Imperio

Orlando de Sola W.

Imperio significa fuerza, o poder. Por eso invocamos el imperio de la ley, el mandato imperativo y a veces conjugamos verbos en esa forma, cuando sentimos suficiencia de voluntad.

Siempre recordamos a Roma, que comenzó como monarquía, progresó como república y sucumbió como imperio, cuando la invadieron Hunos y Vándalos. Hubieron otros imperios, como el egipcio, el persa y el babilonio, pero el mas recordado es Roma, quizá por la influencia que tiene sobre los que ahora somos.

Poco antes de la invasión bárbara, el Imperio se dividió en dos. Constantino se fue a Bizancio y la proclamó capital, llamándola Constantinopla. También decretó el cristianismo como religión oficial, hasta que Constantinopla fue invadida por el Imperio Otomano y la llamaron Estambul.

Después de la caída de Roma surgió el Sacro Imperio Romano, liderado por Carlomagno, quien decidió defender la cristiandad del Califato Musulmán, que había invadido las penínsulas ibérica e itálica. Con la bendición del pontífice, el Sacro Imperio Romano fue prolongado por la dinastía austriaca de Habsburgo, quienes por matrimonio participaron en la conquista y colonización del Imperio Español en América.

Cuando los españoles llegaron al Nuevo Mundo encontraron dos imperios: el azteca y el inca. Por tecnología, tácticas y estrategia lograron avasallarlos, imponiéndoles su idioma y religión. Pero ese Imperio reflejaba, en el fondo, una prolongación del Sacro Imperio Romano y la Reconquista de la Península Ibérica, que duró siete siglos.

El Imperio Español duró tres siglos, hasta que fue superado por el de Napoleón Bonaparte, que invadió España y capturó al rey, facilitando la independencia de las colonias españolas en América.

México fue un virreinato durante la colonia, pero quiso convertirse en imperio después de la independencia, en 1821. Pretendió anexar a Centroamérica, pero no pudo porque su primer emperador, Agustín de Iturbide, fue fusilado en 1823. Años después, con el apoyo de un sobrino-nieto de Bonaparte que se hacía llamar Napoleón III, comenzó en México un segundo Imperio, encabezado por Maximiliano de Habsburgo, fusilado en 1867.

En 1870 el imperio que trató de construir Napoleón III en Europa fue sometido por el Imperio  alemán del Kaiser Guillermo. Paris fue sometido y algunos territorios recuperados, pero ese Imperio Alemán también fue derrotado en 1919, en la Primera Guerra Mundial.

Estados Unidos observaba como las potencias europeas se desgastaban. A principios del siglo XIX algunas trataron de incursionar en América, pero el presidente Monroe proclamó, en 1823, su doctrina para excluir a las potencias europeas del territorio americano. No tenían, sin embargo, la fuerza suficiente para impedir que el Imperio Británico se apoderara de algunos territorios en el caribe y Centroamérica.

Jorge Washington, que fue el primer Presidente de Estados Unidos, advirtió en su discurso de despedida sobre el peligro de las facciones internas y las alianzas con potencias extranjeras, por lo que  Estados Unidos se mantuvo al margen de los conflictos europeos durante muchos años, mientras consolidaba su territorio continental.

En 1898, sin embargo, ganó una guerra naval contra España y comenzó a sentirse como potencia mundial. En esa ocasión se quedó con Cuba, Puerto Rico, Guam y Filipinas, los últimos vestigios del decadente Imperio Español.

Después vino la Primera Guerra Mundial, de la que Estados Unidos se mantuvo temporalmente alejado, hasta que un submarino alemán hundió el Lusitania, un buque de pasajeros que transportaba pertrechos de guerra a Inglaterra.

Cuando el Imperio Alemán y sus aliados, el Imperio Austro-Húngaro y el Otomano fueron derrotados, el presidente Wilson asumió un papel importante al redactar los famosos 14 puntos que pusieron de rodillas a los perdedores, proyectando a Estados Unidos como gendarme mundial de la democracia. Desde entonces no ha parado, atravesando mares y fronteras contra el Tercer Reich, en la Segunda Guerra Mundial, contra la URSS en la Guerra Fría y lo que ahora queda, que no sabemos como llamarlo.

Los imperios formados por Julio Cesar, Constantino, Carlomagno, Carlos V, Napoleón, el Zar, el Kaiser, el Führer, Stalin y otros que pretendieron reordenar el mundo no fueron suficientes para encontrar una cosmovisión, misión y objetivos que nos permitiera sobrevivir y progresar como humanidad. Esta se encuentra en las mentes y corazones de 7000 millones de personas que habitamos el planeta tierra.

     

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