José M. Tojeira
La semana pasada UNICEF presentó un proyecto viable de inversión en la infancia. Invertir en la primera infancia, y en la infancia y adolescencia en general, es indispensable para el desarrollo. Y especialmente urge invertir en los niños de cero a dos años en El Salvador para lograr el pleno desarrollo de las capacidades de los infantes, así como para que puedan ampliar sus posibilidades de vida. En efecto, en los dos primeros años, años de crecimiento rápido del cerebro, es el momento en el que se establecen las conexiones y los desarrollos neuronales más importantes, que llevarán al futuro adulto a tener sus habilidades cognitivas, afectivas y psicomotrices plenamente desarrolladas, según las capacidades de cada uno.
Y decimos que la inversión en la primera infancia es necesaria y urgente, porque muchos niños pertenecen a hogares desintegrados, en los que hay violencia, no se desarrolla el apego, no se da buena alimentación o se les relega a la soledad y la ignorancia. Así mismo, hay desconocimiento respecto a algunos aspectos de la crianza. El hecho de que más de la mitad de los niños habrán sufrido algún tipo de violencia antes de los 14 años, y en torno al 40% habrán sufrido castigos físicos, nos muestra una parte de la problemática educativa, especialmente en el hogar. La migración no solo somete a ausencias dolorosas, sino que con frecuencia deja a los niños en un mayor abandono, soledad y carencia de cuidados. El hacinamiento en el hogar, la tensión y las restricciones que ocasiona la violencia existente en una alta proporción de lugares, añaden dificultades a la crianza. La pobreza y el hecho de que solamente un poco más del 20% de la población tenga un salario decente, dificulta todavía más el desarrollo de los niños. El descuido en la crianza infantil durante los dos primeros años, seguido de un abandono educativo entre los tres y los cinco años, dificulta el aprendizaje posterior en la escuela, multiplica la repetición de grados, desestimula el aprendizaje y es una de las causas de fondo de un abandono escolar que determina que estemos graduando de bachilleres solamente a un 40% de los jóvenes que por edad podrían graduarse cada año.
Es evidente que si seguimos como hasta el presente, el desarrollo que prometen los políticos será falso. Tenemos planes ambiciosos y bien desarrollados, como el Plan El Salvador Educado. Pero nos falta voluntad de aplicación de dichos planes. E incluso en dicho plan, la inversión en la infancia no está adecuadamente planificada. Es por otro lado la inversión más barata y la de mayor y mejor recuperación económica. Evidentemente hay que darle continuidad desarrollando con mayor eficacia el plan mencionado. Pero ciertamente sin invertir adecuadamente en nuestros jóvenes, el discurso sobre el mañana será hipócrita o ingenuo. Pues si no lo hacemos, nuestros jóvenes seguirán en una alta proporción condenados a migrar o a perpetuar esa terrible situación que tan fácilmente engendra frustración e incluso violencia, de salarios insuficientes, trabajos informales y precarios, hogares hacinados y ausencia de redes de protección social universales y de calidad.
El Salvador es todavía un país joven. Pero ha iniciado ya un proceso que en treinta años lo convertirá en un país donde los miembros de la tercera edad serán más que los jóvenes. En la actualidad, con bastantes más jóvenes que ancianos, solo el 20% de la población mayor de 60 años cobra pensión. Pensar en que esa situación se reproduzca dentro de 30 años sería trágico. Pero es la parte menos trágica del destino que nos espera si no nos decidimos a invertir más a fondo en los jóvenes y de un modo especial en la primera infancia.
En este mes de septiembre celebramos la Independencia y exaltamos el amor a la patria. Pero esos discursos y desfiles pueden perder el sentido si no nos decidimos de una vez por todas a invertir más y con mayor eficacia en la infancia. La propuesta de UNICEF es precisa, utiliza recursos ya existentes, es asequible económicamente y ofrece al Estado salvadoreño unas pautas de inversión y cuido que entran dentro de lo posible.
Estudiar esta propuesta debía ser un objetivo indispensable para todos los que amamos a El Salvador, y más en esta época previa a elecciones presidenciales. Urge cambiar nuestra política pública en lo que respecta a la primera infancia. Recoger el desafío nos compete a todos.