Alma Vilches
@AlmaCoLatino
“Pedimos perdón por los múltiples genocidios cometidos, por la opresión, represión, vulneración de los derechos de estos pueblos; por la impunidad de estos crímenes tanto como por la marginación y exclusión social a la cual fueron sometidas todas estas personas que tranquilas vivían en sus tierras”, enfatizó el arzobispo de San Salvador, monseñor José Luis Escobar, en misa de los 500 años de evangelización.
Asimismo, pidió perdón por las sombras que acompañaron este proceso de conquista, donde lastimosamente, la evangelización quedó sometida a dichas vicisitudes históricas; además de ser acicateada por diversas contradicciones y desgarramientos en todos aquellos fundadores y en medio de un gigantesco proceso de dominaciones sangrientas. El testimonio de aquellos hombres no fue coherente, con la fe cristiana que decían profesar.
Pedro de Alvarado con su armada atacó sin piedad a los pueblos de Mochizalco, Acatepeque, Acaxual, Tacuzcalco, Miaguaclán, Atehuan y finalmente, Cuscatlán. Muchos murieron en batalla; unos, los usurpadores, por apropiarse de las tierras y riquezas de Cuscatlán de los nativos; y éstos últimos en defensa de su soberanía. Los sobrevivientes bien huyeron o fueron encadenados para ser vendidos posteriormente.
“También, pedimos perdón por todo el mal cometido en nombre de Dios, pecando de usar su Santo Nombre en vano, porque Dios es Dios de vida y no de muerte, que quiere la vida de toda la humanidad sin hacer excepción de personas”, expresó.
Escobar Alas dijo que el radical sustrato católico con sus vitales formas vigentes de religiosidad, fue establecido y dinamizado por una vasta legión misionera de obispos, religiosos y laicos que con gran valor superaron las debilidades y cobardías de los hombres que los rodeaban y a veces perseguían hasta el martirio, enseñando que el evangelio, en su plenitud de gracia y amor, se vivió y se puede vivir en América Latina como signo de grandeza espiritual y de verdad divina.
Entre estas órdenes religiosas están, Fr. Antonio de Montesinos, Fr. Pedro de Córdova, más un nutrido grupo de religiosos franciscanos, dominicos, agustinos, mercedarios y jesuitas. Entre los sacerdotes diocesanos, primeros en llegar a tierras de Guatemala y El Salvador se menciona a los Padres Juan Díaz, Juan Godínez, y los primeros párrocos, los sacerdotes Francisco Hernández y Antonio González Lozano.
“Son abundantes los testimonios cristianos de mucha valentía que hoy agradecemos a Dios, porque ese testimonio de vida, hizo que se arraigara la fe en Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, que por el Espíritu Santo se encarnó de Santa Virgen María”, sostuvo el religioso.
A la vez, recalcó que la virgen María ante el clamor de sus hijos, que subía al cielo pidiendo justicia, irrumpió en la historia aquel 12 de diciembre de 1531, que permitió a pasos agigantados el avance de la evangelización, cuando se apareció a Juan Diego en el monte Tepeyac, logrando detener las masacres incuantificables cometidas hasta ese momento en islas y tierra del continente americano.