Oscar A. Fernández O.
La desobediencia, la crítica y la controversia han sido valores tradicionalmente vinculados al jazz, así como ese sentimiento de libertad que habita en su aliento creativo. Es por ello que, dese su nacimiento a finales del siglo XIX en las plantaciones sureñas de EE.UU., haya sido una música perseguida por actitudes totalitarias y gobiernos dictatoriales. Su evolución en España, por ejemplo, experimentó un frenazo en seco con la llegada de franquismo, así como en las décadas de los años 30 y 40 fue un género combatido estratégicamente por el nazismo imperante en prácticamente toda Europa. La relación entre el jazz y el ideario hitleriano fue magistralmente retratada por el músico y escritor Mike Zwerin en su libro Swing frente al nazi. El jazz como metáfora de libertad, ahora editado en castellano.
El libro es el resultado de dos años de intenso trabajo de documentación e investigación, incluyendo numerosas entrevistas y testimonios a protagonistas supervivientes, a través de cuyo relato se confirma la resistencia de esta música frente al nazismo, y su supervivencia en ciudades como Berlín, París, Varsovia y otras capitales europeas. El libro, editado por Es Pop, editorial especializada en realzar el valor y vitalidad de la cultura popular, consta de cerca de 300 páginas ilustradas.
El volumen ha sido acogido por la prensa especializada como una de las obras cumbre de la literatura jazzística y de ensayo, así como valorado positivamente por expertos de gusto intachable como el también músico y crítico Leonard Feather: “Una obra absorbente. Zwerin se cuenta entre los dos o tres escritores de jazz más agudos y accesibles. Una lectura indispensable”. Las razones para tanto adjetivo son el riguroso y exhaustivo trabajo realizado por Mike Zwerin (Nueva York, 1930-Paris, 2010), antiguo colaborador de cabeceras como Village Voice,Downbeat o Rolling Stone y trombonista de renombre presente en aventuras igualmente elevadas junto a artilleros jazzísticos como Archie Shepp, Eric Dolphy o Miles Davis, de cuyo grupo formó parte durante la era de Birth of the cool. El jazz era una música de moda en la Europa de principios del siglo XX, pero el ascenso al poder de Hitler y su posterior ocupación continental hizo que el género, considerado altamente subversivo y expresión musical de razas inferiores (negros, gitanos y judíos), fuera atacado y perseguido férreamente por el aparato propagandístico del Tercer Reich.
Así, para Josef Goebbels, el jazz era «música americana negro-judía de la selva.Música de monos». El ministro de Instrucción Pública y Propaganda del Reich no dudó en prohibir la emisión de esta música en todas las radios alemanas y emisoras de aquellos países que iban ocupando, ampliando la restricción a otros estilos como el fox-trot, el tango u otros de similar «degeneración». Las consecuencias para los aficionados al jazz fueron trágicas. Literalmente: muchos de ellos fueron recluidos en campos de concentración.
Aun así, el jazz no sólo sobrevivió, sino que se convirtió en banda sonora de la resistencia, incluso en los campos de concentración. Muchos jóvenes alemanes desafiaron a las SS y la Gestapo, como también se refleja en la película Rebeldes del swing del realizador Thomas Carter. O como se concluye de todos los testimonios recogidos por Zwerin en Swing frente al nazi, obra que, por cierto, estuvo a punto de ser llevada también a la gran pantalla por Stanley Kubrick. Testimonios como los del único miembro superviviente de los Ghetto Swingers, una orquesta judía de jazz que «tocó» en Auschwitz, Buchenwald y Theresienstadt (este último, uno de los campos de concentración más «permisivos» y donde los músicos se salvaron de las cámaras de gas); el de varios pilotos de la Luftwaffe que escuchaban a Glenn Miller mientras bombardeaban Londres o el de varios oficiales de las SS aficionados al jazz; y, cómo no, la de Django Reinhardt, el guitarrista gitano que se negó a huir de la Francia ocupada por los nazis.
“Los rebeldes del swing” (1993). Ambientada en la Alemania nazi de 1939, poco antes de iniciarse la Segunda Guerra Mundial, es una personificación de esa rebeldía subversiva y narra la historia de los “chicos swing”, jóvenes inconformistas que adoran esta música norteamericana e imitan a sus ídolos en la apariencia física y vestuario. Evidentemente, esto choca con el rígido sistema nazi, que les perseguirá. Ya hemos hablado en otras columnas, de cómo el jazz y el blues se ligan también a las luchas anti raciales y la lucha por los derechos civiles en los inicios de los 60´s.