Pasadena/EEUU/dpa
De aquel James Rodríguez sentado en el banquillo con las manos en la cabeza y al borde de las lágrimas del viernes en el estadio de Santa Clara, al que ayer terminó sepultado en una montaña de abrazos en el Rose Bowl de Pasadena apenas pasaron cuatro días.
Sin embargo, mucho sucedió en ese tiempo. Algunos temieron su salida definitiva del torneo por una nueva luxación en ese maldito hombro izquierdo, que parece no querer quedarse en su sitio, tras el debut ante Estados Unidos.
Horas después, los medios colombianos lo descartaron de manera prematura para el duelo ante Paraguay, pero se ilusionaban con que el astro llegara al último compromiso del Grupo A, ante Costa Rica.
Eran tiempos de silencio y trabajo con el fisioterapeuta, a la espera de que esas manos mágicas hicieran el milagro.
Todo indicaba que se trataba de un juego de distracción, estaba descartado… El lunes, el propio Pekerman abría otra vez la puerta de la esperanza y James completó una recuperación asombrosa y apareció en la nómina oficial del juego, justo una hora antes del inicio. Cuando salió a calentar y el publicó colombiano lo reconoció, la ovación no tardó en llegar. Como tampoco tardó en mostrar su calidad en el campo, con un zurdazo en el inicio que pasó muy cerca del palo. Con una Colombia disfrazada del Real Madrid, con un llamativo atuendo todo blanco, James encontró su espacio para jugar en el costado izquierdo, con Farid Díaz haciendo de Marcelo, con Bacca tomando el puesto de Benzema y con Cardona como socio en el mediocampo, como si se tratara de Toni Kroos.
Su influencia en el desarrollo también quedó rápidamente expuesta, con un magnífico corner desde la derecha encontró la cabeza de Bacca para convertirse en el primer gol del partido. Casi de inmediato, con un caño en la mitad de la cancha a Piris Da Motta, levantó a la gradas. Y para completar ese inolvidable primer tiempo, un zurdazo cruzado tras una pelota muerta en el área sirvió por partida doble: para empezar a sellar la victoria y, sobre todo, para liberar ese grito contenido.
Dos goles en dos partidos para situarse junto con el panameño Blas Pérez como máximo artillero de la Copa no es una marca despreciable. Todo lo contrario, si se toma en cuenta que el año pasado se fue en blanco de Chile, en su estreno en el certamen.
Tapado por sus compañeros, James alcanzó a alzar sus brazos al cielo, en un gesto claro de lo que había sufrido en esos cuatro días, en los que pasó de descartado, a titular, a asistidor y a goleador. El descuento de Paraguay terminó siendo una simple anécdota, por James ya había tenido su regreso con gloria.