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Israel y la Biblia como Constitución

Iosu Perales

El 10 de julio, el embajador saliente de Israel en la ONU, Danny Danon, fue entrevistado en la BBC. Sus declaraciones desvelaron una idea-fuerza del sionismo que, no por conocida, produce menos impacto. Traducidas del inglés para el periódico digital Rebelión, Danon anunció, literalmente: “Cisjordania pertenece a los judíos según la Biblia, que es el título de propiedad judía de la tierra”. Seguidamente, a la pregunta sobre la política israelí de anexiones en Judea, Samaría y Jerusalén, Danon explicó al periodista Stephen Sackur: “No puedes anexar algo que te pertenece. Cuando anexas algo lo haces desde un territorio extranjero. No se de quién lo anexamos”.

Sackur pregunta a Danon: ¿No cree en el derecho internacional? Y el exembajador responde: “Por supuesto, pero antes de hablar de los problemas legales hablemos de los derechos bíblicos que tenemos sobre la tierra”. El periodista insiste: Estamos hablando de derecho internacional, ¿por qué presenta la Biblia o la historia ancestral como excusa? Danon le responde: “Llegaré al derecho internacional en un minuto. Tenemos derechos bíblicos sobre la tierra. Si eres cristiano, musulmán o judío, lees la Biblia, lees las historias de la Biblia, todo está ahí”.

El periodista no se rinde y pregunta: ¿Es la Biblia un documento legal? Y Danon afirma: “Es nuestro título sobre la tierra. Eso es bíblico. Tenemos derechos históricos sobre la tierra (…) solo necesitas leer un libro de historia”.

Creo que estas ideas -en pleno siglo XXI- expresadas además por alguien que ha sido durante años embajador de Israel en la ONU produce perplejidad, rechazo y preocupación. ¿Será que este señor ejerce la diplomacia, las relaciones internacionales, con la Biblia como línea de defensa de las numerosas violaciones del derecho internacional de Israel? Que se justifique la ocupación y colonización de territorios palestinos apoyándose en una lectura de la Biblia plagada de mitos, es un insulto a la inteligencia, una negación a la separación entre Estado y religión, y una afrenta a la democracia. Mitos bíblicos como el éxodo de los judíos de Egipto, algo que nunca existió, en busca de la tierra prometida, forman parte de una historia fabricada del pueblo israelita, según la cual la tierra que llamamos Palestina les pertenece por designación divina. Y esto último es mucho más de lo que sociedades desarrolladas podemos soportar.

Con semejante base “constitucional” es normal que Israel no tenga Constitución. Le resulta más ventajoso quitar y poner marcos jurídicos a conveniencia y facilitar el enorme espacio que ocupa el ejército como mando principal del país. Mucho se ha escrito sobre Israel como país militarizado con un gobierno civil. La Knéset (Parlamento israelí) ha aprobado leyes con rango constitucional, pero extrañamente, sin que haya una explicación suficiente, nunca se ha plasmado una Constitución como ley de leyes. En mi opinión, el sionismo sellará una Constitución israelí cuando su expansión por la Palestina histórica llegue a lo que considere sus límites.

El sionismo hoy es la conjunción de judíos ultraortodoxos, nacionalistas y seculares. Originalmente no era de esta manera, pero las guerras del 48 y del 67, condujo a la sociedad judía, a abrazar la causa bíblica cuando ya los argumentos históricos y políticos, racionales, habían quedado agotados ante la comunidad internacional.

La ventaja de acudir a la Biblia es que como legado de Dios no cabe discutir. Fue llamativa la mutación de colonos socialistas en activistas de la Biblia, con tal de tener una coartada ocupacionista y colonizadora.

Quiero recordar que sionismo es una palabra que deviene de Sion que es el nombre que los judíos dan a Jerusalén. Regresar a Sion es una idea expandida por las juderías en Europa en el siglo XIX. El sionismo basa su idea de Estado en relatos bíblicos. La primera parte de la Biblia, la Torah (Ley) está compuesta por cinco libros en los que se refiere la historia de la creación, de los patriarcas, la esclavitud en Egipto y la huida liderada por Moisés hacia el 1300 antes de Cristo (AC). Este tránsito por el desierto duró 40 años, según los textos, hacia la tierra de Canaán (Palestina) que era la tierra prometida. La Haggada, libro leído en la noche de Pascua por casi todas las familias judías del mundo, las incita a sentirse ellas mismas como si hubieran salido de Egipto: “Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto” es una frase elegida para endurecer el corazón de los sirvientes. Naturalmente todo esto es muy controvertido y de ningún modo puede ser pretexto para un proyecto político, etnicista y racista. Sin duda el mito unifica. El mito tomó forma política en el ensayo Der Judenstaat (El Estado judío), obra del periodista y dramaturgo judío nacido en Budapest y de nacionalidad austriaca, Theodor Herzl.

Como es sabido el Israel actual debe buena parte de su existencia a las sucesivas administraciones de Estados Unidos. Pero no todo es asunto de dinero. Se produce una unión de las esferas política y religiosa, compartida por el sionismo cristiano que surgió de los evangélicos de Estados Unidos, teniendo como base la creencia de que el retorno del pueblo judío  a Tierra Santa y la fundación del Estado de Israel en 1948, son la demostración de la profecía bíblica. A mediados del siglo XX el mundo católico no prestó atención al sionismo cristiano, pero es un hecho que creció considerablemente en el ambiente protestante.

El sionismo cristiano sostiene que el pueblo judío es el elegido por Dios. Afirma que tiene un derecho divino para apropiarse de las tierras de la Palestina histórica. Y sostiene que Jerusalén es la capital exclusiva del estado judío. El sionismo cristiano demuestra que los lobbies sionistas en Estado Unidos se ven fortalecidos por vínculos religiosos, no se trata solamente de dinero y de apoyos tangibles. La radicalización del sionismo israelí va paralela a la radicalización del sionismo cristiano, y por eso sus tentáculos son tan poderosos.

Las Naciones Unidas han definido al sionismo como una forma de racismo y de apartheid. Sin embargo, el mensaje esencial de los sionistas cristianos es el siguiente: “Todo acto adoptado por Israel está orquestado por Dios y debe ser tolerado, apoyado, e incluso ensalzado por el resto de nosotros”. El sionismo es el cuerpo ideológico y teórico en que sostiene la política israelí, sionista, para seguir colonizando Cisjordania, como un paso más en la construcción del Gran Israel. En eso está hoy precisamente Benjamín Netanyahu.

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