José M. Tojeira
La subida de impuestos propuesta por Mauricio Funes en sus últimos días de Gobierno ha despertado muy diversas opiniones. Pero más que ponernos a hablar sobre la conveniencia u oportunidad de esta subida, cure conviene de una vez por todas hacer los cálculos de lo que necesitamos para salir del subdesarrollo. Y para salir también de este desarrollo falso, en el que se estratifica el camino al desarrollo como si entre nosotros existieran castas: salud mejor para la casta superior, salud inferior para la casta inferior; educación de calidad para el 20% afortunado, educación de baja calidad para el resto, y especialmente para el 20% más pobre; y así con las pensiones o incluso dentro del Seguro Social, diversificando entre campesinos, trabajadoras del hogar y el resto de trabajadores. Alcanzar el desarrollo tiene costos. Es dinero que hay que invertir en la gente concreta de nuestro país. Y hacer el cálculo de costos, así como pensar de dónde puede salir ese dinero es indispensable si queremos realmente desarrollo. Y es importante hacer el ejercicio para poder responsabilizarnos todos con la cuota de sacrificio o aporte que nos corresponda, así como para poder pedir cuentas con claridad del proceso hacia el desarrollo. Si el aporte nacional es menos de la mitad de lo que se necesita invertir para salir del desarrollo, es difícil criticar a los gobiernos. Si aún encima hay corrupción, gastos inadecuados, etc., el panorama se vuelve realmente oscuro.
Cuánto costaría la universalización del bachillerato, e implementarlo, es básico si queremos salir del subdesarrollo. Los técnicos suelen decir que es necesario que un 70% de población tenga este nivel de estudios para poder alcanzar el desarrollo. Nosotros estamos logrando aproximadamente que alcancen el bachillerato un 40% de las personas entre las edades de 20 y 30 años. Demasiado lento para salir de la situación que nos aflige. Calcular lo que nos costaría un sistema universal de salud de la categoría del Seguro Social para todos los salvadoreños es otro elemento. Sin salud eficiente tampoco iremos muy lejos. La propiedad de una vivienda digna da seguridad y mejora las relaciones familiares. Necesitamos duplicar el número de universitarios que terminan su grado entre los 20 y 30 años (sólo un 8% de la población en esa edad lo termina según un estudio reciente de la CEPAL). El proceso de universalización de derechos económico-sociales debe ir acompañado de una intensa política de seguridad ciudadana y paz social. Resulta indispensable estimular, apoyar y facilitar el primer empleo juvenil de calidad. El salario debe dignificarse para que el trabajador pueda salir de niveles de simple subsistencia. Y debe dedicarse una parte del presupuesto a fomentar el empleo y la producción. Sumar los costos de un plan de este estilo es más que necesario.
Y hecho esto ver nuestras posibilidades. Hay personas que dicen que primero hay que producir riqueza para poder repartirla después. Pero ese cuento nunca ha sido cierto. Es precisamente el esfuerzo de universalizar bienes el que acaba creando más riqueza. Crear riqueza a base de bajos salarios, es simplemente continuar con el sistema actual, que enriquece a unos desmesuradamente, creando desigualdades generadoras de migración, violencia y frustraciones. Cuando se habla de un plan de nación hay que comenzar por calcular los costos y establecer los aportes correspondientes a cada sector. Los más sacrificados generalmente han sido los más pobres, que proporcionalmente pagan más de lo que pueden. Y generalmente son los que están más fácilmente dispuestos a pagar un poco más, con tal de ver que las cosas avanzan. Y hablamos de ver progreso sistemático, no de ese avanzar con el que tan fácilmente nos contentamos diciendo que hace cincuenta años no había vacunación universal. No hay que equivocarse. Decir que en un pacto fiscal debe pagar más el que tiene más nunca es cierto del todo. El que tiene un salario de simple subsistencia siempre pagará proporcionalmente más, simplemente con el IVA, que el que gana 100.000 o más dólares al año. Y eso aunque a éste, además del IVA, se le pusiera un impuesto sobre la renta del 40%. Pero aun así, sabiendo el pobre que puede ser que le toque pagar un poco más, está dispuesto a hacerlo si sabe que saldrá de la pobreza. Porque en general el pobre suele ser más generoso que el que tiene y confía más en el apoyo mutuo. Por eso mismo es también más fácil engañarlo con promesas.
Los nuevos impuestos puede que sean necesarios. Pero no bastan. La necesidad es evaluar, cuantificar el costo de un plan global orientado a un desarrollo equitativo y justo, y poner aportaciones y recursos dirigidos a ello. Porque ciertamente lo que ahora recogemos con impuestos es insuficiente para salir del subdesarrollo. Y no es a cucharaditas, un impuesto hoy y otro mañana, que vamos a componer el asunto. Ni tampoco sin revisar los gastos del Estado, o sin impulsar la austeridad de sus instituciones y el buen uso de los recursos. En algunos de los municipios más pobres se ha dejado ya de pagar la pensión compensatoria y el bono solidario desde hace varios meses. Lo nuevos impuestos pueden ser un respiro momentáneo, y bien por ello si el dinero llega a los más pobres. Pero el país necesita algo más: Un querer entero y decidido que apoye el desarrollo y las oportunidades de todos, y un obrar en consecuencia, calculando costos y poniendo esfuerzo y sacrificio, capital y trabajo al servicio del fin propuesto.
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