A iniciativa de la Iglesia católica, o al menos algún sector de esta, a la que se han sumado las iglesias históricas como la: luterana, anglicana y bautista, y el pueblo a través de sus organizaciones ciudadanas, se ha iniciado toda una actividad para rechazar la ley de la minería metálica en El Salvador, es decir, el primer NO rotundo para Nayib Bukele.
A principios de la semana recién pasada, el presidente inconstitucional, Nayib Bukele, dio una conferencia para reafirmar su decisión de imponer la minería metálica en El Salvador, pese a la evidente oposición ciudadana. Antes, Bukele anunció una supuesta medida para “aliviar” la situación económica de los salvadoreños. La medida consistirá en que, de fondos del fisco, es decir de los impuestos de los salvadoreños, se pagarán los recibos de la energía eléctrica y del agua potable del mes de enero.
Para muchos, lo que buscaba era comprar la voluntad popular para callar o que se hagan del ojo pacho ante la explotación minera. Es decir, el evidente descontento popular, por la reactivación de la minería en El Salvador, que fue suspendida gracias a la lucha popular en 2017, cuando se creó la única ley en el mundo que prohibía la minería metálica.
Luego de anunciar el supuesto “regalo” del gobierno a los salvadoreños, al pagarles la luz y el agua del mes de enero, Bukele comenzó a descalificar las argumentaciones de quienes se oponen a la minería metálica, que, de acuerdo a una encuesta de la UCA, a la pregunta de si ¿El Salvador es un país apropiado para hacer minería metálica? El 59.2% respondió que no es apropiado. Entre las descalificaciones, Bukele, con todo cinismo, aseguró que si bien los ríos en el país están contaminados, nada tiene que ver la minería “porque la minería no existe en el país” porque está prohibida.
Bukele obvió el hecho de que en el país se explotó la minería metálica desde mediados del siglo XIX, y tuvo su mayor desarrollo a partir de 1904 con la explotación de las minas en el oriente del país. Una de ellas, la mina Santa Rosa de Lima, dejó contaminado el río San Sebastián, y esto lo sabe Bukele, pero cree que la gente no. El daño está ahí, así lo muestran los reportajes periodísticos como uno de la agencia de noticias AFP, de Francia, que lo publica el Diario de Hoy.
El reportaje comienza así: “En un día de diciembre de 2024 un hombre muestra desechos químicos extraídos del río San Sebastián, contaminado por la actividad minera, en Santa Rosa de Lima, La Unión, pese a que la mina lleva décadas sin operar”. Aunque Bukele, en la conferencia de prensa, no permitió preguntas de la “prensa incómoda o investigativa”, quiso convencer a los salvadoreños que los ríos ya están contaminados y no por la minería, lo cual es falso.
Pero, además, se puede entender que a Bukele no le importa seguir contaminando los ríos con la minería, al fin y al cabo, los ríos ya están contaminados con “heces” y otras sustancias como los químicos. Pero por mucho que Bukele diga que no habrá contaminación con la minería o la relativice, tuvo que acudir a la compra de voluntades al anunciar que pagará los recibos de la luz y el agua, porque el pueblo no retirará su rechazo a la minería.
Así quedó demostrado este domingo, cuando miles de salvadoreños realizaron un plantón frente a la BINAES en rechazo de la minería.
Bukele no detendrá a ese 59.2% de la población salvadoreña que está convencida de que la minería no es conveniente en el país y luchará porque esta no se concrete. La otra gran acción, también promovida por la iglesia católica, es la recolección de un millón de firmas, que luego se presentarán a la Asamblea Legislativa, para que deroguen la Ley de la minería metálica de Bukele.
La lucha pacífica y ciudadana ha comenzado, Bukele la ha iniciado y, sin lugar a dudas, el pueblo la ganará. Así sea.