Por: Licenciada Norma Guevara de Ramirios
En el marco del Día de la No Violencia contra las Mujeres, la Red Feminista Frente a la Violencia contra las Mujeres presentó, públicamente, el balance sobre las condiciones de violencia e inseguridad que vivimos las mujeres en El Salvador.
Ese balance arroja que, en nuestro país, las condiciones de seguridad y todas las formas de violencia aumentaron en un 15% el último año (violencia física, psicológica, sexual, patrimonial y los feminicidios).
La Red afirma que en nuestro país estamos frente a un franco retroceso en materia de derechos humanos y, sobre todo, en el modelo de seguridad que reprime y amenaza constantemente.
Esta misma Red, meses antes, en julio del presente año, había presentado el balance de una década que fue titulado “Informe sobre la Situación de los Derechos Humanos de las Mujeres en El Salvador”
El informe destaca que en nuestro país hubo que esperar 40 años, desde la Convención CEDAW, y 30 desde el Convenio de Belén Do Pará, para que el Estado diera pasos progresistas para su cumplimiento, como la aprobación de la Ley de Igualdad, Equidad y Erradicación de la Discriminación para las Mujeres, y la Ley Especial Integral para una Vida Libre de Violencia para las Mujeres, con lo que se dio origen a una nueva estructura institucional especializada.
Gracias a esos avances se logró reconocer la violencia como hecho reprochable en diversos ámbitos; instalar más de 80 servicios de atención; motivar reformas a 25 leyes creadas, derogadas o reformadas, para favorecer los derechos humanos de las mujeres; una reforma al sistema judicial con una jurisdicción especializada y áreas especializadas en la Fiscalía General de la República, la Procuraduría General de la República y la Policía Nacional Civil (PNC) y asumir compromisos presupuestarios para hacer efectivas y positivas las normativas aprobadas.
Esos cambios recrean y crean una cultura y es lo que se genera, en el presente, cuando priva una visión autoritaria y el sometimiento de la población mediante la división, el odio, la mentira, que facilita que se reviva la violencia intolerable contra las mujeres.
Y es que al mantener o reeditar viejos dogmas de superioridad del hombre, del dominio del poder económico y político sobre las mujeres, se estimula las conductas violentas; la falta de sanciones penales, civiles, estimula las prácticas de violencia.
Este ciclo de violencia que bien nos reportan sistemáticamente organizaciones no gubernamentales de mujeres, desgraciadamente es un patrón que se extiende en diversas latitudes, en la medida que se fortalecen las fuerzas conservadoras y de ultraderecha en diferentes países.
Si se “normaliza” la violencia contra niños, mujeres en Palestina y los organismos multilaterales incluidos, y si quienes deben asegurar la paz en el mundo se muestran incapaces de contener la escalada de violencia, resulta lógico el retroceso.
Costó establecer normativas que reconocen la desigualdad, la discriminación, la violencia como hechos negativos, y a la mujer como persona con igual dignidad y derechos, por eso vale la pena que, frente a la adversidad que vive la mayoría de nuestra sociedad, exista la fuerza y el valor de seguir elevando la voz contra la discriminación y la violencia hacia las mujeres, porque son hechos reprochables.
El capitalismo salvaje, neoliberal y fascista, es generador de violencia sistémica y, en su afán constante de reajuste para concentrar más ganancias, atropella y promueve las formas más brutales de violencia, que a su vez, cobijan la violencia contra las mujeres.
Elevar la bandera de la igualdad, la no discriminación y la no violencia contra las mujeres, es un deber para recuperar lo ganado y avanzar.
En el Día Internacional de la No Violencia Contra las Mujeres expresemos nuestra solidaridad con las que sufren en nuestro país y el mundo, y hacemos la exigencia de que el gobierno, y cada una de las entidades estatales, cumplan la legislación nacional e internacional que protege a las mujeres de la violencia en todas sus formas.
Porque el avance de las mujeres es un paso de adelanto de la humanidad hacia una existencia digna y justa para todas y todos.
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