Luis Ponce
@DiarioCoLatino
Con una alegría vibrante niños, jóvenes, adultos y ancianos se reunieron, en la parroquia San Francisco, para celebrar el nombramiento que el papa Francisco ha tenido a bien hacer a Monseñor Gregorio Rosa Chávez, acción que lo convierte en el primer cardenal de la historia de El Salvador. Un hombre que ha sido cercano a los procesos sociales, cercano a Mons. Romero y, sobre todo, cercano a la gente, al punto de acostumbrar saludar a las personas que asisten a su misa dominical personalmente.
Entre cantos y rezos el coro animaba una iglesia que cada vez se llenaba más. Cientos de estudiantes del Complejo Educativo Católico “San Francisco” llenaron rápidamente el templo, alumnos desde parvularia hasta bachillerato entonaban cantos alusivos a Mons. Romero y la Virgen María, de quien el nuevo cardenal es devoto.
Se llegaron las 8 de la mañana en punto y comenzó la transmisión del consistorio y los gritos eran desbordantes, más cuando la pantalla enfocó a Mons. Gregorio por primera vez. A la iglesia seguían entrando personas, familias enteras, de todos los aspectos sociales, unificados por el deseo de compartir este momento histórico para la iglesia salvadoreña.
William Pineda y Carlos Morales, ambos estudiantes de la escuela donde pasa mucho tiempo el hoy Cardenal Rosa Chávez, dijeron estar muy alegres por el nombramiento de una persona muy cercana a ellos, que se pasea por el centro educativo, muy humilde, sencillo y cercanos a Mons. Romero. Quien ha estado preocupado por transmitir las enseñanzas del obispo mártir. “Se lo merece porque es bien humilde, bien sencillo, bien cercano, bien tranquilo”, dijo Pineda.
Uno de los momentos más emotivos fue cuando la pantalla, ubicada en el interior de la iglesia, mostró las imágenes del momento en que el Papa Francisco colocó el birrete cardenalicio y el anillo a Rosa Chávez. Un momento que marcó a alumnos cercanos a él, como William y Carlos, quienes en cuestión de segundos cambiaron los gritos de “Monseñor, Monseñor, Monseñor” por el de “Cardenal, Cardenal, Cardenal”. Un momento único, que sin duda quedará en la memoria de todos.
Con mucha atención niñas y niños de parvularia ponían atención a cada palabra de la reflexión que hacían en la transmisión. Mientras tanto, miembros del cuerpo docente y de la parroquia, reventaban cohetes de vara, típicos salvadoreños, fuera de la iglesia, una forma de seguir expresando con entusiasmo lo que pasaba en Roma. Las campanas sonaron durante el canto del padre nuestro, un acto reservado para la alegría eclesiástica, por ejemplo a cantar el Gloria el día de la resurrección, pero retomado en esta ocasión por el valor que tiene para todo el pueblo salvadoreño. Así concluyó el consistorio pero no las vivas, gritos y aplausos.
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