Luis Arnoldo Colato Hernández
Durante el primer lustro de la década de los 60s y en el marco de la “Alianza para el Progreso”, la administración Kennedy inicio un lento proceso de intervención pasiva en la región latinoamericana, orientada a incidir en el pensamiento espiritual de la región, a través de la promoción y llegada de las primeras iglesias pentecostales a los diferentes países del territorio.
Tales acciones estaban orientadas a sustituir el paradigma religioso establecido desde la colonia en la región latinoamericana, que en el marco de la guerra fría era identificada como “(…) adversa a los intereses estadounidenses (…)”, en razón de la emergente Teología de la Liberación, que constituye el elemento espiritual de los movimientos progresistas, que además de modo progresivo, se enfrentan con una cada vez mayor organización y eficiencia a los regímenes militares latinoamericanos establecidos desde Washington.
En general, tales movimientos religioso-pentecostales, por definición conservadora, intolerantes y misóginos, eran la elección pertinente como herramienta de domesticación que favoreció el creciente intervencionismo militar estadounidense en la región, pues obliga la docilidad de sus elementos al sistema, y por extensión, les transforma en sus defensores.
El pasado día 7 y en la región del norte guatemalteco, concretamente en la aldea de Chimay, de origen Q’echí, dialecto maya que identifica al territorio, y que posee como característica particular más iglesias de corte pentecostal que viviendas en el lugar; los miembros de la comunidad capturaron, lincharon y asesinaron quemando vivo, a Domingo Choc, miembro de otra etnia también maya, que visitaba el lugar en la víspera para recolectar muestras de la flora del territorio, con propósitos naturistas (el señor Chor era guía maya, que en colaboración con científicos europeos elaboraba un catálogo floral del lugar, con propósitos investigativos), lo que además los criminales, gravaron en video en los tonos más morbosos, para luego subirlos a la red bajo el título “Quemado por brujo”.
Por supuesto no solo el señor Choc ha sufrido éste martirio, pues, además Bernardino Solval, en circunstancias similares, en 2017, también fuera asesinado.
Este particular asesinato -como también el del señor Solval- se deben caracterizar en el marco de la intolerancia azuzada desde el cristo centrismo pentecostalista extremista, que niega al otro y que es intolerante y barbárico “(…) indios idolatras, deben morir para salvar Guatemala para Cristo (…)” , decía el militar pentecostalista Efraín Ríos Mont, en la década de los 80s, cuando impulsaba los operativos de yunque y martillo, y tierra quemada que el ejército de aquel país ejecuto con la planificación y colaboración de asesores estadounidenses, y que encuentra en estos hechos, una extensión que es además referencia de los antecedentes para los mismos.
Debemos entonces comprender que lamentables hechos como éste evidencia con crudeza como el racismo nos infecta, pues son también una expresión de intolerancia e incomprensión, que favorecida desde el sistema y con el fin de preservarse, niega la inclusión, pudiendo superarse solo, respetando las diferencias, aceptándolas y compartiéndolas, lo que es probable cuando el estado se reconstituye con el ser humano como su centro.