Por Por Alfons Luna/Daniel Bosque
Barcelona/AFP
Con pancartas y al grito de «libertad», los independentistas catalanes cortaron el miércoles autopistas, carreteras, calles y vías de ferrocarril en protesta por el encarcelamiento de sus líderes, en una jornada de huelga general con menos seguimiento del esperado.
Cientos de camiones y coches quedaron atrapados cerca de la frontera francesa, que fue cerrada por los manifestantes en un par de pasos menores; hubo decenas de cortes en carreteras y los trenes se vieron seriamente afectados por la ocupación de las vías en las estaciones de Barcelona y de Girona.
Además, los manifestantes forzaron durante unas horas el cierre de la principal atracción turística de la ciudad, la basílica de la Sagrada Familia, en cuyas puertas colgaron una enorme pancarta con el mensaje «La represión no es una solución» en inglés.
En total, 150.000 pasajeros de trenes resultaron afectados, 10.000 de ellos de trenes de alta velocidad, informó la compañía ferroviaria Renfe.
En cambio, y a diferencia del paro general del 3 de octubre, convocado en protesta por las cargas policiales del referéndum de independencia dos días antes, la mayoría de mercados, tiendas y restaurantes de Barcelona abrieron sus puertas y las fábricas de la región funcionaban con normalidad.
«El seguimiento de la huelga ha sido mínimo y residual en la práctica totalidad de los sectores, salvo en el de la enseñanza», aseguró desde Barcelona Juan Antonio Puigserver, secretario del ministerio del Interior.
Convocada por las asociaciones y un sindicato independentistas, la huelga buscaba paralizar esta región con una quinta parte de la riqueza española en protesta por el encarcelamiento de varios dirigentes y la intervención de la autonomía catalana desde Madrid.
Los huelguistas concentraron su acción en perturbar el transporte, cortando las autovías que unen la región con Francia y Madrid y los principales accesos a Barcelona, informó el servicio de tráfico regional.
«Estamos muy indignados, muy enfadados en contra de lo que está haciendo el gobierno español», decía irritada Elisabet Nistal, una ortodontista de 33 años, en una manifestación en Barcelona.
Otras personas, en cambio, se mostraron enojadas con los manifestantes y hubo momentos de tensión con los piquetes.
«Es una vergüenza. Están haciéndole daño a la gente que viene y se va de trabajar (…) Nos llaman fascistas, y nos hacen daño con estas cosas», dijo a la AFP Pepi, una mujer de 50 años que discutía en la estación de Sants de Barcelona.
Un portavoz de la Cruz Roja informó a la AFP que habían repartido «bocadillos, zumos, aguas y galletas» a los cientos de conductores atrapados en colas de seis kilómetros cerca de Francia en la autopista que discurre desde el país vecino hasta Andalucía.
La huelga, convocada por la intersindical independentista CSC, no contaba con el apoyo de los principales sindicatos del país.
Las mayores incidencias se notaron en el sector educativo público, cuyo principal sindicato respaldó la protesta. Así, en una plaza del barrio barcelonés de Gracia, la jubilada Conchita Cosialls entretenía a su nieta de 7 años Adriana, que no había ido a la escuela por la huelga.
«El ambiente es muy tranquilo», explicó a la AFP Cosialls, que dijo que sus nietos en escuelas privadas sí habían tenido clase.
Puigdemont insiste en el frente unitario
El expresidente regional Carles Puigdemont se encuentra desde el 30 de octubre en Bruselas con cuatro miembros de su gobierno tras haber sido destituido por el gobierno español de Mariano Rajoy, que ahora controla la administración regional.
El resto de dirigentes, ocho en total, se encuentran en prisión preventiva, investigados por delitos de rebelión, sedición y malversación tras la proclamación de una efímera república catalana el 27 de octubre que fue anulada este miércoles por el Tribunal Constitucional.
La misma acusación recae sobre Puigdemont y sus compañeros en Bruselas, pendientes de la decisión de belga sobre la extradición solicitada por la justicia española.
En el Congreso de Madrid, Rajoy afirmó que «las cosas están funcionando bien» y se mostró esperanzado en que las elecciones convocadas para el 21 de diciembre sirvan «para abrir una nueva etapa política, que necesariamente debe ser una etapa de tranquilidad, normalidad, de convivencia».
En una entrevista con la televisión flamenca VRT difundida este miércoles por la noche, Puigdemont dijo que «hay otras alternativas» a la lista unitaria que se ofreció a liderar y que sus aliados hasta ahora rechazaron, aunque insistió en reclamar la constitución de un frente independentista.
Su presencia en Bélgica en busca de un altavoz internacional generó incomodidad en ese país, pero su primer ministro, Charles Michel, que gobierna en coalición con nacionalistas flamencos simpatizantes con la causa catalana, descartó una crisis política.
«Hay una crisis política en España, no en Bélgica», dijo Michel en el parlamento belga.