Lidón Soriano

La paz e Israel son como el agua y el aceite, es absolutamente imposible que coexistan.

Por un lado, Israel no es un país al uso, es una entidad colonial gestada desde finales del siglo XIX aunque, concretada, en 1948. Una entidad creada de forma artificial y militar, por un movimiento mesiánico, colonialista y supremacista llamado sionismo. De hecho, así lo definieron desde el principio los padres sionistas fundadores del Estado de Israel. Por ejemplo, Theodore Herzl, considerado el líder del sionismo, en su carta a Cecil Rhodes (padre del colonialismo moderno), en 1902 le explicaba: “Mi plan de crear un hogar judío en Palestina es un plan colonial”. O, más tarde V. Jabotinsky, el líder de la derecha sionista en su documento The Iron Wall especificaba: “La colonización sionista (en Palestina) debe ser llevada a cabo en contra de los deseos de la población nativa (palestina)”. Por tanto, el carácter colonial de Israel queda clara y abiertamente así definido por sus fundadores desde el principio.

Por otro lado, la inmensa mayoría de habitantes de Israel no son originarios de esa tierra sino que han ido recientemente desde más de 70 países diferentes. La mayoría proceden de Rusia y países del este europeo, pero también de Latinoamérica, Etiopía y en menor medida de Estados Unidos y Europa occidental. Esta población no tiene nada en común, ni cultural ni históricamente, entre ellos por lo que necesitan algo que les mantenga cohesionados y ese “algo”, desde el principio, ha sido lo que ellos mismos han definido como “el enemigo exterior”, es decir, el pueblo palestino, al que consideran como un pueblo que les roba la tierra cuando, paradójicamente, los y las palestinas son lo habitantes históricos de ese territorio, los verdaderos dueños de esas tierras, mientras que los israelíes, llegados desde Argentina, Rusia, Ecuador, etc., son quienes les están robando, por la fuerza militar, sus tierras y sus casas desde hace décadas, como denuncian todas las organizaciones de derechos humanos.

Es decir, Israel es un Estado creado por y para la guerra y que no puede seguir existiendo sin estar inmerso en una contienda bélica permanente porque eso supondría la pérdida de su cohesión interna y por tanto su autodestrucción. Por eso, también el actual gobierno intenta regionalizar y globalizar la guerra, porque ese es el medio en el que la entidad sionista se mueve como pez en el agua. Además, esa regionalización bélica le permitiría seguir con el genocidio sobre Palestina “con disimulo”, la misma estrategia que Herzl proponía a principios del s. XX para expulsar al pueblo palestino de Palestina con el objetivo de poder crear su futuro Estado judío.

Otra particularidad del Estado de Israel es que es el único país de Naciones Unidas que no tiene fronteras definidas, aunque es un requisito previo para pertenecer a dicha organización tener unas fronteras delimitadas y estables. La razón es bien sencilla, el objetivo del sionismo no solo es robar toda la tierra de Palestina, el verdadero objetivo del sionismo es hacerse por la fuerza de las armas con todo el territorio desde el Nilo hasta el Éufrates por eso su bandera tiene dos franjas azules que simbolizan esos dos ríos. Además, este objetivo también ha sido abiertamente expuesto por los lideres sionistas, como la declaración de David Ben Gurión, fundador y Primer Ministro de Israel, recogida en el libro Ben Gurion and the Palestinian arabs por el historiador y periodista, Shabtai Teveth : “El actual mapa de Palestina fue diseñado por el Mandato Británico, pero el pueblo judío tiene otro mapa que nuestra juventud y nuestros adultos deben conseguir dibujar: del Nilo al Eúfrates”.

Por si el lector o lectora necesita más argumentos para comprender y convencerse del carácter innato y esencialmente bélico del Estado de Israel, también resulta interesante conocer que los principales Primeros Ministros de Israel Ben Gurión, Yizak Shamir, Menahen Beguin, antes de la creación del Estado sionista pertenecieron y lideraron grupos armados terroristas como la Hagana, el Stern y el Irgún. De hecho, así eran definidos por las autoridades británicas de la época y los distintos medios de comunicación anglosajones. Incluso el premio Nobel de Física, Albert Einstein, se negó a recibir en Estados Unidos al que posteriormente sería Primer Ministro de Israel, Menahen Beguin, y definió su organización, el Irgún, en una carta abierta al The New York Times en 1948 como una organización terrorista, derechista y chovinista.

Es decir, la idiosincrasia militarista y terrorista del Estado de Israel es previa, incluso, a la existencia de Israel como Estado y como puede observarse leyendo sus propios documentos, reside en su ADN: el sionismo.

En definitiva, con poco que se estudie el tema con rigurosidad de la mano de profesionales de reconocido prestigio, también judíos, como los historiadores Ilan Pappe, Benny Morris, o filósofos como Martín Bubber o Hanna Arendt o periodistas como Gydeon Levy o politólogos como Finkelstein, es fácil concluir que Israel es una entidad creada exclusivamente para ser el guardián de los intereses capitalistas de Occidente en Oriente o, mejor dicho, de los intereses que las familias más enriquecidas del planeta tienen en Oriente Medio, intereses materializados en sus negocios de armas, construcción, finanzas, petróleo, gas, medicamentos, etc. Estas familias que están en el top ten de los grandes fondos de inversión como Black Rock son quienes realmente manejan el mundo en esta época postcapitalista, fundamentalmente, a través de la creación de conflictos bélicos, el control de los medios de comunicación, la presión y compra de políticos y el entretenimiento de masas, léase, Hollywood, Eurovisión o los campeonatos de fútbol. Según el documental de Tom Gielen Monopoly: Who owns the world, entre los principales accionistas se encuentra la familia Rostchild, la misma que a principios del s. XX ayudó al sionismo a conseguir tierras en Palestina y la misma que intercedió para que Gran Bretaña se comprometiera a ceder parte del territorio de Palestina para la creación de un futuro Estado judío en 1917.

Israel fue creada por el movimiento sionista, un movimiento que siempre apoyó al gran capital y que fue ubicado en Palestina para controlar todos los recursos de Medio Oriente, las rutas comerciales entre Occidente y Oriente y servir de guardián militar a los intereses de las familias multibillonarias del planeta gracias al apoyo incondicional de la potencia imperial de turno.

Pero todos los imperios han caído y las piezas del tablero se han movido, Israel con su desmedido supremacismo y su inmoral e ilegal comportamiento en Palestina desde hace décadas ha comenzado con sus aberrantes masacres en Gaza su descenso a la autodestrucción, como bien recuerda Ilan Pappe en sus últimos artículos. Nuestro papel: perseverar en nuestra lucha en apoyo al pueblo palestino y buscar la unidad de acción exigiendo a nuestros gobiernos sanciones y ruptura de relaciones con Israel. Esos dos elementos son los que, unidos a la sobrehumana resistencia del pueblo palestino, desembocarán en la desestructuración de los cimientos racistas del Estado de Israel y el retorno de Palestina a sus verdaderos dueños: los y las palestinas, musulmanes, cristianas, judías y ateas.

Lidón Soriano es doctora y enfermera en Emergencias Sanitarias con 20 años de colaboración en los Territorios Palestinos Ocupados.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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