Rosmeri Alfaro
@RosmeriAlfaro
El radiante sol cubrió la plaza Gerardo Barrios, punto de encuentro para decenas de fieles de San Óscar Arnulfo Romero, quienes asistieron a la misa de acción de gracias por la canonización del profeta mártir, donde la Iglesia Católica salvadoreña pidió perdón por haber calumniado a Monseñor Romero y no haberle acompañado en su denuncia a favor de los pobres.
El arzobispo de San Salvador José Luis Escobar Alas realizó lo que él mismo llamó un “acto de justicia”, al reconocer que los líderes religiosos en las últimas cuatro décadas abandonaron al ahora San Romero de América. Previo a la llegada del papa Francisco, la Iglesia salvadoreña mantuvo minimizada la figura de Romero, por parte de la conferencia episcopal, quienes lo criticaron.
“Pido perdón por aquella parte de la Iglesia que maltrató a Monseñor Romero y lo difamó, incluidos sus hermanos obispos y laicos que lo atacaron en vida e incluso después de su martirio”, expresó.
Además, en su intervención, Escobar Alas reconoció a los sacerdotes que sí acompañaron a Monseñor Romero en su lucha por defender la justicia, la verdad y a un pueblo que estaba siendo reprimido por el poder económico y militar.
Luego de la beatificación, realizada en mayo del 2015, el papa Francisco reprendió a la Iglesia salvadoreña por haber atacado y abandonado a Romero, principalmente haber difamado su imagen, tres años después la Iglesia se reivindica tras la canonización del ahora santo salvadoreño.
Después de 38 años, el Vaticano reconoció la santidad del arzobispo salvadoreño y lo elevó a los altares de la Iglesia Católica. San Romero de América fue asesinado el 24 de marzo de 1980 por un francotirador bajo la responsabilidad de los escuadrones de la muerte, creados por Roberto d’Aubuisson, según la Comisión de la Verdad.
La madrugada del 14 de octubre, entre expresiones culturales y sentimientos mezclados con el recuerdo doloroso del martirio, los salvadoreños esperaban el tan ansiado suceso, la elevación de Romero a los altares y ver su nombre escrito en el libro de los santos.
Cerca de las 2:40 a.m. en la plaza San Pedro, Roma, el papa Francisco pronunció lo esperado, “El Salvador tenía su santo”, hecho que le dio a la nación una nueva oportunidad para el cumplimiento de las luchas del profeta que entregó su vida por defender a los más pobres.
La voz de Romero denunciaría la cantidad de impuestos con los que se carga al pueblo pobre, que los obliga más y sin excepciones dejando libres de impuesto a los que más dinero tienen, condenando al pobre a ser cada vez más pobre, expuso el arzobispo de San Salvador José Luis Escobar Alas en la homilía.
Es fácil escuchar la voz de Romero defendiendo con valentía los derechos de los migrantes de América y el mundo, que su único crimen es ser pobres. “Pero los pobres son los preferidos de Dios. Emigran porque se ven obligados a ello por las injusticias. La movilidad de las personas es un derecho invulnerable, tienen derecho a migrar y al asilo”, expuso.
En la plaza Gerardo Barrios llena de fieles, el arzobispo agradeció a los que ayudan a las caravanas de migrantes y pidió no atropellar sus derechos criminalizándoles.
Asimismo, pidió la intercesión del santo para que se cumpla el derecho al agua y no permita su privatización. El religioso también se refirió al Sistema de Ahorro de Pensiones “perversamente creado para que los jubilados vivan en la miseria y las administradoras tengan ganancias millonarias”.
Es una gravísima injusticia. Debe ser sustituido por uno que esté a favor de los trabajadores”, dijo a los asistentes, entre ellos, el Presidente de la República Salvador Sánchez Cerén, el de la Asamblea Legislativa, Norman Quijano, y el titular de la Corte Suprema de Justicia, Oscar Pineda.
Previo a la santa misa, los devotos junto a religiosos realizaron una procesión de la imagen de San Romero en los alrededores de la plaza Gerardo Barrios hacia la cripta de Catedral Metropolitana, donde yacen los restos del que “siempre fue santo”.
Los fieles elevaron sus oraciones a San Romero, quien peleó en el combate de la fe hasta derramar su sangre, para eliminar la impunidad y la exclusión social, y obtener la paz que tanto anhela el país.
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