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Inteligencia artificial

José M. Tojeira

La jornada Mundial de la Paz propuesta por la Iglesia católica desde hace 58 años se celebra el primero de enero. En El Salvador solemos celebrar esta jornada a lo largo del mes de enero con diferentes actividades. Celebraciones eucarísticas, charlas en las parroquias, actividades de los departamentos de promoción social de las diócesis son parte del modo de nuestra Iglesia de celebrar la jornada. Se busca siempre que el mensaje para dicha jornada que da el Papa llegue al mayor número de católicos y de personas de buena voluntad.

Este año el Papa reflexionó sobre el papel que debe jugar en favor de la paz la Inteligencia Artificial. Y al mismo tiempo nos advirtió de las posibilidades del mal uso la misma. Como todo instrumento poderoso, porque la Inteligencia Artificial es en realidad un instrumento, puede usarse para el bien común o para el enriquecimiento individual, para acrecentar el poder de un sector de la humanidad o para marginar a otro. La Inteligencia Artificial nos acerca al conocimiento con una enorme rapidez. En la actualidad incluso puede sustituir trabajos humanos. Nos puede ayudar a tomar decisiones de todo tipo. Pero nunca puede, nos dice el Papa, sustituir al ser humano. Y mucho menos rebajar su dignidad sometiéndolo al poder de una máquina incapaz de dialogar desde los valores humanos más profundos. Aunque hay ya instrumentos que responde con palabras e información a los seres humanos que les hacen preguntas, la imaginación, la solidaridad, los sentimientos nobles trascienden en demasía las posibilidades de la máquina por inteligente que sea.

Los peligros de sustituir con máquinas el trabajo humano son diversos. Pueden hacer que desaparezcan múltiples empleos. Pueden ser utilizadas para acumular datos personales y clasificar a las personas, conocer tendencias e impulsar las convenientes a determinados intereses con el afán de manipular a la gente en el campo de la economía, de la política o de los valores. Como en toda tecnología, cuyo uso puede beneficiar o perjudicar a la humanidad, según se use, el Papa pide que la Inteligencia Artificial sea usada para mejorar la calidad de los trabajos, que esté abierta a todos y no solo a los que tienen recursos y que se utilice para el desarrollo humano. Y que para ello se desarrollen normas a nivel internacional sobre su utilización, que tengan en cuenta la ética, la persecución del mal uso y la disponibilidad  para todos los seres humanos. Y por supuesto con instituciones y acuerdos internacionales que garanticen el cumplimiento de las normas.

Con frecuencia el avance de la ciencia ha servido para enriquecer a pocos y mantener las desigualdades en el mundo en que vivimos. Con la inteligencia artificial tenemos la oportunidad de poner la ciencia al servicio de todos, con fines verdaderamente humanos y solidarios. La inteligencia artificial puede introducir mejoras sustanciales en el campo de la medicina, del conocimiento y la reflexión, de los negocios, etc. El Papa recomienda sentido crítico y discernimiento para usar la tecnología desde la prioridad del ser humano sobre la máquina. Porque las máquinas están siempre creadas por los seres humanos, y en el campo de la inteligencia pueden heredar los prejuicios o incluso las intencionalidades de quienes las diseñan. Y dañar severamente el bien común facilitando que una minoría decida sobre el destino de las mayorías.

 

Amar la ciencia, tener una visión científica de las cosas, es indispensable en nuestros días. Pero la ciencia es producto del ser humano en la historia, y por tanto es un producto colectivo. Porque incluso los grandes inventos individuales nacen siempre de las síntesis de anteriores conocimientos. Lo que es fruto de la humanidad debe estar al servicio de toda la humanidad. Y la inteligencia artificial es fruto del enorme esfuerzo del pensamiento humano y de su capacidad de adquirir conocimiento y multiplicarlo. Un producto humano construido sobre la capacidad universal de avanzar en el conocimiento de la realidad, y que tiene la capacidad  de sintetizarlo, difundirlo e incluso extraer síntesis enriquecedoras del mismo, debe estar al servicio de todos y regulado desde la ética y el bien común.

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