Tomado de Carta Económica
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Las tendencias de crisis de las economías y la poca efectividad de las medidas que los países toman para enfrentarlas, unhealthy muestran los síntomas de una crisis sistémica y una inefectividad del modelo neoliberal para relanzar los procesos de acumulación y refuncionarlizar el sistema capitalista. Esto, diagnosis luego de más de 40 años de la implementación de manera brutal de este modelo, desde la época de Margaret Thatcher en Inglaterra y Ronald Reagan en los Estados Unidos. Estos síntomas, al integrarse transnacionalmente a través de los circuitos de acumulación en las décadas pasadas, han generado un contagio en las economías avanzadas y emergentes.
Para el Fondo Monetario Internacional (FMI), la incapacidad de transmisión del estímulo monetario al sector real de la economía, desde la crisis del 2008 hasta el presente, estaría vinculada a la ralentización de la productividad de los factores y la desconfianza del mercado. Sin embargo, este fenómeno, como anteriormente se ha analizado en la Carta Económica, saca a la superficie la crisis de fondo que tiene el sistema.
A partir del estallido de la crisis financiera de 2007, los gobiernos de las economías más afectadas como Europa y Estados Unidos comienzan una política de compra de los activos tóxicos de los bancos con el fin de eliminar riesgos e inyectar liquidez en el mercado. La flexibilidad cuantitativa buscaba que la nueva masa monetaria se tradujera en más créditos a la inversión y el consumo para evitar caídas drásticas en la demanda y amortiguar la crisis de sobre acumulación en la economía real.
Sólo en los Estados Unidos, la expansión del crédito en los últimos 14 años ha hecho que supere los 50, 000, 000 millones de dólares, es decir, más de 3 veces el PIB de dicho país.
Este fenómeno se ha generalizado en las economías avanzadas del capitalismo de manera profunda.
Es así que la deuda de los hogares en Estados Unidos, al año 2010, superaba la producción total del país y para 2014 representaba ya el 90% del PIB. Ver Gráfico 1 y 2.
Además, la política monetaria expansiva busca ser una medida para contrarrestar la baja inflación (evitar la deflación como un escenario opuesto a la inflación, pero igual un estadio de crisis), de modo que la inyección de liquidez genere una inflación moderada a fin que se mitigue el peso de la deuda en las variables nominales de las economías, y evitar el tan temido estancamiento y la amenaza de llegar a una incapacidad de pago de la deuda soberana que destruiría el sistema financiero mundial. En síntesis el pleito de la política monetaria y fiscal es contener la inflación en la búsqueda de reactivar la inversión y la economía, pero evitar un proceso deflacionario que igual arrastraría la economía a la crísis. El equilibrio de estos dos escenarios tiene hasta ahora como resultado un lento crecimiento y por lo tanto un creciente endeudamiento perverso al sistema capitalista y en sí una prueba del no funcionamiento de los marcos teóricos capitalistas arraigados en la política monetaria y fiscal, como los mecanismos básicos de refuncionalización del sistema, cuando este llega a las crisis de sobre producción, como la que ahora se vive, ya por varias décadas y que se perfila que no ha llegado a los niveles críticos como muchos analistas predicen para los años cercanos.
Las series de Europa y Estados Unidos, en el gráfico 3, muestran un quiebre estructural a partir de julio de 2008. Desde ese momento, el agregado monetario M1, que hace referencia al dinero circulante y depósitos a la vista, ha aumentado 46.5% en Europa y 98.9% en Estados Unidos.
Es importante señalar la diferencia entre la dinámica del agregado M1 y M3. Este último, además de los componentes del M1 está integrado por depósitos a plazo y el stock de títulos valores. De modo que a través del M3 se puede evidenciar la escalada de la importancia del sistema financiero en el juego de la liquidez, en tanto en la tendencia al alza del M3 se encuentra reflejado que, a pesar de un breve estancamiento entre el primer trimestre de 2009 y el primer trimestre de 2011, la búsqueda de capitales hacia el mercado financiero es una dinámica que se desarrolla previo a la crisis y continúa de manera acelerada.
Sin embargo, a pesar de las constantes inyecciones de liquidez, el consumo y la inversión no repuntan para estimular la demanda y el crecimiento de las economías. El nivel de inversión en Estados Unidos en el segundo trimestre de 2015 fue apenas el 16.7% del PIB y para Europa 18.1%.
Es importante separar el caso de Japón, en tanto la expansión monetaria del país asiático inicia antes del período de la crisis financiera internacional y la tendencia de su oferta monetaria se mantiene por encima de Estados Unidos y Europa hasta el primer trimestre de 2010. Esto es después de iniciada la política de estímulo monetaria de estos países.
De esta manera, Japón ha mantenido bajas tasas de interés por un periodo más sostenido y, a pesar de una inversión relativamente más alta, de 23% del PIB, las tasas de crecimiento japonés han estado rondando el 2%, por problemas arrastrados desde la década de 1990. Japón es así otra alarma al no funcionamiento de las políticas clásicas de la teoría capitalista del crecimiento, donde tenemos una fuerte expansión monetaria, bajas tasas de interés, y un lento crecimiento por más de 14 años. La economía japonesa incluso registró una recesión en el último trimestre de 2014 de la que apenas comenzó a recuperarse en el primer trimestre de 2015 con una tasa de apenas 0.6%, y las tasas de crecimiento siguientes se mantienen en la misma dirección.
La estrategia de expansión monetaria ha demostrado caer en la trampa de la liquidez, esto es, aunado a la abundancia de capital. De este modo, la continua inyección de fondos se destina a aumentar los activos financieros, o la reestructuración de los pasivos de las empresas, más que a dinamizar la economía. Además, esta táctica tiene incluso un límite financiero impuesto por la misma Resera Federal.
Los activos de la Reserva Federal, constituyen un stock de bonos gubernamentales, bonos del Tesoro y seguros respaldados por hipotecas, mientras que los dólares que emite para adquirir estos activos son sus pasivos correspondientes. Las QE suponen entonces una fuerte expansión en ambos lados del balance de la FED.
La mayoría de sus activos son a largo plazo (bonos y deuda hipotecaria), mientras sus pasivos (circulante) son todos a corto plazo, pasivos corrientes. Los dólares emitidos, con los que se adquieren los activos tóxicos, los bancos privados pueden exigirlos en cualquier momento. Los préstamos de mayor vencimiento pagan rendimientos más altos que los de corto plazo. En la medida que las tasas sigan bajas, la FED puede continuar endeudándose a corto plazo y prestando a largo plazo.
El rendimiento de un bono de 10 años es del 2%. Este es el interés que la Reserva Federal recibe de sus préstamos, los cuales son sus activos a largo plazo. Por otro lado, la Reserva Federal no debe más del 0.25% de sus depósitos a corto plazo, los cuales son sus pasivos a corto plazo. Eso es una ganancia del 1.75% anual. Se han comprado aproximadamente 2.8 trillones de deuda a largo plazo, así que eso equivale a aproximadamente $49 billones en ganancias anuales, siempre y cuando las tasas se mantengan bajas.
Supongamos que la tasa de interés de la Reserva Federal se elevara al 1%. En lugar de pagar 0.25% de sus pasivos a corto plazo, tendría que pagar el 1%. Esto le disminuiría su ganancia del 1% año sobre año, si los bonos a 10 años aún dieran un rendimiento del 2%.
Eso equivale a una caída de más de un 40%, pero aún tendría un ingreso neto positivo. ¿Qué pasa si las tasas continúan elevándose de vuelta a sus normas históricas, del 1% al 2.5%, o aún más? Entonces la Reserva Federal tiene un gran problema. Si sus activos producen 2% pero tienen que pagar 2.5% de sus pasivos, quiere decir que tiene un flujo negativo y carece de liquidez.
En lugar de ganar agradablemente $49 billones al año, ahora debe $14 billones.
Además, en el lado de los activos, cuando los rendimientos de los nuevos bonos del Tesoro de diez años se elevan, baja el precio de los bonos existentes que han adquirido a un rendimiento más bajo. Esto es porque los bonos obtenidos previamente deben ser descontados de la tasa actual del mercado si se venden en el mismo –no a la tasa a la que originalmente los compraron.
De modo que si las tasas se elevaran lo suficiente, la Reserva Federal incurriría en pérdidas en ambos lados de su balance.
¿Cómo respondería el resto del mundo a una institución financiera atrapada en esta posición? La Reserva Federal perdería toda credibilidad a los ojos del sistema financiero mundial. A su vez, el dólar estadounidense perdería confianza porque está a cargo de la Reserva Federal.
Los bancos mundiales no sólo se alejarían y posiblemente desecharían ellos mismos los bonos gubernamentales estadounidenses, sino que probablemente abandonarían también al dólar en favor a otro activo más seguro.