Por Laurent Lozano/John Davison
Jerusalén/AFP
Los israelíes votan este martes para elegir un nuevo Parlamento y determinar si el primer ministro, sovaldi Benjamin Netanyahu, sigue cuatro años más al frente del gobierno o llegó la hora del cambio de la mano del laborista Isaac Herzog.
Unos 5,88 millones de electores están convocados para elegir a los 120 diputados de la cámara, en más de 10.000 centros de votación ubicados en escuelas, hospitales y cárceles de todo el país.
Los primeros sondeos a boca de urna se conocerán tras el cierre de los centros a las 20H00 GMT. A esa hora los israelíes empezarán a hacerse una idea precisa de la configuración de su 20ª Kneset, pero podrían tardar semanas en conocer el nombre del nuevo jefe de gobierno.
Netanyahu y su esposa Sara votaron a las siete de la mañana en una escuela de Jerusalén.
«No habrá gobierno de unión con el Partido Laborista», declaró Netanyahu tras emitir su voto.
«Formaré un gobierno nacional», es decir de derecha, afirmó el primer ministro, cuyo partido, el Likud, figuraba en los últimos sondeos previos a la elección por debajo de la Unión Sionista, liderada por Isaac Herzog.
«La elección está entre el cambio y la esperanza, de un lado, y la desesperanza y la desilusión del otro lado», respondió Herzog a distancia después de votar en Tel Aviv.
En las últimas horas de una campaña en la que apenas se habló del conflicto con los palestinos, Netanyahu dio un golpe de timón derechista, con declaraciones destinadas a buscar votos de la extrema derecha y los colonos.
Así, el primer ministro saliente descartó un Estado palestino si es reelegido.
El laborista Isaac Herzog, de 54 años, y aliada de la exministra de Exteriores Tzipi Livni, basó en cambio su campaña en los temas económicos y sociales, y podría convertirse en el primer jefe de gobierno laborista desde hace 14 años.
Delante de un colegio en el barrio jerosolimitano de Beit Hakerem, varios electores manifestaron a la AFP la diversidad de sus preocupaciones.
Heitnar Chaim, un judío de unos 50 años ataviado de una kipa, votó por los ultraortodoxos porque «estos últimos años se ha tratado mal a los haredim (judíos ortodoxos)», y «en tanto que médico que debe tratarlos, (está) bien situado para ver que la pobreza ha aumentado».
Yacobi Gideon, de 60 años, votó por Kulanu, la lista del centrista Moshe Kahlon, un exmiembro del Likud al que casi todos ven como la clave de una futura coalición.
«Con la izquierda y la derecha no cambia nada. Así que voto a Kahlon, que es el único en el que confío para cambiar las cosas en el ámbito económico», cuenta Gideon.
Aires de referéndum
Las legislativas se convirtieron de hecho en un referéndum a favor o en contra de Netanyahu, de 65 años, primer ministro desde 2009, y en el poder casi una década si se tiene en cuenta el primero de sus tres mandatos, de 1996 a 1999.
Fue el propio Netanyahu el que precipitó estas elecciones anticipadas, convocadas dos años antes de lo previsto, cuando a fines de 2014 rompió la coalición gubernamental, creyendo estar en posición de fuerza frente a sus adversarios, en particular Herzog.
Sin embargo, los últimos sondeos atribuían a la Unión Sionista de Herzog y a la centrista Livni entre 25 y 26 diputados, cuatro más que al Likud.
De las 25 listas en competición, unas 11 superarían, según los pronósticos, el mínimo necesario para acceder al reparto de escaños.
Teniendo en cuenta las múltiples alianzas posibles entre todos esos partidos, el resultado de la elección podría dar lugar a un largo período de negociaciones antes de la formación de un gobierno.
En el sistema político y electoral israelí, el presidente no está obligado a convocar al jefe del partido más votado para formar el nuevo gobierno.
El presidente Reuven Rivlin tendrá que estudiar la correlación de fuerzas y designar al diputado que tenga más posibilidades de formar una alianza gubernamental.
Durante la campaña, Netanyahu se presentó como el único dirigente capaz de garantizar la seguridad de Israel frente a sus múltiples enemigos, entre ellos Irán y el yihadismo.
Sin embargo, su discurso alarmista y su intervención excepcional en el Congreso de Estados Unidos no alcanzaron para cambiar la tendencia de los sondeos.