Alma Vilches
@AlmaCoLatino
Con la colocación de una cruz de ceniza sobre la frente de cada fiel, diciéndole “Conviértete y cree en el Evangelio” o “Polvo eres y en polvo te convertirás”, inicia la Cuaresma, período de reflexión, oración y penitencia, sin embargo, debido a la pandemia del COVID-19 este rito del Miércoles de Ceniza se modificó para evitar un contacto directo entre el celebrante y la feligresía, así cumplir con las medidas sanitarias y no elevar los casos de la enfermedad.
La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, de la Santa Sede difundió las indicaciones para el rito de este Miércoles de Ceniza, a fin de garantizar la seguridad de los fieles y sacerdotes ante la pandemia de coronavirus; la nota fue firmada por el cardenal Robert Sarah, prefecto del dicasterio, la cual establece que luego de la oración de bendición de las cenizas y después de asperjarlas, sin decir nada, con el agua bendita, el sacerdote se dirige a los presentes, diciendo una sola vez para todos la frase “Convertíos y creed en el Evangelio” o “Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás”.
Posteriormente el sacerdote limpia sus manos, se pone la mascarilla para proteger la nariz y boca, después impone la ceniza a cuantos se acercan a él o si es oportuno, se acerca a cuantos están de pie en su lugar. El sacerdote toma la ceniza y la deja caer sobre la cabeza de cada uno, sin decir nada.
Esta forma de colocar la ceniza recuerda a la Iglesia primitiva, en ese tiempo las personas ponían la ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad con un hábito penitencial para recibir el sacramento de la reconciliación el Jueves Santo. La ceniza era usada desde el antiguo testamento, se echaba sobre el cuerpo como signo de penitencia y arrepentimiento, también representa humildad y le recuerda al cristiano su origen y su fin.
La celebración de este día está contenida en el Misal Romano, donde explica que en la misa, se bendice e impone en la frente de los fieles la ceniza hecha de las palmas bendecidas en el Domingo de Ramos del año anterior, que han sido quemados para la ocasión. Esta costumbre es una antigua práctica penitencial que se remonta al pueblo judío.