José M. Tojeira
Es escandaloso ver al nuevo y flamante presidente de la Asamblea Legislativa oponiéndose a un préstamo en el que una parte del mismo va destinado a abrir nuevos Equipos Comunitarios de Salud Familiar y Especializados (Ecos). Los Ecos han reducido enormemente el número de salvadoreños que no tenían acceso ni siquiera a la salud de primer nivel. Invertir solamente en hospitales de tercer nivel, mientras se deja a la población sin acceso a la salud básica no solo es una estupidez desde el campo de la salud pública, sino un acto de desprecio a los más pobres del país. Gracias a los Ecos el país ha mejorado enormemente en los estándares internacionales en el campo de la salud. Previo a las pasadas elecciones presidenciales, en las que Quijano y Sánchez Cerén se disputaban la presidencia, funcionarios internacionales vinculados a temas de salud, mostraban la preocupación de que, según los resultados electorales, se quisieran eliminar los Ecos. Y la razón era obvia. Durante los cinco años del gobierno de Funes, y especialmente bajo la conducción del Ministerio de Salud por parte de María Isabel Rodríguez, se habían dado importantes pasos en la cobertura de la red del Ministerio de Salud y en el acceso de la gente a la misma. Ir contra los Ecos es condenar a una debilidad mayor a la salud pública, y eso preocupaba a los funcionarios internacionales hace aproximadamente cuatro años.
Es real la necesidad de construir un nuevo hospital Rosales. Pero si eliminamos o no dejamos crecer simultáneamente los Ecos, tendremos muy pronto un verdadero congestionamiento de enfermos en el nuevo hospital que lo volverán todavía más difícil de manejar y, por supuesto, más irrelevante para la salud pública de lo que lo es ya en la actualidad. El presidente de la Asamblea se pregunta “¿de qué sirve tener un hospital si no hay insumos y no hay médicos contratados?”. Pero no se da cuenta que de nada sirve tener un hospital de tercer nivel si no hay atención de primer y segundo nivel en las zonas aledañas al hospital. Los problemas que se podrían solucionar en los primeros niveles irán a parar al tercer nivel, si pueden, o simplemente se convertirán en problemas graves, cuando podrían haber sido solucionados con un costo menor. La ignorancia de un diputado, que para mayor agravante proviene del campo de la salud, quiere condenar a demasiados salvadoreños a la enfermedad irreversible. Y después, como suele suceder, se llenarán la boca con las palabras patria, democracia y vivas al nacionalismo, para continuar con la farsa de un Estado que dice que tiene como uno de sus objetivos fundamentales la justicia social y al mismo tiempo se burla de los pobres.
La Asamblea Legislativa siempre ha sido el espejo de los problemas de El Salvador. Entre sus presidentes hemos tenido desde miembros de escuadrones de la muerte hasta corruptos, borrachos, aprovechados e ignorantes. Hubo diputados decentes, e incluso alguno que otro en puestos de máxima importancia en la Asamblea. Pero la dinámica política y legislativa de El Salvador hace pensar que los decentes son o han sido minoría. Quijano labró su importancia en ARENA más que por su inteligencia, su capacidad de negociación o su capacidad de propuesta para el país, por la capacidad de réplica y alegato combativo en la Asamblea. En la alcaldía de San Salvador tuvo un poco más de preocupación por la gente y eso le llevó a ser candidato a la presidencia. El cargo de ahora parece más un consuelo, y ciertamente una respuesta a su popularidad en su partido, que una decisión basada en la capacidad técnica del personaje.
Ha vuelto a sus inicios y ojalá no se cumpla en él la famosa frase que dice “nunca segundas partes fueron buenas”. Entrar en una dinámica de pleito, olvido de los pobres, irresponsabilidad técnica y freno de una política de salud inteligente, le hará terminar tristemente una carrera política que podría terminar bien.
Pero para terminar bien le hace falta estar mucho más abierto al diálogo, confiar menos en la prepotencia de la aritmética asamblearia y asesorarse en el campo de la salud pública, en el que ciertamente muestra lagunas lamentables.