Por Alejandro A. Tagliavini*
Es hora de descubrir a los demagogos y decir que todos los impuestos caen sobre los más débiles. De hecho, el Estado, la violencia que monopoliza -siempre destructiva- sin dudas es el principal creador de pobreza, sino el único.
Más de 80 multimillonarios publicaron una carta abierta instando a los gobiernos a subir impuestos, “inmediatamente” y de “forma permanente”, a los más ricos para financiar la recuperación. Entre los firmantes está el cofundador de los helados Ben and Jerry’s, Jerry Greenfield; el guionista Richard Curtis, la cineasta Abigail Disney, el exdirector gerente de BlackRock Inc., Morris Pearl; y el empresario danés-iraní Djaffar Shalchi.
Durante años, millonarios como Warren Buffett y Bill Gates han pedido que se les grave más. Hace un año, un grupo que incluía a George Soros, al cofundador de Facebook, Chris Hughes, y a los herederos de Hyatt y Disney, también publicaron una carta sugiriendo un impuesto sobre la fortuna.
En primer lugar, antes que nada, deberían exigir que se levanten las restricciones -vía monopolio estatal de la violencia- a los mercados que no son sino las personas trabajando, produciendo y comerciando en paz y voluntariamente. Porque estas restricciones, sobre todo las cuarentenas, van camino de duplicar la cantidad de muertos por inanición.
Luego, sería bueno saber cómo hicieron su fortuna. Es que algunos la han hecho, precisamente, usufructuando el poder -la violencia- estatal como en el caso de Bill Gates que se favorece con las “leyes de copyright” que instituyen monopolios intelectuales, como si las ideas tuvieran dueño lo que, a falta de competencia, encarece los productos que terminan pagando los pobres.
En esa carta abierta publicada anticipándose a la reunión de ministros de finanzas del G20 y de una cumbre europea extraordinaria, el grupo que se hace llamar “Millonarios por la Humanidad”, afirmó que los más ricos “tienen un papel fundamental (…) para sanar al mundo”.
A ver, si “Millonarios por la Humanidad” está voluntariamente decidida a ayudar a qué viene exigirle al Estado que los obligue, por qué no se convierte en una ONG. Pareciera que, en realidad, quieren “escaparle al bulto”. Es que una fundación privada se financiaría directamente con sus recursos, en cambio a los impuestos los derivarán hacia abajo.
“Ninguna sociedad ha hecho más ricos a los pobres haciendo pobres a los ricos”, asegura uno de los mejores economistas españoles, Daniel Lacalle. Cuando el Estado quita coactivamente recursos a una empresa tiene que cubrir ese bache porque existe para obtener ganancias y así atraer inversiones y poder crecer en el servicio que presta a la comunidad.
Entonces, cubrirá ese costo, por ejemplo, aumentando precios o bajando salarios. O sea, cuanto mayor es la capacidad económica de una persona, con más fuerza derivará los impuestos hacia abajo hasta el desempleado que tiene que absorber el aumento de precios sin poder trasladarlo al no tener ingreso para aumentar.
Dicen los demagogos que el dinero coactivamente retirado del mercado vuelve en asistencia social.
En primer lugar, poco de lo recaudado termina en asistencialismo y luego lo que teóricamente se dirige a los pobres pasa por una burocracia -y corrupción- que consume buena parte y, entonces, lo que llega al pobre es menos de lo que se le quitó: así es como existe la pobreza, por culpa de la violencia estatal.
*Asesor Senior en The Cedar Portfolio y miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California