Wilfredo Arriola,
Escritor
Selección y comentarios
Ida Vitale nació en Montevideo (1923). Es poeta, traductora, ensayista, docente. Estudió derecho y humanidades. Integrante de la Generación del 45 junto a Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti, Amanda Berenguer, Idea Vilariño, Enrique Fierro entre otros. Ha escrito más de 20 libros, en el 2018 fue galardonada con el premio Cervantes, el considerado Nobel de la lengua castellana. La obra de Ida Vitale, es una tendencia al minimalismo, ese buscar la esencia en las palabras, único barco transportable en este océano de superficialidades. Se mete en las entrañas del exilio ya que abandonó Uruguay para refugiarse en México entre 1974, y desde 1989 reside en Estados Unidos. A pesar de sus diferentes estados geográficos, puntualiza en no buscar en el entorno el vinculo de la cotidianidad, sino que pretende con sus letras, generar una atmosfera de universalidad, comprendida en cualquier confín del planeta. Entender la vida —la propia vida—para conocer la vida de los demás. En ese acercamiento se funda el verbo. Los que ocupa Ida, hacen de su trabajo lo destacable que reside en su mirada.
“Estar en busca de alma diferida/preparar un milagro entre la sombra/ y llamar vida a lo que sabe a muerte.” Versos que apuntan a la falsa fragilidad de la nostalgia, pero que entre líneas nos dejan al descubierto, no una sensación de derrota si no más bien, una consolidación del saber la verdad. Quien sabe la verdad y no sola la sabe, la comprende, está a un paso diferente del que solo la acontece. Gestar la realidad, como poeta y escritora, hacen que el oficio de una artesana de la palabra cobre sentido en la poesía que se manifiesta como representación de un tiempo detenido, en donde uno como lector atisba ese tiempo para volverlo a vivir desde una perspectiva diferente. Podría considerarse que la obra de Ida Vitale, desde su primer libro “La luz de esta memoria” (1949) ha mutado con destilado tono de sabiduría y experiencia. Un largo camino poético, sin embargo, hay cosas que son imposibles abandonar puesto que no se puede renunciar a algo tan intrínseco como lo es, la honda postura del interpretar la realidad en palabras.
En su última publicación “Poesía reunida” (Tusquets 2018) muestra lo más recordado de su trayectoria incluyendo así, poemas inéditos de su exilio en México, donde a su momento tuvo la complicidad de Octavio Paz, para desempeñarse en las revistas que el poeta precedía, aunque no compartieran del todo su visión política en los trabajos que Ida Vitale presento a los inicios. Con decantada admiración por Jorge Luis Borges, Vitale buscó en su obra, toda contemplación de maestría hecha por el argentino, lo cual en diferentes ocasiones y entrevistas a dejado ver sus preferencias y reverencias por Borges, en sus palabras consideró que: “era atemporal y sin geografías”. Compartir ideales nos acerca más que compartir territorio.
Selecciono parte de la extensa obra de Ida, con la intención de tener una muestra de lo inmenso que considero su obra. Siempre es poco cuando lo leído llena el paladar de la admiración, lo sentí al leer los versos de esta poeta sin tiempo definido, su estación es cuando decidimos usar su mirada para hacerla nuestra, ese fino negocio de la intelectualidad que se nos propone la autora a continuación.
Fortuna
Por años, disfrutar del error
y de su enmienda,
haber podido hablar, caminar libre,
no existir mutilada,
no entrar o sí en iglesias,
leer, oír la música querida,
ser en la noche un ser como en el día.
No ser casada en un negocio,
medida en cabras,
sufrir gobierno de parientes
o legal lapidación.
No desfilar ya nunca
y no admitir palabras
que pongan en la sangre
limaduras de hierro.
Descubrir por ti misma
otro ser no previsto
en el puente de la mirada.
Ser humano y mujer, ni más ni menos.
Gotas
¿Se hieren y se funden?
Acaban de dejar de ser la lluvia.
Traviesas en recreo,
gatitos de un reino transparente,
corren libres por vidrios y barandas,
umbrales de su limbo,
se siguen, se persiguen,
quizá van, de soledad a bodas,
a fundirse y amarse.
Trasueñan otra muerte.
Agosto, Santa Rosa
Una lluvia de un día puede no acabar nunca,
puede en gotas,
en hojas de amarilla tristeza
irnos cambiando el cielo todo, el aire,
en torva inundación la luz,
triste, en silencio y negra,
como un mirlo mojado.
Deshecha piel, deshecho cuerpo de agua
destrozándose en torre y pararrayos,
me sobreviene, se me viene sobre
mi altura tantas veces,
mojándome, mugiendo, compartiendo
mi ropa y mis zapatos,
también mi sola lágrima tan salida de madre.
Miro la tarde de hora en hora,
miro de buscarle la cara
con tierna proposición de acento,
miro de perderle pavor,
pero me da la espalda puesta ya a anochecer.
Miro todo tan malo, tan acérrimo y hosco.
¡Qué fácil desalmarse,
ser con muy buenos modos de piedra,
quedar sola, gritando como un árbol,
por cada rama temporal,
muriéndome de agosto!
Residua
Corta la vida o larga, todo
lo que vivimos se reduce
a un gris residuo en la memoria.
De los antiguos viajes quedan
las enigmáticas monedas
que pretenden valores falsos.
De la memoria sólo sube
un vago polvo y un perfume.
¿Acaso sea la poesía?
Trampas
Las arpas de la óptica alegría…!
Juan Ramón Jiménez
El azar, ese dios extraviado
que libra su batalla, fuego a fuego,
no está sólo escondido en la catástrofe:
a veces un gorjeo lo delata
y sobornado, entonces
admite durar un poco en la alegría.
Sumas
Caballo y caballero son ya dos animales
Uno más uno, decimos. Y pensamos:
una manzana más una manzana,
un vaso más un vaso,
siempre cosas iguales.
Qué cambio cuando
uno más uno sea un puritano
más un gamelán,
un jazmín más un árabe,
una monja y un acantilado,
un canto y una máscara,
otra vez una guarnición y una doncella,
la esperanza de alguien
más el sueño de otro.
Programa
I
Recuerda, clara y lentamente, el agua.
Escucha al pájaro:
¿canta apenas su miedo
o demuestra esperanza?
Llega a la rosa y piensa en ella.
No te preocupe el hombre.
Él se basta:
a solas
prepara su cuchillo.
II
Mira, sin olvidar fatalidades,
la creciente, mas disminuida, especie.
Ánclate en lo que tantos desdeñan,
discreta ignora lo que mundo busca,
para así transitar, ya sin enfado,
tu bandera sin viento que desciende.
III
Abre los ojos
a cada parcela de mundo,
brotes de encino o rostro apático.
Una vez más quedarás deslumbrada
o buscarás tus culpas en el aire:
todavía eres presa de la vida.
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