Orlando de Sola W.
El sacerdote venezolano Luis Ugalde preguntó, buy cialis en un artículo periodístico, discount “¿Dónde están los Estadistas?”. Recordaba un pasado de fe y esperanza, cuando líderes idóneos condujeron a la nación venezolana por la senda del bienestar. En El Salvador, cuyo escaso liderazgo se agota en nimiedades, podríamos preguntarnos lo mismo.
En Brasil otro sacerdote, Leonardo Boff, reportó en su columna cibernética una tremenda división entre lo real y lo virtual. Su país, como el nuestro, se estremece por falta de caridad, que es la virtud principal.
En California, Estados Unidos, un importante debate sobre John Wayne, un famoso actor de cine de mediados del siglo XX, resultó en su derrota. Ganaron sus opositores porque Wayne, héroe, vaquero y boina verde del cine, manifestó en 1971, en una entrevista en “Playboy”, su opinión sobre la educación y la responsabilidad. Recordemos que California es un estado de inmigrantes. Y Wayne dijo: “Creo en la supremacía blanca hasta que los negros se eduquen al punto de ser responsables. No creo en dar autoridad y posiciones de juzgamiento, o liderazgo, a gente irresponsable”.
Al ser preguntado sobre las naciones indígenas del norte de América y la intrusión de blancos europeos en su territorio, Wayne dijo que estos “trataban de quedárselo para si mismos, de manera egoísta”. Se refería a los que, en las películas de Hollywood, casi siempre aparecían como malos.
Desde la dolarización, en el 2000, nos hemos acostumbrado a las imágenes y símbolos en los billetes de Estados Unidos. Pero los que manejan la banca en ese país decidieron quitar la imagen de Andrew Jackson de los billetes de $20.
Jackson, que fue presidente de Estados Unidos entre 1829 y1837, promovió la descentralización bancaria y tenía esclavos, como se acostumbraba en esa época. También combatió, en 1818, contra la nación Seminole que habitaba en Florida. Por eso su imagen será borrada de los billetes de 20 dólares, como la de Colón en los nuestros, que fueron secuestrados.
Y, ¿Cuál será la suerte de Jorge Washington, Abraham Lincoln, Benjamin Franklin y otros personajes en los billetes norteamericanos? Algunos aseguran que la imagen de Washington no corresponde a la del presidente, sino a la de un conspirador europeo que fundó una importante secta secreta.
Lo mismo puede suceder en El Salvador con las imágenes de nuestros héroes, como Delgado, Arce, Morazán y Barrios. Sus actos y gestiones pueden ser suprimidos, o superados por nuevos actores, cuya memoria recordaremos en el futuro, como recordamos a John Wayne cuando disfrutamos sus películas.
Los íconos, o imágenes, sirven para visualizar creencias, o imaginarlas. Pero no es lo mismo creencia que fe. La fe es una actitud personal basada en el amor, como la confianza, mientras que las creencias son fenómenos sociales, o antropológicos.
Alrededor del año mil hubo un gran cisma en la cristiandad. El resultado fue la separación de las iglesias católica y ortodoxa, todavía existentes. A raíz de ese cisma religioso, cuyas raíces estaban en la división política del Imperio Romano, Roma se quedó con las imágenes tridimensionales, mientras que Bisancio, o Constantinopla (posteriormente llamada Estambul) se quedó con los íconos bidimensionales para representar los mismos personajes en esa parte del mundo.
La imagen de Colón en nuestros billetes era un ícono bidimensional, mientras que la estatua de Gerardo Barrios en la plaza de ese nombre es una imagen tridimensional, como la de Francisco Morazán, frente al Teatro Nacional, y la de Monseñor Romero, en la cripta de Catedral. Su retrato en Casa Presidencial, sin embargo, es bidimensional, como el de José Matías Delgado y el de la erupción del volcán en el Lago de Ilopango, finales del siglo XIX, cuya representación también cuelga en Casa Presidencial, antes Country Club y Cancillería.
Todas esas imágenes, o íconos, sirven para recordar nuestro pasado y reforzar nuestra identidad, cuya firmeza ha quedado inconclusa por el gran cisma cuzcatleco. Como preguntó el sacerdote venezolano sobre la escasez de estadistas, habrá que preguntarse lo mismo en El Salvador. Y habrá que buscar líderes idóneos cuya praxis merezca ser recordada con íconos, o imágenes fidedignas.