Luis Armando González
La coyuntura actual en el país comienza a ser dominada por la dinámica político-electoral que culminará en 2015, remedy con la elección de diputados y alcaldes a nivel nacional. Todo parece indicar que la disputa por la alcaldía de San Salvador ocupará un lugar destacado en la precampaña y en la campaña electoral propiamente dicha. No es para menos: un triunfo electoral en San Salvador reviste un simbolismo que no logran alcanzar ni siquiera dos de las alcaldías más importantes del país, como lo son San Miguel y Santa Ana.
El partido que conquista la alcaldía capitalina, más allá del peso político de ese triunfo, ve fortalecidos sus signos de identidad ideológica, lo cual genera más confianza y seguridad en sus dirigentes, militantes y simpatizantes. El (principal) partido que sale derrotado en San Salvador, suele vivir esa situación como una debacle, como una verdadera tragedia.
Y, en lo que concierne a los (principales) candidatos contendientes, quien se hace de la silla edilicia (casi) irremediablemente se convierte en un fuerte candidato para la competencia presidencial. Ciertamente, no todos los alcaldes capitalinos terminan siendo candidatos a la presidencia de la República, pero sus nombres siempre se barajan entre los aspirantes en la disputa por las precandidaturas.
Por su lado, al (principal) candidato derrotado se le ve como a alguien a quien se le cerrarán sus posibilidades políticas en el futuro. También aquí no es cierto que todos los que han sido derrotados en la contienda por la alcaldía de San Salvador han visto trucada su carrera política, pero sí ese revés no deja de aparecer como una mancha en su hoja de vida política.
Así las cosas, se entiende porqué el bastión municipal de San Salvador no puede ser tomado a la ligera ni por los partidos ni por sus candidatos. Y, desde el ángulo ciudadano, una buena forma de evaluar las capacidades y compromisos de un partido (y su candidato respectivo) con la sociedad consiste en valorar cómo se posicionan y que ofrecen para la capital del país.
Sin duda, la capital no lo es todo, pero lo peor y lo mejor de El Salvador se concentra en San Salvador, siendo replicado –con variantes de distinto grado y a lo largo del tiempo— en los demás municipios del país, especialmente en los de mayor desarrollo urbano y socio-económico.
De alguna manera, los municipios del interior del país son a San Salvador, lo que El Salvador es a México: en este último país se fraguan dinámicas (la violencia criminal, la contaminación y la saturación vehicular, por ejemplo) que luego se terminan replicando –en las proporciones del caso— en nuestro país. Por eso hay quienes dicen que México es el espejo del futuro en el que tendríamos que vernos para saber hacia dónde nos encaminamos si no damos un giro drástico en nuestra concepción de nación.
Pues bien, el posicionamiento de los dos principales partidos que competirán por la alcaldía capitalina es diametralmente distinto. El FMLN ha optado Nayib Bukele, un político joven, visionario, abierto a nuevas ideas y planteamientos, exitoso en sus empresas y con una enorme capacidad de gestión municipal, como lo muestra su desempeño alcalde del municipio de Nuevo Cuscatlán. ARENA ha optado por Norman Quijano, actual alcalde de San Salvador y ex candidato a la presidencia de la República.
Quijano es lo opuesto de Bukele; aquél no sólo propende al fanatismo agresivo y representa la línea tradicionalista de ARENA –fuertemente conservadora y autoritaria—, sino que sus capacidades de gestión municipal dejan mucho que desear.
Cualquier capitalino razonable –pese a que se haya dejado embaucar con las ofertas de parques europeos para pasear y descansar en sus bancos, bajo la sombra sus jardines y sus frondosos árboles— podrá darse cuenta de que la gestión de Quijano no ha cambiado en nada a la capital. El proyecto estrella del actual alcalde –la “liberación” de la plaza Hula Hula y sus zonas aledañas— lo único que ha dejado es un parqueo, a todas luces innecesario, pues si algo abunda en la capital son los parqueos privados.
¿Y los vendedores y vendedoras de la calle? Siguen en la calle, sobreviviendo como siempre con su trabajo diario, ubicándose en cualquier parte, sólo que ahora sin el lugar permanente que tenían antes de la “liberación” realizada por Quijano.