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Manifestantes posan con los carteles contra las centrales hidroeléctricas. [Foto Cortesía de Todd Southgate / RT]

Indígenas del mundo entero desafían a las empresas hidroeléctricas en París

Luna Gámez / RT

El barrio financiero de París, La Defense, recibió la inauguración del Congreso bianual mundial de la energía hidroeléctrica (World Hydropower Congress), organizado por la Asociación Internacional de la Hidroelectricidad (IHA, por sus siglas en inglés).

Conforme avanzaba la primera jornada, la puerta de entrada del evento desaparecía entre las pancartas y la protesta de representantes de la sociedad civil contraria a este tipo de inversiones.

Desde diversos rincones del mundo, expertos y líderes de las poblaciones que viven en las regiones donde se proyectan las nuevas centrales viajaron hasta París para denunciar los impactos que producen. Salieron de sus comunidades indígenas y entre los rascacielos del oeste parisino desplegaron sus mensajes apoyados por diversas ONGs.

«La tierra es de quien la cuida», relataba una pancarta entre numerosas figuras de peces de cartón gigantes que no llegaban a equiparar la masa formada por los 13 millones de peces reales que fueron encontrados muertos tras la inundación de la presa Sinop en el río Teles Pires, estado brasileño de Mato Grosso.

La empresa Electricidad De Francia (EDF) –con un 70% de participación pública del Estado francés–, responsable de la construcción de la central de Sinop, es una de las participantes centrales del evento y miembro de la IHA.

«Estamos preocupados por el ecosistema de nuestros ríos en la Amazonía. Cada represa construida altera el curso fluvial, muchos peces ya han muerto, y la vegetación también sufre porque entran muchas máquinas», relata Alessandra Korap, indígena de la etnia Munduruku de Brasil.

Korap fue una de las representantes de su comunidad que llevó hasta la capital francesa una carta redactada por su pueblo para defender sus ríos y su «buen vivir».

«No queremos que las empresas junto con el Gobierno brasileño destruyan nuestro río como hicieron con las centrales hidroeléctricas de Belo Monte,Teles Pires, São Manoel y tantas otras», declara la misiva que fue leída durante la manifestación y que reclama: «¡No cambiamos ni negociamos la vida de nuestro pueblo!».

Además, afirma su intención de resistencia frente a «políticos y empresarios que hacen oídos sordos frente a los reclamos de nuestra selva».

Redactada en varios idiomas, esta carta tenía como destino final la sede de la empresa EDF en París pero los líderes Munduruku no consiguieron concluir su cometido. «EDF invade nuestros territorios, destruye nuestros ríos y lugares sagrados. Cuando venimos hasta aquí para entregarles una carta, nos bloquean. Estamos tristes pero decididos a continuar nuestra lucha de protección de nuestro territorio», declaró Korap tras el frustrado intento retratado en un vídeo que comienza con las imágenes de la manifestación.

Hidroeléctricas, ¿solución u obstáculo?

Bajo el eslogan ‘El poder del agua en un mundo sostenible e interconectado’, el congreso de la energía hidroeléctrica de la IHA defiende que estas centrales son una fuente energía limpia y renovable que podría ser esencial para cumplir con el Acuerdo del Clima de París y con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Cientos de líderes empresariales y otros expertos de más de 70 países estarán reunidos hasta este jueves 16 de mayo en la capital francesa para debatir sobre «cómo la energía hidroeléctrica puede ser financiada, desarrollada y aplicada de forma sostenible».

No obstante, una coalición de organizaciones en defensa de los derechos humanos y medioambientales denuncia un esquema de ‘greenwashing’, es decir, de apropiación de recursos contra el cambio climático, como el Fondo Verde del Clima.

En respuesta a la posición del sector empresarial, las ONGs Planète Amazone, GegenStrömung/CounterCurrent, Rivers without Boundaries, International Rivers y AIDA organizaron una conferencia paralela que tuvo lugar este 13 de mayo donde participaron especialistas y activistas internacionales para poner de relevancia las desastrosas consecuencias que el sector de la energía hidroeléctrica ha provocado sobre algunas poblaciones y sobre el medio ambiente.

«Miguel Ángel Pabón desapareció debido a su activismo contra la central Hidrosogamoso en Colombia, que sigue su curso a pesar de las graves violaciones de derechos humanos que implica», declaró durante la conferencia paralela Juan Pablo Soler, representante de la organización colombiana Movimiento Ríos Vivos of Colombia.

Myint Zaw, activista e investigador de Myanmar que fue galardonado en 2015 con el Premio Goldman, alertó de la amenaza sobre la seguridad alimentaria de millones de personas que viven en las orillas o en el delta del río Irrawaddy, lugar de cultivos de arroz donde se están planificando varias hidroeléctricas. Oriundo del otro extremo del planeta, de Gabón, Assossa advierte de los impactos que están causando las centrales de Kingélé y Tchimbélé en su país.

«Durante las fuertes lluvias, algunos pueblos se inundan porque se desbordan las represas. Los ríos se transforman en lagos, el agua está contaminada y los peces está muriendo intoxicados», explica este representante de las poblaciones ancestrales gabonesas Pigmy.

Si bien muchos gobiernos y empresarios defienden las centrales hidroeléctricas como fuente renovable de energía, científicos cuestionan la sustentabilidad socioambiental de las inversiones.

«Contrariamente a lo que las empresas defienden, las represas no son una solución para luchar contra el calentamiento global. Por el contrario, lo agravan. Solo ellas (estas centrales) producen el 4% de todas las emisiones de gases efectos estufa de la actividad humana, más que el total de la industria de los aviones en el mundo», declara Gert-Peter Bruch, presidente de la ONG Planète Amazone en Francia.

Los proyectos de implantación de estas centrales contribuirían con el calentamiento global en cuanto destructores de vegetación, pero también a partir de las emisiones de metano provenientes de los sedimentos acumulados en las represas.

«En algunos casos, los proyectos hidroeléctricos están generando mayores emisiones que las plantas eléctricas de carbón, que producen la misma cantidad de energía», revela el comunicado conjunto firmado por más de 250 organizaciones de la sociedad civil de 70 países diferentes este 13 de mayo en París, en respuesta al congreso de la energía hidroeléctrica de la IHA.

El documento además denuncia que entre 40 y 80 millones de personas han sido desplazadas por la construcción de hidroeléctricas en el mundo sin recibir una compensación justa; los muros de cemento que contienen el agua de las presas pueden originar considerables impactos en los ecosistemas fluviales; y los proyectos de instalación de las centrales abren caminos por donde también transitan actividades de minería, de extracción de madera u ocupación ilegal de tierra, provocando un aumento de la violencia en estos territorios convertidos en escenarios de enfrentamientos de intereses entre las poblaciones locales y los inversores.

Entre otros impactos menos abordados por los estudios para este tipo de inversiones figura la amenaza sobre el20% de los lugares declarados Patrimonio Mundial por la UNESCO, como la central Gibe III en Etiopía, así como la destrucción de sitios sagrados para poblaciones locales. Los pueblos indígenas Munduruky, Apiaka y Kayabi sufrieron recientemente la destrucción de la morada de sus espíritus, la poza entre las cascadas Sete Quedas afectada por la construcción de la gran central hidroeléctrica Teles Pires, en Brasil.

La coalición de organizaciones también denuncia la falta de cumplimiento de la Convención 169 de la OIT que exige una consulta libre, previa e informada de los pueblos afectados por estos proyectos, así como la falta de aplicación de los estándares sociales y ambientales.

«El Protocolo de Evaluación de Sostenibilidad Hidroeléctrica de la IHA se ha aplicado y hecho público para menos del 1% de los proyectos de represas hidroeléctricas planeados y construidos en los últimos diez años», dispone la declaración conjunta que solicita nuevas estrategias energéticas que protejan los últimos ríos que todavía quedan libres de represas en el mundo frente a las «ilusiones de una energía hidroeléctrica sostenible».

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