Mauricio Vallejo Márquez
coordinador
Suplemento Tres mil
El tener la facultad de escribir o hablar no implica tener la libertad de hacer lo que se nos antoje. Si bien es cierto podemos hacer una crítica o realizar una acción jocosa no creo correcto que debamos sobrepasar las creencias de otros. Ya no se diga cuando estas implican ofender una fe determinada.
Lo sucedido en Francia, healing los atentados y asesinatos no me parecen algo bueno. La intolerancia es culpable de consecuencias terribles y funestas e incluso de delitos contra la humanidad, de terribles persecuciones y asesinatos a poetas como sucedió con Jaime Suárez Quemaìn, quien fue torturado y asesinado por mantenerse inquebrantable denunciando desde La Crónica, acá en El Salvador. Lamentablemente nunca se trató el tema de una forma mundial y es un delito que aún se mantiene impune. Las denuncias que hizo Suárez contenían la verdad de lo que sucedió en nuestro país, lo que se vivía en esos años de represión, los vejámenes sufridos por miles de salvadoreños que no lograron ver una madrugada más. No se dedicaron a ofender, sino a denunciar.
Luego tomaron su ejemplo otros poetas que llegaron a alternar la pluma y las armas, como fue el caso de Amada Libertad, Arquímidez Cruz, Claudia María Jovel y Amílcar Colocho, entre tantos más que pelearon por cambios, pero depositaron sus vidas como ofrenda y se convirtieron en artesanos que moldearon nuestra democracia.
Nunca he estado de acuerdo en recurrir a la ofensa y a la denigración cuando para batallar por causas justas, mucho menos cuando se miente. El insulto y la parodia no es lo mismo, aunque algunos lleguen a verlo de esa forma, el insulto es grotesco, la parodia fina y sutil. Aunque una obra artística peda carecer de moral no debemos perder de vista que la moral es amorfa y fuerte en otros, sobre todo para los fundamentalistas, que se encuentran en cualquier religión, ideología e incluso en los aficionados al fútbol, como los famosos Hooligans que son capaces de matar por los equipos de su predilección e incluso dispuestos a morir por el honor de los mismos.
Todo ataque terrorista atenta contra nuestra humanidad, no sólo contra las personas que se cuenten entre las víctimas. La maldad, aunque es algo humano, afecta a todos por igual. No debemos ser ingenuos y pensar que el mal no va a existir. El ser humano es así, lleno de odio e intrigas; pero también de amor y de solidaridad.
Se debe respetar la libertad de expresión, porque es un derecho humano, pero también respeto a las creencias de otros, siempre que no atenten contra nuestras vidas ni busquen la eliminación de otros por tener ideas diferentes, por tener un color de piel que no sea igual o creer en un Dios diferente o en otros caminos para llegar a Dios que no sea el nuestro. En fin, promulgar el respeto por la sencilla razón de que somos seres humanos y por eso somos diferimos y tenemos diferencias que debemos considerar y aceptar, aunque no las compartamos independientemente nos convenga o no.
Cuanta diferencia habría en nuestra historia si no estuviera escrito que asesinaron a Monseñor Romero por decir la verdad, por tener el valor de pedir el cese de la represión. Sin embargo fue asesinado como a miles más que afirmaban que las cosas debían cambiar. Aunque los tiempos avanzan, aún hay cosas por enmendar, la autocensura de muchos periodistas por miedo a ofender la intolerancia de sus jefes o sucesos como lo acontecido en Francia o la persecución de periodistas en Guatemala o el asesinato de periodistas en Honduras. Aún hay mucho que hacer para que en el mundo exista una verdadera libertad de expresión.
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