Por Eugenia Logiuratto
Brasilia/AFP
Brasil está «resquebrajando» los derechos indígenas y esto puede expandirse a otros países de la región, advierten líderes del continente reunidos en Brasilia para denunciar una ofensiva conservadora que amenaza sus territorios y costumbres ancestrales.
Más de 3.000 representantes de etnias de varios países latinoamericanos participaron la semana pasada del 14º campamento «Tierra Libre» en la capital de Brasil, donde sostuvieron reuniones, seminarios, rituales y protestas contra el sistema político, que en algunas ocasiones acabaron en choques con la policía.
Devastación de sus tierras por grandes proyectos de infraestructura, amenazas y ejecuciones de sus líderes ordenadas por representantes del agronegocio, demoras en el reconocimiento de sus territorios: los reclamos de los pueblos indígenas del continente no son nuevos.
Pero con la llegada del conservador Michel Temer al Ejecutivo el año pasado y un Parlamento bajo fuerte influencia de grandes productores agrícolas, iniciativas que podrían restringir el derecho de los indígenas brasileños a permanecer en sus tierras han ganado fuerza.
«A pesar de que tenemos normas constitucionales, como en Brasil, que reconocen la demarcación de las tierras de los pueblos indígenas, los Estados no lo están haciendo», denuncia Cándido Mezúa, líder panameño de la etnia emberá, hospedado en el campamento que se instaló en un amplio terreno baldío próximo a los edificios del Congreso y la Presidencia en Brasil.
Mezúa atravesó el continente para conocer de cerca una situación que él cree podría aplicarse a otros países como una «receta».
«En Brasil, los derechos de los indígenas están siendo resquebrajados (…) Hay influencias poderosas de políticos y de empresarios que ven con ojos de ambición los recursos que todavía están en nuestros territorios. Eso es lo que vemos y está pasando en toda la región de Latinoamérica», afirma.
«Nunca había visto un Parlamento tan conservador como el de hoy», con legisladores «prejuiciosos» contra las minorías, sostiene Álvaro Tucano, un indígena brasileño, de 63 años, de la región amazónica fronteriza con Colombia y Venezuela.
Reclamos silenciados
De acuerdo con el último censo (2010), en Brasil viven 896.900 indígenas de 305 etnias, un 0,4% de la población de unos 202 millones de personas.
Sus áreas ocupan el 12% del territorio y buena parte se encuentran en la Amazonía.
Hay muchas tierras pendientes de reconocimiento en áreas pobladas y ocupadas por colonos que llegaron con la expansión de la frontera agrícola, un conflicto que muchas veces termina en sangre.
En 2015 al menos 137 indígenas fueron asesinados en Brasil, según datos del Consejo Indigenista Misionario (CIMI), una ONG católica.
Desde 2003, se registraron al menos 891 homicidios de indígenas, de acuerdo con el CIMI.
Adriana Ramos, coordinadora del programa de Política y Derecho Socioambiental del Instituto Socioambiental (sociedad civil), afirma que las tierras indígenas ayudan a preservar el medio ambiente, incluso más que las reservas naturales gestionadas por los Estados.
«La presencia de las comunidades y sus formas y prácticas tradicionales de manejo contribuyen al enriquecimiento de la selva y a la preservación de los recursos», explica.
La Constitución brasileña establece que los indígenas tienen «derechos originarios sobre las tierras que tradicionalmente ocupan», es decir, aquellas habitadas por ellos de forma permanente y utilizadas para sus actividades productivas.
Una reforma que se tramita en el Congreso busca transferir del Ejecutivo al Legislativo la competencia para demarcar dichas tierras.
Esto, en los hechos, suspendería la demarcación, sostienen los defensores de las causas indígenas.
«Barriga llena»
El ministro de Justicia, Osmar Serraglio, exintegrante de la bancada ruralista del Parlamento, levantó una ola de críticas al afirmar que «la tierra no llena la barriga a nadie», en una reciente entrevista con el diario Folha de Sao Paulo.
«Tenemos que ver dónde están los indígenas, vamos a darles buenas condiciones de vida, vamos a parar con esa discusión sobre las tierras. La tierra no llena la barriga a nadie», afirmó Serraglio, de cuyo ministerio depende ahora el organismo que gestiona el proceso de demarcación.
Pero para quienes viven de lo que da la naturaleza, la tierra es más que un pedazo de suelo.
«Me gustaría decirle al ministro que la tierra sí llena nuestra barriga. Es en ella y por ella que vivimos, es la que nos da el sustento, los peces, los puercos, las frutas, las artesanías que usamos. Todo eso, la tierra nos lo ofrece», dijo a la AFP Alessandra Korap, de la etnia munduruku del estado de Pará, donde las comunidades ribereñas resisten contra la instalación de varios proyectos de infraestructura -especialmente usinas hidroeléctricas- que podrían amenazar sus medios de subsistencia.
«No es con cemento que vamos a llenar nuestra barriga», zanja.