), marismas (ecosistema húmedo con plantas herbáceas), arrecifes de coral, lagunas, lagos, ríos y manglares.
En El Salvador, estos sitios generadores de vida se encuentran amenazados por el monocultivo de la caña de azúcar, la ganadería y el cambio de uso de suelos y la contaminación del agua por pesticidas, que rompe la ocurrencia del ciclo de reproducción de las especies.
El Área Protegida El Imposible, Barra de Santiago, se encuentra entre los municipios de San Francisco Menéndez, Jujutla y Acajutla, un espacio de 11,519 hectáreas cuya riqueza natural le permitió su clasificación como “Sitio Ramsar” en el año 2017, que ahora se encuentra en peligro con el estrechamiento entre la frontera agrícola y el bosque salado.
Con una Ley Ambiental que se cumple a medias, y sin ninguna regulación permanente a estos ecosistemas que ahora son pasto de depredación, Andrea Padilla Moreno, especialista en género y ecofeminismo de la Unidad Ecológica Salvadoreña (UNES), habló de las acciones y esfuerzos que a nivel comunitario se realizan a fin de preservar su modo de vida y el entorno natural.
“Son diversos colectivos en la zona de Ahuachapán Sur, así como la franja zona costera de Acajutla y Metalío, con temas de restauración de humedales y diversas alternativas de subsistencia en sus territorios. Aquí, se regula hasta la extracción de madera para la construcción de viviendas. Entendemos que hay regulación y que tramitan permisos con el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN), pero no hay monitoreo sobre la extensión y número de permisos ambientales y sin saber la cantidad o amplitud, demandamos junto a las comunidades de los ministerios de Recursos Naturales y Agricultura y Ganadería, que tengan mayor presencia en los territorios”, sostuvo.
Para Moreno, existe un estado crítico en los humedales, debido a la “dinámica depredadora” de los cañeros de la zona, que están arrebatando el agua dulce, principal elemento en el equilibrio del agua salobre del bosque salado y los medios de vida de la gente que los provee de peces, cangrejos y madera de árboles caídos, ya sea para leña o construcción de sus hogares.
Ante esta situación, la UNES, junto a las comunidades de la zona Sur de Ahuachapán, ha venido trabajando en sensibilizar y empoderar a líderes y lideresas sobre la importancia de proteger estos ecosistemas, a través de acciones prácticas de sustentabilidad como la reforestación, el desazolve de los canales de agua dulce y jornadas de limpieza para recuperar la hidrodinámica de las aguas en el bosque salado y dar protección a los bienes naturales, regulando la extracción de la biodiversidad.
“Ahora los cañeros ya no respetan la frontera entre áreas protegidas y agrícolas y sus prácticas agresivas al medio ambiente como la extracción de grandes cantidades de agua, el riego de agrotóxicos por avioneta y contaminación de las tierras afecta a todo el ecosistema. Son factores que inciden en el bosque y que afectan a las diferentes especies que alberga y sin una autoridad que lo controle”, sostuvo Moreno.
Mario Menjívar, líder comunal, pertenece a la sociedad civil organizada de Ahuachapán Sur, en donde comparte iniciativas junto a otras comunidades entre San Francisco Menéndez y Acajutla, que integran la Asociación Comunitaria para la Gestión Integral de la Cuenca El Aguacate (ACGCA), la Asociación Pro Bosque, los grupos de Planes Locales de Aprovechamiento Sostenible (PLAS) y el comité ambiental PROTEMA, todas realizando similares acciones pro manglares.
“Pro Bosque inició como organización para ver que métodos podríamos utilizar para proteger los recursos del manglar, adoptando varios liderazgos en diferentes comunidades que se han fortalecido desde el año 2011, para la formulación local y proteger los recursos del manglar.
Llegamos con el MARN y nos dieron factibilidad conocimos la isla la Chácara, que desde el 2006, iniciaron un proceso de protección a los recursos y lo retomamos para iniciar nuestro proceso y llegamos a la Barra Centro, el Embarcadero, el Mango, el Zanate, el Ceibillo y Costa Brava. Ya somos ocho grupos formados en la protección de los recursos naturales”, explicó.
En El Salvador, desde el año 2017 se han identificado 126 humedales, de estos 91 son continentales, 36 son costero marinos y 7 de estos tienen la categoría de “Sitio Ramsar”, que según datos del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN) equivalen al 6.3 % del territorio nacional.
El líder comunal reconoció que al aplicar una serie de medidas y trabajos, junto a guardabosques del MARN, fue con el objetivo del cese de la explotación sin medidas del medio ambiente o que se extraigan especies sin respetar las medidas de tamaño o cuando la hembra está en época de reproducción. Capacitaciones y acompañamiento que recibieron de la UNES y guardabosques, apropiándose de sus propias medidas y regulaciones.
“Con este trabajo comenzamos a bajar el impacto que estábamos generando en el manglar con respecto a los recursos y también ha sido de gran provecho, ahora contamos con una buena reproducción como el cangrejo azul que en un año no lo habíamos visto y también el punche. Hasta las comunidades que no están organizadas han aprovechado este cuido de los recursos naturales que realizamos. Es así que junto a otros directivos tomamos la decisión de constituirnos como Pro Bosque en la protección y restauración del bosque salado y su hábitat, enfoque ambiental que nosotros lo tenemos acá”, informó Menjívar.
La debilidad institucional no escapa a estos escenarios. Alberto Valentín Castillo (guarda recursos, del MARN) comentó que se encuentran trabajando en combinación con las comunidades y UNES, que da apoyo a las reforestaciones de la zona a fin de preservar el medio ambiente. Sin embargo, las propias responsabilidades como guarda recursos les demandan mayores esfuerzos no solo en la preservación de la biodiversidad, sino en la vigilancia, de una área protegida de 4,000 hectáreas entre Metalío Garita Palmera-Bola de Monte, con solo cinco guarda recursos.
“Estamos siempre en recolección de propágulos (semillas) como guarda recursos y las llevamos a diferentes áreas como es el Botoncillo (mangles de la zona tropical y subtropical) de Garita Palmera y Bola de Monte que son manglares que están a punto de colapsar. Y reconocemos hay personas que se están esforzando en el desarrollo que se lleva en la Barra de Santiago, un trabajo muy especial en coordinación con todos los grupos PLAS, en bienestar de nuestro bosque que aún tenemos. Los invito a que nos sumemos y salvemos lo que aún tenemos porque es un bosque que nos da mucho aire limpio y es hábitat de muchas especies”, afirmó.
La presencia de los cañeros mantiene en alerta a las comunidades en la Barra de Santiago que posee la mayor extensión de manglares del occidente de El Salvador, quienes bajo la figura de los PLAS, y Asociación Probosque, agrupan a la población organizada de la isla La Chácara, el Embarcadero, el Mango, el Ceibillo, Barra Centro, Los Limones y Costa Brava, que denuncian la usurpación del manglar.
José Francisco Pineda, presidente del PLAS, Costa Brava, consideró que enfrentar a la “gigantesca” industria cañera era un desafío por la falta de información básica como la definición del área protegida cuyas tierras son privadas o el Estado y el interés del gobierno en la preservación de los pocos pulmones naturales que absorben el CO2, con mayor eficacia.
“Queremos hacer un llamado al Estado que tome en cuenta que sino hacen eco de restaurar los sistemas de manglares, esto nos va a impactar mañana; los cañales casi están pegados a los manglares y es un impacto tremendo todos esos químicos que caen en el manglar que lo degrada. Del total de las reforestaciones que hacemos el 50 % se pierde por esos químicos; queremos que el Gobierno escuche a las comunidades de la Barra de Santiago, es un impacto tremendo en donde los manglares se están perdiendo”, expuso.
Tierras abajo, el río El Naranjo se extiende en 7 kilómetros de flujo hídrico importante para el manglar, pero sufre de asolvamientos o la extracción de sus aguas que se traslada al cultivo de la caña de azúcar y ganadería que están dejándolo en una situación de “quebrada de invierno”, que eleva la salinidad del agua que termina extinguiendo el bosque salado y las especies que se reproducen en ese ecosistema.
Gregorio Villanueva (técnico de la UNES) manifestó que El Naranjo es la fuente más importante para hidratar la Barra de Santiago, que nace en la parte alta del municipio de Jujutla, y pese a las actividades de restauración que se impulsan en la parte baja, era necesario acciones de regulación del agua en la parte alta.
“Muchos de los problemas que pasan con los usos del agua, tienen que ver porque no hay instancias públicas que regulen el uso del agua, si vemos ahora el caudal del río y lo comparamos en la dimensión del bosque se observar que es pequeño y claro es época seca, pero también influye la extracción que hacen cañeros y ganaderos para beneficios económicos y deja un flujo pobre para la zona baja. Es urgente la regulación del agua y contar con instancias públicas fuertes que lo regulen pero es más importante la Ley General del Agua, que permita priorizar el derecho humano y el enfoque de sustentabilidad del ecosistema”, enunció.
La experiencia integral de las comunidades en la preservación del manglar incluye la reformulación de nuevas formas para generar medios de vida a las familias desde la visión de género. Silvia Marinero, de la isla la Chácara, narró como a través del PLAS han venido trabajando en el manejo de los recursos del ecosistema de manera integral.
“Hemos observado las crías y ciclos de los punches y los cangrejos azules, que cuando hay temporal salen al estero y les damos protección. Nosotras, cuidamos el ecosistema, la plantación y el medio ambiente. También trabajamos en la apicultura, que nos sirve por la polinización que hacen las abejas para producir miel y contar con este alimento en la dieta familiar.
La flor del mangle negro parecen estrellas abiertas, es de pétalos más duros que suaves, algunas le decimos también, Istatén o madre sal, la miel tiene un delicioso sabor característico. También hay mangle blanco, rojo y bontoncillo, y hay otros árboles como los almendros, mango y marañón, creo que estamos haciendo bien porque sin abejas no vamos a sobrevivir, estamos comprometidas con el ecosistema del manglar y toda esta actividad eleva la riqueza de la biodiversidad”, concluyó Marino.
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